El arte se refugia en casa
Artistas y apasionados utilizan su vivienda como galería

El último refugio de artistas y apasionados de arte frente a la crisis rehuye de grandes espacios, intermediarios y público masivo y se refugia en las viviendas particulares convertidas en lugar para exponer obras.
“Cuando nos mudamos a este piso de 180 metros cuadrados, todo pintado de blanco, nos parecía una galería”, recuerdan la fotógrafa freelance Mari Luz Vidal y el interiorista Andrew Trotter: “¿Por qué no aprovecharlo para hacer exposiciones e invitar a amigos, editores, galeristas e interesados en fotografía?”. La idea se transformó en el Openhouse Proyect. Desde junio de 2012 Vidal y Trotter abren sus puertas a la fotografía documental: cada tres meses una nueva historia recorre las paredes de los salones, las habitaciones privadas y los pasillos en que en tres compañeros viven y duermen.
“Al principio era raro ver a desconocidos dar vueltas por mí cama”, recuerda Trotter: “Pero el ambiente facilita la confianza. Quién llega se presenta, habla y a menudo se toma un café con nosotros. Eso no lo harías en una galería”, señala. Por eso es fundamental conservar un pequeño formato: “La intimidad permite crear una verdadera red social entre los asistentes: han salido amistades y colaboraciones profesionales”, explica Vidal. Más de 1.000 personas han acudido a las diferentes convocatorias, tras pedir cita a través de la web.
Para exponer, solo piden “que se trate de trabajos personales, que documenten la realidad de su vida y se adapten a la atmósfera de una casa”. La venta se reparte el 70% para el autor y el 30% para Openhouse Project. La búsqueda de nuevos espacios lleva también a la artista alemana Christina Schultz a refugiarse en viviendas particulares. Acaba de lanzar You, your Wall and Me. Hasta el 20 de octubre los interesados en renovar su pared doméstica, el garaje o cualquier otro espacio con un collage figurativo del artista —del tamaño y la temática pactados— pueden apuntarse en su página web.
“Quiero enfocarme en la relación entre la obra y su entorno como en el arte callejero, pero sobre todo prescindir de intermediarios. En una galería los comisarios eligen el tema y el discurso de las obras”, relata Schultz. “Quiero trabajar diferentes argumentos, ser mí propio comisario y buscar un contacto íntimo con los interesados. En los últimos años es difícil que surjan ofertas de trabajo. El mercado está estancado y cerrado”, remacha. En la primera semana, quince personas se habían apuntado al proyecto a través de un cuestionario. “El cliente puede pagar su collage con comida, dinero o talleres, en función de la dedicación que yo pongo en su muro”. La artista planea organizar una ruta pública por sus collages diseminados por la ciudad, “si los ‘galeristas caseros’ quieren”.