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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Antes del partido

La encuesta le asegura al PP todavía algo más de tres cuartos de millón de votos

Hay partido. Así titulaba Josep Torrent su tribuna en torno a la encuesta que EL PAÍS repite cada 9 d’Octubre. Con razón. Pese a tantos y tan sonados casos de corrupción que afectan al PPCV, el partido gobernante mantiene el suelo electoral en que lo situaba la encuesta del pasado año. Entonces sí perdía votos respecto a las elecciones autonómicas, pero desde entonces ha sufrido menos desgaste. La encuesta le asegura todavía algo más de tres cuartos de millón de votos que pese a todo, parece ser un suelo del que no va a bajar. ¿Le basta para gobernar? No, eso no. En el escenario que dibuja Metroscopia, la izquierda (PSPV, Compromís y EU) sobrepasaría de largo el millón de votos que, pese al plus de la regla d’Hont para con los mayoritarios, le darían escaños suficientes para una mayoría parlamentaria holgada.

 ¿Servido pues, el “tripartito”? No del todo. En su contra juegan factores varios. Uno, la posibilidad de que UPyD crezca lo suficiente para prestar apoyo al PP en el Consell a cambio de alguna alcaldía de postín (léase Valencia). Poco probable. Comparten caladeros y se anularían mutuamente. Y eso nos lleva al segundo factor, la elevada bolsa de indecisos, no pocos abstencionistas y algunos votos en blanco que en su mayoría son exvotantes del PP. Si logran movilizarlos y repartir entre PP y UPyD, habría, como dice Torrent, partido. Y tres, el tripartito no goza de buena imagen. A hundirla se dedicará con fruición el aparato propagandístico de la derecha valenciana. Va de suyo. A favor, no obstante, juega el más importante de los factores. La sociedad reclama a gritos una recomposición política. Y aquí no hay riesgo de que la vehicule el independentismo (al respecto, la encuesta reduce a un exiguo 2% a quienes se sienten valencianos sólo y no españoles) ni tampoco aparecen en el horizonte electoral, nubarrones populistas, al menos de forma significativa. La recomposición sólo puede venir de la izquierda y desde su actual pluralidad. Deberá pues, esforzarse en mostrar su imagen más transparente, social, reformista y eficiente.

No será fácil. Ante un panorama definido por la corrupción, el endeudamiento, el déficit y el deterioro de los servicios públicos, la pluralidad alimenta incertidumbres. Entre otras obviedades porque son programas distintos y en puntos, contradictorios. La Comunidad requiere antes que nada, un trabajo de desescombro y limpieza de su imagen. Nuevas formas, nuevos hábitos y mucha transparencia. Base desde la que reivindicar una mejor financiación. Hasta ahí se supone fácil el acuerdo, no tanto el cómo llevarlo a cabo. A partir de ahí, la gestión de los dos campos en que el Consell es dirimente. Uno, el impulso a un nuevo modelo productivo y dos, la defensa del sistema de protección y cohesión social.

Sucede que ambas cuestiones requieren ideas claras y consensos amplios. El cambio de un modelo productivo se sitúa en el largo plazo, comporta protagonismos empresariales y sindicales, presencia universitaria y, claro, un eficiente sector público que acompañe el proceso sin restar competitividad al mismo. Lo cual requiere complicidades variadas, potentes y duraderas. De hecho, lo está intentando con escaso éxito el actual gobierno autonómico. No es cuestión de fotos, sino de políticas sostenidas en el tiempo. En cuanto a la gestión del sistema de bienestar, su prioritaria defensa no demanda tanto talibanes de lo público como políticos abiertos a nuevas y participativas formas de gestión. Porque la viabilidad del sistema hoy por hoy, debe buscar su recorrido en la revisión y reforma del mismo. Esta sociedad es distinta a la que permitió alumbrar el Estado del Bienestar, las prioridades son otras pero las necesidades no son menores. No se trata de recortar y sí de reformar aunque ello afecte a intereses corporativos,

Hablar de “tripartito” es tabú. Ningún partido, y menos el PSPV, admitirá que se esté fraguando, por mucho que lo apunten las encuestas. Pero si la criatura llegara a nacer, sería bueno que lo hiciese con la clara conciencia de que su vida no será un camino de rosas. Y por ello, no estaría de más que, fuera de los focos, hubiese quienes debatiesen y concretasen qué acuerdos programáticos serían susceptibles de ser trasladados a la sociedad para articular consensos imprescindibles.

Joaquín Azagra es profesor de Historia Económica de la Universitat de València.

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