La cueva de Alí Babá y otras lindezas

1. Librería 8 y ½. La cueva de Alí Babá para los cinéfilos como yo. Una de las mejores librerías de cine del mundo. Para vivir allí y no salir. Y para sentarse, con un libro en la mano, en las mesas del café exterior, frente a los Renoir y a los Golem, junto a los Princesa, a beber cine y a vivir cine (Martín de Heros, 11).

2. Plaza de Santa Ana. El del Teatro Español fue el primer escenario que pisé en Madrid, en 1968. Volver a esa plaza es como volver a la casa paterna: el teatro, la Cervecería Alemana, el café y los bolados de La Suiza, y la estatua de Calderón de la Barca al que me sigo encomendando en cada noche de estreno.

3. El barrio de las Letras. El paseo ideal. Mejor que un spa para relajarse y aislarse del mundo. Entro por Prado y León, callejeo por Lope de Vega, Quevedo y Cervantes, y salgo como nuevo por Huertas y Jesús. Y a veces deshago lo andado para volver de nuevo a la plaza de Santa Ana.

4. Restaurante Hylogui. La auténtica cocina tradicional. Mis judías verdes con jamón de toda la vida. Trato familiar, pero de familia unida, sin malos rollos. El encuentro inesperado con gente de mi oficio, o del periodismo, o de la cultura, en general. Y el recuerdo de todas las mesas llenas, en otro tiempo, de compañeros teatreros (Ventura de la Vega, 3).

5. La terraza del Círculo de Bellas Artes. A pie de calle, en la mismísima calle Alcalá. De día y de noche. En invierno y en verano. Sentarme y ver pasar gente. E inventar una historia para cada persona que pasa (Alcalá, 42).

6. Casa Manolo. Aprisionada entre el Teatro de la Zarzuela y el Palacio del Congreso. Mesas de mármol y sillas de madera. Barra con solera. Su tamaño pequeño, abarcable. Su menestra de verduras. Sus croquetas. Y su clientela habitual (Jovellanos, 7).

7. Librería La Central. En Callao. Recién llegada. Semiescondida. Hermana pequeña de las que viven desde hace años en Barcelona. Todos los libros y más. Suelos de madera y escaleras que crujen a cada paso. Me recuerda a Hatchard’s, mi librería favorita en Londres (Postigo de San Martín 8).

8. La Rotonda del Palace. Para un lujo. Para comer o merendar en buena compañía. Para una charla agradable y distendida, sin prisas. Para negociar un contrato y hablar de futuro mientras en el piano suena la música de Cole Porter, o de Gershwin, o de Irving Berlin (plaza de las Cortes, 7).

9. El Palacio de Cristal del Retiro. Más por fuera que por dentro. Me gusta su arquitectura frágil, transparente. Me gusta sentarme en la hierba, junto al estanque, y mirarlo. Sobre todo por las mañanas. He memorizado allí muchos de mis guiones y textos de teatro.

10. La Gran Vía. A pesar de todo. Aunque no es ni sombra de lo que fue. Porque soy masoquista. Porque me duelen las cicatrices de tantos cines perdidos, cerrados y tapiados. Porque quiere ser Broadway y no lo consigue. Y porque ahí siguen la SER y La Casa del Libro.