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La mejor barba de Malasaña vino de Burgos

Una tienda del barrio organiza la primera edición de este peludo concurso

Sergio C. Fanjul
Un concursante en la prueba de los polvorones.
Un concursante en la prueba de los polvorones.Kike Para

Charles Darwin no solo tenía razón al enunciar su teoría de la evolución de las especies mediante selección natural. Karl Marx no solo ha sido revisitado con el estallido de la rampante crisis capitalista. Don Ramón María del Valle-Inclán no solo descubrió el esperpento en los espejos deformes del callejón del Gato. Además de todos estos logros, todos ellos tuvieron razón en otra cosa: llevar barba mola.

La barba sin complejos, frondosa y enmarañada, la barba asilvestrada, vuelve a poblar los rostros de la juventud moderna, así que, como elemento recuperado por la cultura pop, es necesario crear un canon, tenerla en cuenta, medirla, ponderarla, atusarla… y premiarla. Por eso en Malasaña, el barrio donde el hipster barbudo campa a sus anchas y es más fácil avistarlo, ya se ha organizado un concurso de barbas, que celebró anoche su primera y peluda edición.

Se trata de una iniciativa promocional de la nueva tienda de ropa DeWe que recientemente ha abierto sus puertas en la calle San Joaquín 7: “Somos nuevos y nos queríamos acercar a la gente de Malasaña”, explica Pablo Iturriaga, uno de los organizadores, “así que se nos ocurrió que el mejor modo era haciendo un concurso de barbas. Es una zona donde parece que se le está dando bastante importancia a la barba y pensamos que debía de ser premiada. Nuestro reto era encontrar la mejor barba de Malasaña”. Los premios: vales para comprar ropa en la propia tienda, zapatillas deportivas, entradas para un partido de la Euroliga de baloncesto, botellas de Möet & Chandon y hasta un arreglo de la barba en la cercana Peluquería Urbano. No hace falta tener la barba más larga, o la más espesa, o la más escandalosa: las dos claves son originalidad y carisma, según afirman los organizadores.

Al caer la noche en la calle San Joaquín hay cierta expectación y mucho pelo facial que, por cierto, ayuda contra el inquietante frío de la noche de Halloween. Entre las niñas vestidas de bruja y adultos con disfraz de Spiderman que transitan la calle, los barbudos esperan, algo tensos, el comienzo del evento. Entre ellos Iván Casado, de 35 años, con una larga barba vertical, gafas de sol redondas, brazos completamente tatuados y una camisa de esqueletos que resulta muy ad hoc para la fecha. “Llevo con la barba dos años y dos meses, aunque la he ido recortando para moldearla. Al principio me resultaba algo incómoda pero ya no, de hecho, me ha salvado de muchos catarros y voy muy a gusto”, cuenta. Es músico electrónico, bajo el nombre artístico de Pure Hemp (que lleva tatuado en las falanges) y ha venido desde Burgos para el evento.

¿Qué expectativas tiene? “Pues me voy a llevar el premio seguro”, bromea, “pero vengo sobre todo a vivir la experiencia porque me apasiona el mundo de las barbas y los bigotes”. El suyo luce erecto, esculpido con cera para formar un caracolillo de aires decimonónicos y planea dejárselo mucho más grande. Cuida su vello facial con mimo, utilizando mascarilla y acondicionador, “al ser un pelo tan duro se casca mucho. Requiere más cuidado que el pelo de la cabeza. Si no te lo cepillas te sale muy salvaje y es difícil de domar”, cuenta.

Tres chicas formarán parte del jurado que lanzará a una de estas barbas al estrellato piloso del barrio. Laura Fernández es la portavoz: “Tendremos en cuenta su longitud, espesor, suavidad, y un poco el look general del candidato”, explica. ¿El tamaño importa? “Siempre importa el tamaño, claro, pero aunque no sea la más larga y frondosa, si tiene algo especial, puede resultar ganadora”. No todas las personas son felices cuando el pelo facial de su pareja interfiere en sus besos y acaba varado en las costas de la lengua, pero últimamente se oye mucho decir que las barbas bien pobladas resultan sexys, cosa que quizás hace un tiempo, antes de esta efervescencia barbuda, no estaba tan clara. “Bueno”, sentencia Fernández, “en realidad yo siempre he pensado que el hombre, como el oso, cuanto más vello más hermoso. Y que dónde hay pelo hay alegría”.

