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Prohibido el perfil malo de Zaplana

Varios periodistas relatan las censuras y presiones sufridas en su trabajo en Canal 9

Miquel Alberola

El Partido Popular puso Canal 9 a su servicio cuando llegó al Palau de la Generalitat. La cadena televisiva se convirtió en un instrumento de propaganda de las políticas del Gobierno valenciano y, sobre todo, fue la mayor plataforma de publicidad de los sucesivos presidentes de la Generalitat: Eduardo Zaplana y, tras el breve periodo de José Luis Olivas, Francisco Camps.

En todos esos años los informativos solo han reflejado aquello que los comisarios políticos de turno iban priorizando al servicio de la presidencia de la Generalitat y escondiendo información sobre los asuntos turbios que han acompañado a los sucesivos Gobiernos. El testimonio de una de las periodistas de la cadena, Iolanda Mármol, sacudió las redes sociales el martes, el mismo día que el Gobierno valenciano anunció el cierre de Ràdio Televisió Valenciana. En su cuenta de Twitter relataba sus recuerdos al respecto, cuando a ella y al resto de trabajadores les exigían grabar a Zaplana en “su perfil bueno”, o “la oda que le encargaron” cuando dejó la presidencia de la Generalitat, o aquella bronca que recibió porque en el vídeo de retrospectiva dedicado el expresidente aparecía con la tránsfuga Maruja Sánchez, que le dio la alcaldía de Benidorm.

Iolanda Mármol también evocaba la etapa en que Zaplana cayó en desgracia, con la llegada de Camps a la presidencia, cuando “el Elegido pasó a ser el Innombrable”. Cuando “se pagaban directos millonarios” para conectar a Camps “en pleno Amazonas”. O cuando le prohibieron decir que José Luis Rodríguez Zapatero había anunciado el cheque-bebé y un sinfín de situaciones impropias de un territorio de la Unión Europea.

Ayer, Mármol, que trabaja en la delegación de Nou (antes Canal 9) en Madrid, explicó a EL PAÍS que su tuit “en ningún caso era una justificación”: “Es lo que pensaba y tenía ganas de compartirlo”. No pensaba que su mensaje “fuera a volar” y a tener tanta repercusión, pero ya que sucedió así quiso dejar claro que lo que ella expresaba “ha sido denunciado muchísimas veces por el comité de redacción”. “No hemos estado callados hasta ahora, lo que pasa es que nadie nos escuchaba”, refirió, sin olvidar que muchas de esas situaciones se publicaron en este periódico.

La periodista reconoció que hacía tiempo que quería dejar RTVV por esa causa. Cuando se presentó el ERE solicitó adherirse: “Porque no comparto los valores de esta empresa ni la forma que tiene de funcionar”. Pero se lo denegaron. Su puesto de trabajo estaba en la delegación de Madrid y el expediente se aplicaba sobre la Comunidad Valenciana. Hasta ese momento, y en la medida que podía, se “rebelaba siempre”. “Hace años que no firmo un vídeo. Prefería hacer los directos, porque eres tú quien prepara el texto y nadie te lo puede revisar ni corregir”. Pero a menudo, tras los directos recibía una llamada de “eso no ha gustado” o “eso te he dicho que no lo digas” o “ya te había dicho 20 veces que dijeras ajustes y no recortes”. Mármol tiene muy claro “quiénes son los responsables, los que daban las órdenes y tramaron toda esta estrategia” de control de la información. La manipulación en Canal 9 “era un secreto a gritos”. Todo el mundo lo sabía, por lo que lamenta “la hipocresía” de quienes ahora se rasgan las vestiduras.

Otro testimonio de cómo funcionaba el sistema lo ofrece el periodista Vicent G. Devís, que durante varios años ocupó la delegación de Bruselas, adonde llegaban algunos miembros del Gobierno valenciano “en limusinas” o “aviones privados” y algún director general le ordenaba: “Sácame dos planitos y que no se entere el conseller”. Según su relato, los miembros del Gobierno se hacían grabar ante el Parlamento o la sede de la Comisión Europea para dar sensación de que resolvían asuntos importantes y, en realidad, “no les recibía ni el comisario correspondiente” y tenían que entregar sus escritos a un ujier. “Me tomaban por un empleado suyo. Tuve que soportar una presión terrible todos esos años para no perder la dignidad”, lamenta.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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