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Bares con identidad

El líder de Siniestro Total, que pasó recientemente por Madrid en el marco de una nueva gira, lamenta la extensión de franquicias y confía en Eurovegas como una gran inversión en chistes

Julián Hernández, en la sala Penélope.
Julián Hernández, en la sala Penélope.Kike Para

1. Ángel Caído del Retiro. El monumento al Jefe, claro, ¡y a 666 metros sobre el nivel del mar! En El día de la bestia, Alex de la Iglesia (uno de los mejores observadores que ha tenido Madrid) lo reservó para la escena final. También vio las Torres Kio como un símbolo del Mal, pero son bastante más feas. Ahora hay Cuatro Torres construidas por los mismísimos Lucifer, Baal, Pazuzú y Astaroth, creo.

2. Bares Kwai y el Küper. Un bar y un café desaparecidos, los dos con K. Los cito en representación de los muchos bares clásicos que están desapareciendo. Las franquicias están acabando con un ecosistema en el que madrileños y forasteros convivían al lado de las cañas mejor tiradas del mundo. Sí, ya sé, esto suena a abuelo Cebolleta, pero hay que encender las señales de alarma para que Madrid no pierda una seña de identidad de este calibre (Fernando VI y glorieta de Bilbao).

3. Cuesta de Moyano. Libros, librerías y Madrid son casi sinónimos, y la cuesta de Moyano también sirve de mascarón de proa. Una librería de aquí es casa siempre. Como la Antonio Machado: la borrachera que provocan sus estanterías es mayor que la de los históricos cubatas de Constante.

4. Las porras y los churros. Esto es un lugar inmaterial. Las porras y los churros no son repostería dulce, sino símbolo gastronómico de Madrid. La mejor manera de morir con el colesterol por las nubes. Incluso rancios (o especialmente si están rancios) son una delicia vegetariana: agua, harina, sal, mantequilla y aceite.

Temas nuevos a la vista

Gallego nacido en Madrid en 1960, Julián Hernández ejerce de cantante y alma de Siniestro Total desde hace tres décadas. La banda de punk rock, que no deja de pisar escenarios con sus temas clásicos, estrena sencillo el 15 de noviembre.

5. Sala El Sol. Otro símbolo. Especialmente para músicos y aficionados a la música. Para que la escena musical exista, hacen falta locales con actuaciones en directo. Si no llega a ser por Rock Ola, ni movida madrileña ni hostias en vinagre (Jardines, 3).

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6. Escridiscos. Sigue siendo una tienda de discos de referencia. Me compré el primer disco de Siniestro Total (el EP Ayudando a los enfermos) cuando estaba en Postigo de S. Martín, cerquita de la localización actual. No podía esperar a que me lo diera la productora independiente que publicó el artefacto. Aprovecho la ocasión para decirle al Escri que si no paso por allí desde hace tiempo es porque tengo hijos y gatos que alimentar (Navas de Tolosa, 4).

7. Del Diego. No voy a discutir ni pontificar sobre cócteles, pero su dry martini es, probablemente, el mejor del mundo. Un clásico imbatible, un spin-off de Chicote y un lugar con la música justa al volumen perfecto para hablar (calle de la Reina, 12).

8. Plaza de Oriente. No es precisamente gigantesca, pero ¡qué bonita! Propulsada en su día por Pepe Botella (no, no es el abuelo de Ana Botella), tiene estatuas de un montón de reyes; los mejores, los godos, especialmente Wamba, mi favorito.

9. Calle Hartzenbusch. Está plagada de restaurantes y viene al caso porque yo viví aquí en una pensión cuando estudiaba en Madrid. Le tengo mucho cariño, ¿pasa algo?

10. Eurovegas. Vale que está en Alcorcón y que no existe, pero Eurovegas ya pertenece al imaginario colectivo de la ciudad. Estoy convencido de que no se construirá nunca. Eso sí, el ridículo de los gobernantes madrileños con su lameculos al promotor ya no hay quien lo derribe. Y será el origen de muchos chistes que perdurarán.

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