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Un punto más, un paso adelante

El fútbol mostró en el Colombino todo su azar. Nada está escrito y ahí está el Deportivo

JESUS SANCHO

El tiempo de descuento castigó al Lugo (empató el sábado 3-3 en casa del Recreativo) y premió al Deportivo (igualó ayer a un gol en Riazor ante el Zaragoza) para llevarlos al empate y que subieran de la mano un puesto en la tabla con la certeza de que nada es imposible y a la vez todo es complicado. Para el Lugo, que ya es tercero en la clasificación, la epopeya de Huelva ante el líder, donde encontró tres goles a la contra y luego no supo defender la ventaja, le sirve para mostrar que a poco que aplique el libreto obtendrá el “cum laude”. Sin apenas exponer sus señas de identidad, a ratos timorato, el equipo de Setién se vio deslumbrado por la luz del gol y le faltó templanza para mantener la ventaja, sobre todo en los instantes finales cuando Víctor Marco regaló la falta que ocasionó el empate y el equipo se desarmó hasta casi conceder una derrota que semejaba imposible media hora antes y que estuvo a un paso de producirse.

El fútbol mostró en el Colombino todo su azar. Nada está escrito y ahí está el Deportivo, cuarto clasificado, para firmar inéditos capítulos, reinventar la media inglesa y versionarla con la media coruñesa, consistente en ganar fuera y empatar en casa. Una bipolaridad que de perpetuarse bastaría para firmar el regreso a Primera, pero que por ahora lleva el desasosiego a sus seguidores, tan fieles en su presencia en el estadio como escasamente premiados por lo que les ofrece el equipo en Riazor. En medio del ruido y de las disquisiciones que genera tan anómala situación conviene escuchar a los que saben. Ayer, tras el partido, Paco Herrera diseccionó en apenas dos minutos lo que ocurre en esta Segunda División indomesticable ante la lógica. El técnico que hace dos años precisó llegar hasta la última jornada para llevar al Celta a Primera sin ser campeón y con la tercera mejor puntuación de la historia de la categoría dejó claro que la exigencia es menor que entonces, pero puso en valor el esfuerzo de aquellos equipos que como el Zaragoza o el Deportivo tratan de sostenerse tras un descenso en un contexto de crisis como el actual. “Se han desangrado más que los otros”, apunta Herrera, que ha emprendido en La Romareda una reconstrucción similar a la que pilota Vázquez en A Coruña.

Zaragoza y Deportivo atesoran más heráldica que presente y depararon un duelo tan emotivo como palmario para desnudar sus carencias, notorias y al tiempo insuficientes para apearles de los puestos delanteros en la clasificación. Para los chicos de Fernando Vázquez es especialmente doloroso percibir que ni jugar su mejor partido en Riazor les permite ganar a un rival que más allá del escudo no mostró mayor nivel que Murcia o Mirandés y que incluso lo pasó peor porque el Deportivo dio un paso adelante respecto a pasadas actuaciones. Nada de lo que hicieron los blanquiazules entre su meta y los últimos treinta metros fue reprochable. Se agrupó con su conocida solvencia para evitar contingencias en la meta de Lux, los centrales sacaron la pelota con limpieza, los laterales aportaron una importante cuota al juego de ataque, convirtiéndose por momentos en referenciales, y funcionó la presión en la medular con un Wilk estelar tanto en la recuperación como en el primer toque tras ésta para dar salida al equipo. Con el balón en los pies y el Zaragoza replegado, el Deportivo tuvo un punto más de ritmo que en citas pasadas e hizo circular la pelota con más velocidad. No hubo nada excepcional, pero ese barniz sirvió para dar la sensación de que el rival no esperaba atrás como plan sino como consecuencia, que por una vez la ocupación del terreno rival no obedecía a un dominio ficticio e incitado.

Pero el buen trabajo realizado hasta la línea de tres cuartos desnudó más que nunca la gran carencia del Deportivo, que volvió a penar por su falta de vuelo en los últimos metros. La estadística sostiene a Borja Bastón, autor de cinco de los nueve goles que lleva el equipo; la precisión a balón parado en el tiempo de descuento, con el Zaragoza metido atrás con una línea de cinco pese a jugar en superioridad numérica, disculpa al volcánico Culio, al que apenas se le puede sacar fruto en esa suerte, prisionero de la incapacidad del equipo siquiera para generar faltas cerca del área; la ausencia y necesidad de emociones alienta la exclamación en cada requiebro de Rudy, que no acaba de elegir bien los terrenos donde actuar; su generosidad en el esfuerzo sirve como alegación para Arizmendi; Núñez tiene que ponerse en marcha; a los canteranos conviene presionarles lo justo, porque en algunos casos se les ha apurado el paso más de lo aconsejable, y con Juan Domínguez está en discusión si hay que apretarle las tuercas del rendimiento o la clave es rodearle de futbolistas que lo potencien. A la postre, el recuento no varía: falta remate y último pase. Falta distinción. Casi nadie la tiene, pero algunos saben disimularla con alternativas. Vázquez todavía no las ha encontrado en Riazor, pero Paco Herrera también advierte algo que se observa de un vistazo a la clasificación, donde el tercer descendido, el Mallorca, escala posiciones tras un inicio catastrófico y ya está a rebufo de los puestos de promoción. “Los tres vamos a más”, advierte el ex entrenador del Celta.

Mientras tanto, en la búsqueda de una aportación incisiva, punzante y rotunda la única señal que ha recibido el deportivismo en los últimos días ha sido la del abogado devenido en candidato a la presidencia, Germán Rodríguez Conchado, un ariete a la antigua usanza, que hace barruntar un duelo de killers con Lendoiro como no se recuerda en Riazor desde que Tristán y Makaay litigaron por el mismo puesto. Ya no hay un Irureta capaz de juntarlos en la misma alineación. Ocurre que incluso el tiempo del gran Jabo también llegó a su fin en el Deportivo.

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