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Arranca el concurso en un ambiente festivo y los participantes concurren ante el jurado en grupos de dos y de tres. Las pruebas son las siguientes: comerse un polvorón, beber cerveza (el jurado valorará la espuma que se quede en el bigote) y dar un beso (en la mejilla, ojo) a las miembros del jurado. Se ven barbas de todo tipo: compactas, asilvestradas, bien definidas, incluso tímidas, como la de Julián Lara, propietario del vecino restaurante El Cocinillas y la coctelería Corazón: “La mía es bastante discreta, no me esperaba este momento barbudo. Me enteré hace poco, si lo llego a saber me la hubiera dejado crecer más hace unas semanas. Mis posibilidades de ganar son cortas, como mi barba”. Entre el público, de unas decenas de personas, solo se ven dos rostros bien rasurados: es una muestra del espíritu de nuestro tiempo.

El concurso transcurre entre cañas que desaparecen en segundos filtradas por espesos bigotes y migas de polvorón que se resisten a ser vencidas por el influjo de la gravedad. “No he podido beber la cerveza porque soy abstemio”, dice nuestro músico barbudo Casado, “y el polvorón es una venganza en toda regla”. Uno de los que más se enguarra (deliberadamente, pues ve en ello posibilidad de ganar puntos) es el pintor y fotógrafo radicado en el barrio Manu Campa, con pajarita y aspecto de burgués británico, eso que llaman ahora new traditional. Levanta, con excitación, la mano cornuda y exclama “vivan las bicis”, haciendo referencia otra de las referencias del mundo hispter. “Me he visto bien, a tope”, nos cuenta, “veo al tipo de Burgos como un oponente muy difícil de batir, y he visto algún mostacho bien tupido pero sin actitud. Yo sí que la he tenido, creo que tengo opciones”. Lleva dos años con la barba: “a la gente que te conoce se le hace muy raro al principio, pero luego se acostumbran y tú mismo no te ves sin ella. Como te digo al principio me sentí un poco discriminado”, bromea, “mi bigote es un poco Dalí, como soy pintor me vendo un poco con esta imagen daliniana”. A su novia, según cuenta, a veces se la hace algo incómodo, “pero tiene un rollo muy masculino que también tiene su público”.

Una vez han pasado los 17 candidatos por el riguroso examen de las tres féminas, el jurado se reúne a deliberar. Para calmar la tensión, público y participantes se relajan tomando una caña en el bar de enfrente y charlando, cómo no, de barbas. Pero ya está aquí el momento más importante de la noche. Después del aplausómetro para deshacer un cuádruple empate para el tercer puesto, gana el bronce un joven llamado Pepe, una barba rubia y de ojos azules. Manu Campa, el pintor de aspecto daliniano, se hace con la preciada plata. Y estamos en el momento cumbre de la noche: el jurado se dispone a otorgar la medalla de oro. La expectación llega a cotas máximas, se aprietan las mandíbulas, el tiempo se paraliza, y los pelos de las múltiples barbas se erizan levemente. El ganador es… Iván Casado. Entre los aplausos del enfervorizado público y los flashes martilleantes de los fotógrafos, nos regala unas declaraciones. ¿Cómo cree que cambiará su vida este premio? “Bueno, aunque el concurso no sea a nivel nacional, me anima a participar en más concursos de este tipo y a dejarme la barba más larga. Si he pasado un par de veranos, ya estoy dispuesto a aguantar los que vengan”. La tienda va quedando vacía y los participantes se van a celebrar a los bares de la calle. Nos queda de todo esto un sentimiento paradójico: la mejor barba de Malasaña… ¿vino de Burgos?

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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