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¡Qué viva México! (en Tàrrega)

La compañía Vaca 35 se impone con su poderosa versión de ‘Las criadas’ de Jean Genet en un festival de teatro que hoy concluye

Mari Carmen Ruiz, agarrada por Diana Magallón, en la impactante 'Las criadas', de la compañía Vaca 35.
Mari Carmen Ruiz, agarrada por Diana Magallón, en la impactante 'Las criadas', de la compañía Vaca 35.MARTÍ E. BERENGUER

La compañía mexicana Vaca 35 está siendo la comidilla de quienes han visto en la Fira de Teatre al carrer de Tàrrega su obra Lo único que necesita una gran actriz es una gran obra y las ganas de triunfar; no tanto por el montaje, adaptación libérrima de Las criadas, de Jean Genet, estupenda, sino por el espectáculo de una de sus dos actrices, la inmensa Mari Carmen Ruiz, en unos lavaderos de la ciudad, que es donde se representa.

Ruiz es inmensa: grande y gruesa, gordísima, pero inmensa también por extraordinaria. En paños menores, el recital que ofrece representando primero a una de las criadas y descubriéndose después como una ilusionada actriz en ciernes que está ensayando la obra y que ya se ve triunfando por el mundo, es memorable. Junto a ella, la más discreta, por delgadita, aunque no menos maravillosa Diana Magallón, en el rol de la otra criada y amiga.

Estas criadas son la punta del iceberg del teatro que se realiza hoy en México, invitado de honor de una edición que cierra hoy bien encaminada (2.300 campistas ya instalados) y que cuenta también con obras de Línea de sombra o la Compañía Nacional de Teatro: todos con piezas muy apegadas a la dura realidad del país centroamericano.

Junto a Ruiz y Magallón, otros tres intérpretes que han destacado son los andaluces de Trasto Teatro que, con Los satisfechos, siguen la estela de los también andaluces La Zaranda. La sala de ensayos del Ateneu, que les acoge, deviene un velatorio. Una plañidera que resulta ser “un poco puta”, un sepulturero cojo y un fraile, a cual más hambriento, acaban disputándose un plato de tomate con ajo y aceite: esperpéntico retrato sobre el hambre y gran reflexión sobre los límites de lo humano y lo divino.

La chilena El niño proletario, que estuvo en Tàrrega en 2011 con El olivo, ha presentado El otro, otra mirada hacia los seres y lugares marginales inspirada en el libro El infarto del alma de la fotógrafa Paz Errázuriz y la escritora Diamela Eltit sobre el psiquiátrico de Putaendo. Los protagonistas, pacientes del centro, “viven con la voz de un ángel que les maldice todo el tiempo”, de manera que se pasan la hora de la función haciendo de perturbados: miradas perdidas, tics, bocas babeantes, gritos. Cuando no enseñan el culo, se rascan los genitales o, en el caso del enano, muestran su deformado torso. Un exhibicionismo desagradable y gratuito, pues no cuentan otra cosa que lo sabido: que los manicomios están llenos de locos que se comportan como tales.

En contraste con tanta carne repudiada y tanto realismo, en las antípodas se sitúa el montaje de los Ponten Pie, compañía que se dio a conocer en Tárrega en 2009 a partir de un Laboratorio de Creación y que ha presentado su tercer espectáculo. Ârtica es una propuesta poética que se presenta en una pequeña cabaña de madera, en cuyo interior hace un frío que pela. Ataviados como si estuvieran en Siberia, los tres componentes de la compañía proporcionan abrigos a los espectadores antes de entrar y, una vez dentro, nos trasladan a un universo de nostalgia y despliegan una bonita historia sin palabras sobre el alma de los abrigos de los que ya no están.

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