La sombra de la política planea sobre la privatización de Novagalicia Banco
Analistas y trabajadores temen que en la venta de la entidad influyan razones distintas de las económicas, parecidas a las que han acelerado su subasta
Corre entre los cargos intermedios la certeza de que Novagalicia Banco “más que clientes, tiene fieles”. Solo así se explican que, tras los sucesivos escándalos que han sacudido a las cajas, entre preferentes e indemnizaciones millonarias a los gestores que las hundieron, la entidad resultante mantenga una cuota de mercado en Galicia del 40%. El banco que emergió de las ruinas de Caixa Galicia y Caixanova tras recibir 9.000 millones de euros de dinero público y despedir o prejubilar a 4.500 trabajadores (la mitad de las plantillas) encara así el final de la subasta. Hasta el 13 de diciembre, el FROB escuchará ofertas. Al menos tres bancos (Santander, Caixabank, BBVA y el venezolano Banesco, que ya se ha hecho con el Etcheverría) y diferentes fondos de inversión (entre los que destaca el estadounidense Guggenheim) ya han hecho saber que están ahí. Fuentes del Gobierno admiten que también un grupo empresarial ha mostrado interés. En teoría la venta es al mejor postor. Pero los analistas consultados temen que decida la política.
Eso explicaría que, mientras el Gobierno y los grandes empresarios españoles pronostican una mejora de la economía (que debería conllevar una revalorización de las entidades financieras, también de las rescatadas), el Banco de España —de quien depende el FROB— se haya autoimpuesto la fecha de diciembre para vender, pese a que la Unión Europea da margen hasta 2016. Venancio Salcines, profesor de Mercados Financieros en la Universidad de A Coruña, lamenta que “España sea el único país que nacionaliza la banca para perderlo todo”. Recuerda que EE UU ya ha recuperado el dinero invertido para salvar sus entidades; que, con la venta de Fortis a BNP, Bélgica ha ganado 1.000 millones de euros, y que Reino Unido espera obtener también los fondos invertidos en sus entidades, igual que Alemania, que las rescató en 2008. Salcines parte de la premisa de que el precio de los bancos, hoy por debajo de su valor contable, llegue a triplicarse en un par de años. “Entonces se podrían vender por el triple del valor de ahora, pero el Banco de España no se encuentra cómodo como banquero y quiere quitarse el problema de encima al precio que sea”, avisa.
Que la situación económica no puede ir a peor y que convendría esperar es un diagnóstico compartido por Santiago Lago Peñas, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo. Él sostiene que la presión de los grandes bancos acortó los plazos. “No ha sido una decisión plenamente autónoma del Gobierno, la fecha de venta refleja el interés de unas entidades financieras con mucho poder e influencia. Hay mucha gente que quiere comprar y lo quiere ya, porque Novagalicia está a muy buen precio. Pero lo razonable sería dejar pasar el tiempo, el plan de negocio de Castellano [José María, presidente] está dando frutos y si la economía mejora, al menos se podría recuperar parte de la inversión”.
Que la “lógica económica” mandaría esperar lo proclama también otro catedrático en Economía Aplicada, Luis Caramés, de la Universidad de Santiago: “Quienes saben el porqué de la venta ahora están dentro, vender más adelante implicaría que el Estado recuperase más recursos, pero tengo la impresión de que se pretende mandar cuanto antes el mensaje a Europa de que lo de los bancos está arreglado”. Esa es la sensación que impera entre los ejecutivos del banco rescatado. “Cunde una cierta sensación de derrota, Castellano trasladó la idea de que podíamos seguir un tiempo más en solitario y llega este ultimátum. Los números son buenos e incluso mejoran las previsiones del plan de negocio enviado a Bruselas”, remarca un cargo intermedio de la entidad. La última presentación de resultados con el balance de los tres primeros trimestres computa 61 millones de euros de beneficios y deja atrás las fuertes pérdidas de 2012. El banco sostiene que está en el buen camino “una vez reenfocado a las pymes y familias su mercado tradicional”, que se incrementa en un 11% respecto al mismo periodo del año anterior.
