Pere Pinyol, pasión por la vida y el circo
El director del Teatro Circo Price de Madrid fallece a los 61 años, víctima de un cáncer
Al final, ayer te has ido, o nos hemos ido nosotros. No querías. No he conocido un fajador como tú. Luchaste por tu vida, por Claudia, por Miquel, por Mariana, por tu trabajo, tus amigos, tu familia.
Tu último amor fue el Circo Price de Madrid pero te conocíamos otros muchos desde tus comienzos en el GAT de L'Hospitalet de Llobregat, pasando por el Forum 2004 de Barcelona y tantos proyectos que soñabas y nos trasmitías con pasión.
El vaso medio lleno, casi lleno… a veces no era verdad y, en tus manos, al final rebosaba. Eso eras, alguien que hacía rebosar el vaso, el que inventó la frase “hay que ponerle el lacito a esto”, añadirle un plus, redondearlo.
Decíamos: “Pere tiene la mejor agenda de España”. Tu pasión te llevaba allí donde había un proyecto. Así recorriste parte del mundo que ahora dejas, esta vez sí con el vaso medio vacío. Vacío para los que quedamos provisionalmente.
Al final te has ido, antes que muchos de los que te queremos, en presente, porque el amor, el amor que compartimos, no caduca. El amor que nos diste, las ilusiones que compartimos. “Tinc un projecte…” decías, contagiándonos tu entusiasmo ante ese vaso ya desbordante en el que te sumergías. “Un projecte molt guapo!”. Eso quisiste que fuera tu vida, un gran proyecto. Lo ha sido, pasión hasta el último día.
Hace muy poco, esta misma semana, me llamaste. Había muerto una gran amiga tuya. Te encargaron unas palabras de despedida y aceptaste, “hemos pasado la enfermedad juntos, tengo que hacerlo”. Te dije que no te dañaras. Pero el dolor de los amigos te dañaba. Así te recuerdo. “Qué putada”, decías y los demás pensabamos en la putada que sufrías.
El último proyecto: volver a Barcelona, sin dejar del todo Madrid, otro amor, la ciudad en la que viviste los últimos años. El último fin de año lo pasamos juntos, con amigos, con Claudia, fuimos hasta el Mediterráneo ampurdanés y tiramos al mar flores blancas. Cada cual hizo su conjuro y todos hicimos el mismo: el año próximo todos aquí con flores blancas y con Pere. No ha podido ser, no será.
Un amigo me dice: hay que acabar el texto con esperanza, con alegría, a él le hubiera gustado. No lo sé, no sé ahora como se puede amortiguar la pérdida. Quizá con el recuerdo. Tú, alto, moreno, con tus rizos murcianos. Siempre decíamos que algún morisco expulsado había dejado parte de su estirpe que había acabado siendo la nuestra. Nunca lo comprobamos.
Chico de L'Hospitalet, te recuerdo con tu traje negro o blanco, según la estación, con tus bufandas (de seda), con tus sombreros de paja (tejidos a mano) y con esa sonrisa que alejaba los "malos rollos". Te recuerdo el día de tu boda con Claudia bailando con Sol Picó. ¡Casi nada! Luego supimos del dolor que padecías mientras animabas la fiesta.
Así que, como tu querrías, vamos a hacer un buen mojito y que suene la música: tangos, boleros, rancheras, bossa y salsa. Brindemos por Pere como a él le gustaba.
¡Quina putada company!
Pilar Caballero es periodista.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.