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Tú sí que puedes

Miles de mujeres han recibido en Valencia la ayuda de colectivos a las que la Generalitat obliga a dejar sus locales

Cristina Vázquez
Cuatro de las integrantes de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas.
Cuatro de las integrantes de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas. JOSÉ JORDÁN

Queda un mes para que la Generalitat rescinda el alquiler del local que acoge desde hace más de 25 años a un puñado de asociaciones de apoyo a la mujer en pleno centro de Valencia. Se conocen como Organizaciones de Mujeres de Martínez Cubells y llevan más de un año de lucha contra la decisión de la Consejería de Bienestar Social de trasladarlas a otra sede situada a las afueras de la capital, en un lugar aislado. “No podemos abandonar esta sede porque las abandonamos a ellas”, repiten sus portavoces. Su razón son las miles de mujeres a las que han ayudado, a las que han enseñado que sí pueden cambiar su vida.

Rosa es una de ellas. Conoció la asociación a través de la abogada que la asistió en su separación. “Vine con el divorcio ya empezado. Me dieron apoyo psicológico porque el jurídico ya lo tenía. Las charlas que se hacían, la gente que veía, los procesos de cada una, me ayudaron. Me sentía una privilegiada porque tenía trabajo. Pero fue duro porque me fui de casa, volví a la de mis padres y lo abandoné todo. Me fui con las manos vacías”, recuerda. Esta mujer es voluntaria de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas.

María, otro caso, vino en el llamado periodo de duelo después de aguantar 30 años “de maltrato psicológico” de su pareja. Esperó a que sus hijos fueran mayores para no pelear con su cónyuge por la custodia . “Aquí he aprendido a respetarme como mujer, a defenderme, a no dejarme pisotear. Es un sitio donde puedes contar tu historia. Cuando sueltas el dolor fuera, se sana antes”, afirma ya recuperada.

Gracia se acercó al local de Martínez Cubells en busca de ayuda psicológica. Su matrimonio se había acabado hacía tiempo. Habló con la pedagoga de la asociación y recuerda que le dijo: “Gracia, tú lo que necesitas es ayuda jurídica y luego vendrá lo demás. Y allí estuvo Hermínia, la abogada”. Salió a flote hablando mucho, haciendo ejercicios de autoestima e iniciando el proceso de desapego de su pareja. “Todo no es culpa de él ni tuya sino un poco de toda la sociedad”, reconoce. Gracia se casó con 20 años y se separó con 47, hace tres años, ha rehecho su vida. "Para mí, la asociación es indispensable", dice.

“He aprendido a respetarme como mujer, a no dejarme pisotear”

Vicen lleva doce años de forma intermitente vinculada a una asociación que considera su familia. Ella acudió, como todas las demás, en busca de ayuda. “Llevaba muchos años junto a mi pareja, teníamos dos hijos y eso me frenó bastante. La vida se me hizo insoportable y busqué el divorcio. Como los niños no querían, llegamos a una especie de acuerdo muy raro. Nos divorciamos pero seguimos viviendo en la misma casa. Fue bien los tres o cuatro primeros meses pero luego volvieron los malos rollos. Pensé: o me divorcio o me suicido. Decidí dar el paso y me separé”.

Todas coinciden en que llegan hechas polvo a este punto de apoyo, donde pronto toman conciencia de su problema. Desde que estalló la crisis han notado un aumento de mujeres que acuden, sobre todo jóvenes. “Ya no es solo por nosotras. Me separé con un hijo de 10 años y no sabía cómo llevar la historia. Él tenía miedo y, gracias a las indicaciones de las profesionales, mi hijo vivió sin ningún trauma la separación. No venimos a hablar mal de esos hombres”, aclara Vicen.

Dos despachos más allá, Vicenta, con 68 años, cuenta que cuando llegó a la Asociación de Mujeres afectadas por el Cáncer de Mama (Ammcova), llevaba ya cuatro años operada. Sufrió una mastectomía radical con 55 años y lleva desde entonces una prótesis. Lo tenía claro y asumido. “Yo me puedo mirar al espejo, sé de otras mujeres que no”, explica. Se acercó al colectivo porque tenía una fisioterapeuta que la ayudó con su linfedema, un transtorno crónico y progresivo que desarrollan algunas pacientes intervenidas. “Cuando coges un linfedema, ya no lo sueltas. Es para toda la vida. Al vaciarse los ganglios linfáticos se resiente todo. El brazo se hincha, se pone rojo. Es muy molesto”, cuenta. La asociación la ayudó a aceptar esa limitación.

Viviane Amorim, una brasileña de 42 años, encontró en la Federació de Dones Progressistes un puntal para salir del anonimato. Llegó a España en 2006 y trabajó seis años sin papeles. Una prima le indicó que acudiera a la federación para asesorarse y eso le cambió la vida, cuenta casi siete años después: “Me prepararon para el mercado de trabajo, para que no aceptara ciertas situaciones”.

Todas coinciden en que llegan hechas polvo a este punto de apoyo

En el local de Martínez Cubells también están la asociación Mujer Mayor, Acción Positiva, la Asociación por la Protección e Integración de la Mujer (Prim), l'Associació de Comares, la Associació per la Coeducació, Sina, colectivo que promueve la lactancia materna o la Associació de Dones i Consum Aitana.

A Rosa, el traslado del local al extrarradio —“en realidad, a un descampado”, comenta—, le parece un disparate. "Es destruir las asociaciones". "Quieren que desaparezcamos", critica Vicenta.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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