Los sindicatos también alertan de una “venta precipitada” y, tras la hemorragia que ya ha sufrido la plantilla, ya solo piden “que se mantenga el empleo”. Los tres mayoritarios, CC OO, CSICA y UGT, lamentaron aún esta semana que el FROB, su patrón ahora, ni siquiera les haya avisado del calendario. El estado que impera entre los trabajadores es “de angustia”, relatan sus representantes, que ya ni se atreven a hacer pronósticos sobre qué comprador les conviene más.
La oposición política en pleno exige que Novagalicia Banco siga siendo pública y se agote el plazo de 2016, pero la Xunta defiende al Banco de España y ve “un buen momento para vender”. Aunque el presidente, Alberto Núñez Feijóo, no tiene la última palabra, se ha reunido con algunos de los interesados, entre ellos el presidente de Caixabank, Isidro Fainé, quien, según distintos analistas financieros, está pujando fuerte y esgrimiendo la apuesta por la obra social como una seña de identidad de La Caixa . “Inclinarme por una de las opciones sería una temeridad”, aseguró el pasado lunes Feijóo. Su argumentario de otras épocas sobre la necesaria “galleguidad” del banco es historia. En un primer momento, el PP apostó por que Castellano pudiera seguir de la mano de un fondo extranjero, pero en las últimas fechas ha relajado el entusiasmo público por esta opción.
Los expertos consultados para este reportaje defienden que el mal menor pasa por un nuevo dueño que mantenga los centros de poder en Galicia. “Estudios rigurosos demuestran que el lugar desde donde se toman las decisiones no es neutral. Influye sobre los créditos. Es más fácil que alguien aquí entienda el negocio de las bateas que un directivo que está a 600 kilómetros”, sostiene Santiago Lago, que avisa: tras perder el Pastor, “Galicia está ante su última oportunidad”.
Salcines abraza una opción que, según fuentes cercanas al proceso, ha ganado fuerza en los últimos días y que implicaría una alianza entre el fondo Guggenheim —el favorito de Castellano— y el banco venezolano Banesco, (que ya se hizo con el Etcheverría) para presentar una oferta conjunta por Novagalicia: “Es una buena salida porque los dueños de Banesco tienen un cierto sentido de galleguidad. Y en ese pacto, que el fondo de capital se marchase al pasar unos años no sería mala noticia puesto que saldría a Bolsa y abriría la puerta a otros inversores gallegos. Necesitamos bancos cuyos balances dependan de lo que hagan en Galicia, que dependan del crédito que dan aquí”. Luis Caramés comparte que lo que conviene a Galicia es que llegue un fondo inversor aliado con el actual equipo directivo que encabeza Castellano. Admite que le faltan datos sobre ese hipotético pacto de Banesco y Guggenheim, pero apuesta por la continuidad: “Novagalicia viene de las cajas, conoce el tejido de Galicia y ha demostrado un grado de fidelidad altísimo. Por mucho que se hable, la llegada de los grandes bancos españoles supondría que todo lo relevante lo decidiría la sede central”.
Los analistas consultados sostienen que en la elección final pesará la política tanto o más que las ofertas presentadas, que se prevén parejas. “Galicia pesa poco frente a comunidades con más habitantes y votos como Cataluña o Madrid. Y que las ricas como País Vasco o Navarro”, lamenta Santiago Lago. Salcines barrunta, sin embargo, que la oposición inicial del Banco de España a vender Novagalicia a un operador extranjero ha cambiado y que “hasta sería un buen mensaje” político hacer ver que los inversores foráneos se interesan por España. Un discurso ensayado también en las últimas semanas por la Xunta.
El directivo de Novagalicia es escéptico. Y desliza que si la decisión fuese política, el banco “es un caramelo que el Gobierno puede utilizar para rebajar la tensión con Cataluña en caso de que la elegida sea Caixabank”. Sobre los fondos de inversión explica que si el Gobierno contempla fijarle un compromiso de permanencia —entre cinco y siete años— es porque su actuación consiste en invertir para vender. Por lo demás, el diagnóstico común de los analistas es que la obra social de las cajas pronto será nostalgia. Los beneficios del ahorro gallego en el futuro serán cosa de sus accionistas.
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