La Universidad rescata Can Ricart con una plataforma cultural
El antiguo complejo industrial del Poblenou está cerrado y muy deteriorado
¿Nueva oportunidad para Can Ricart? Lo que fue primero uno de los polígonos industriales del Poblenou del siglo XIX, después una mixtura de talleres de todo tipo —hasta 2006—, estuvo a punto de convertirse en un complejo de pisos y oficinas al uso de los tiempos de la expansión inmobiliaria y, después, vio frustrada su transformación en la Casa de las Llengües por la ausencia de recursos de la Generalitat, ahora parece que encara otro futuro. Cuando menos, la intención se ha plasmado en un “acuerdo marco de colaboración” firmado por el rector de la Universidad de Barcelona, Dídac Ramírez, y el teniente de alcalde de Cultura del Ayuntamiento barcelonés, Jaume Ciurana.
Lo que proyecta la UB en las naves de Can Ricart lo han bautizado con el nombre de “Plataforma Cultural”. Pese a que no tiene todavía un plan de usos concreto, sí está decidido que englobará —según el documento firmado— los estudios de comunicación audiovisual, el departamento de biblioteconomía y documentación, así como cursos de postgrado y másteres. En realidad, el espacio comprometido para ello engloba las naves de Can Ricart y también el recinto de Can Jaumandreu —en la calle de Perú— , otra antigua nave textil del Poblenou que tras comprarla el consistorio a principios de 2000 la convirtió en una de las primeras escuela taller de Barcelona Activa.
El Ayuntamiento de Barcelona cederá las naves a la UB
De momento, tanto el Ayuntamiento como la UB están en fase de gestionar la cesión del recinto de Can Ricart a la universidad, mientras esta elabora el proyecto y el plan de usos concreto, según señalaron fuentes del Consistorio. La cesión de los edificios podría realizarse en el plazo de dos o tres meses. No hay cifras de inversión, ni tampoco un plan de etapas. “Eso se determinará más adelante”, puntualizaron las mismas fuentes. Cuando la UB presente el proyecto se firmará el convenio de cesión formal entre las dos instituciones. El coste del programa lo asumirá la universidad mientras que el Consistorio se encargará y financiará la urbanización del entorno.
Si el proyecto prospera, la avenida Diagonal y el parque del Poblenou separarán el campus audiovisual de la UB en el recinto de Can Ricart del de otra universidad, la Pompeu Fabra, que está en el lado mar de la Diagonal. Una zona que, después del tirón inmobiliario de la década pasada, está rodeada de solares a la espera de mejores tiempos económicos y edificios que se han quedado a medio construir.
El propio recinto de Can Ricart es el ejemplo vivo de la época actual y de la lentitud de la toma de decisiones tanto por parte del Ayuntamiento de Barcelona como de la Generalitat de Cataluña, que han puesto al borde del abismo el conjunto de naves que fueron declaradas Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) por la propia Generalitat cuando parecían estar condenadas a la piqueta y ser sustituidas por edificios de oficinas y viviendas.
Ese fue el primer planeamiento urbanístico que aprobó el Consistorio en 2005: tiempos del post-Fòrum en el que el Poblenou tuvo un rapidísimo desarrollo. Ocho años después, Can Ricart se está cayendo a pedazos.
La presión vecinal, especialmente del entorno del Poblenou y de la Plataforma de la Ribera —se creó la plataforma Salvem Can Ricart,— obligaron al entonces alcalde, Joan Clos, a recular del proyecto inicial cuando ya habían empezado los derribos. El recinto tiene dos hectáreas y está compuesto por una decena de naves, la torre del reloj, una pequeña placita y una trama de calles entre las edificaciones típicas de las colonias textiles del siglo XIX. Aunque muy desdibujado, ese conjunto pervivió a lo largo de siglo pasado hasta que su propietario principal —Frederic Ricart, marqués de santa Isabel— decidió desalojar los talleres que trabajaban en el recinto para impulsar una promoción inmobiliaria.
En 2006 se aprobó un segundo plan que salvaba el conjunto antiguo y situaba las edificaciones —de altura considerable— en los ángulos. Pero en el ínterin pasó de todo: el edificio fue okupado —con una cerrada defensa de la plataforma—, fue desalojado, sufrió incendios, uno de ellos el mismo día que se aprobaba el plan...
El futuro del conjunto pareció clarificarse cuando la Generalitat decidió proteger con la declaración de Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) en marzo de 2007. Un año antes, Generalitat y Ayuntamiento —ambas con el tripartito al frente— decidieron que las naves centrales de Can Ricart —unos 7.000 metros— acogerían Linguamón-Casa de les Llengües, que iba a ser una entidad para promover la diversidad de las lenguas del mundo. Fue, de hecho, la única herencia del Fòrum.
A finales de 2007, la arquitecta Benedetta Tagliabue ganó el concurso que convocó la Generalitat a la que ya se había cedido el recinto. Y las obras arrancaron en 2009. “Empezamos eliminando las construcciones que se habían añadido a las naves originales y quitando algunas cubiertas”, explica la arquitecta que diseñó el proyecto que tuvo inicialmente un presupuesto de 18 millones de euros.
Los vecinos del recinto denuncian inseguridad porque saltan las vallas
“Estábamos trabajando cuando nos comunicaron que parásemos, que no había dinero”, recuerda sin ocultar que fueron momentos malos. La decisión de parar la obra y tirar atrás el proyecto la tomó el primer gobierno de Artur Mas cuando ya se notaba la dureza de la crisis económica. La otra parte de la urbanización —rodeando lo que iba a ser la Casa de les Llengües— de viviendas y oficinas tampoco se impulsó por el estallido de la burbuja. De hecho, esa pieza es uno de los grandes solares vacíos del Poblenou.
Desde hace tres años, las naves del recinto se han deteriorado mucho más al quedarse sin techo. Hubo una primera intervención de urgencia y se colocaron cubiertas de aluminio en algunas, pero no en todas, a la espera de que el complejo fuera otra vez propiedad del Ayuntamiento y éste tomara alguna decisión. En los próximos meses se realizarán trabajos de protección de la estructura con una partida de algo más de 200.000 euros de la liquidación del consorcio que debía impulsar el proyecto de las lenguas.
“Los críos saltan las vallas del perímetro y entran a jugar y algún día acabará pasando algo”, comenta una de las vecinas de un bloque de pisos de la calle de Bolivia desde el que se ve el desolador panorama.
Hasta la actividad de Hangar —el centro de producción artística anexo a Can Ricart— sufrió consecuencias y un día se quedaron sin luz. Alguien se había llevado los cables de cobre de los contadores que estaban dentro del recinto. Todo un rosario de calamidades en unas naves que, tal vez, acaben acogiendo universitarios. Ya se verá.
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