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El teatro vuelve a sus orígenes

Tres minisalas inauguradas en el Raval consolidan una nueva fórmula: espacios pequeños, obras cortas y más proximidad con el público

Una representación en un mini teatro de Robador.
Una representación en un mini teatro de Robador.gianluca battista

Un mimo coquetea con una espectadora, un actor habla desde una bañera a dos pasos del público y Pulcinella invita a todos a degustar productos italianos en el escenario. En pocos meses tres nuevas salas teatrales han aterrizado en el barrio del Raval de Barcelona para romper las barreras de los espacios convencionales. Más pequeñas pero polivalentes, han conquistado la atención del movimiento teatral. A pesar de la crisis, empeñada en acabar con todas las actividades culturales, la primera temporada ha sido un éxito.

El Àtic22 se inauguró en marzo como un teatro “más emergente y arriesgado, donde las compañías puedan ensayar, investigar la relación del espacio y jugar con los espectadores”, explica Julio Àlvarez, director de la sala y del teatro Tantarantana. “Este proyecto ha sido mi dosis de anti estrés, sino estaría muy deprimido porque la temporada en el Tantarantana ha sido dura”, añade. La Generalitat, ahogada hasta el cuello, ha tardado un año en pagar las subvenciones que aportan el 50% de los ingresos del Tantarantana, un pequeño teatro all'italiana abierto en 1992 en la calle Flors 22.

Según Àlvarez el teatro catalán ha evolucionado: “Últimamente me llegaban proyectos interesantes no aptos para un espacio tradicional. Cuando quedó libre el segundo piso del edificio del Tantarantana, lo alquilamos de inmediato”.

En cinco meses 1.500 personas han pasado por este espacio de 90 metros cuadrados. El director celebra la afluencia y la calidad de las ocho obras presentadas: “La crisis ha llegado cuando se están recogiendo los frutos de una fuerte inversión en la cultura: hace diez años la dramaturgia catalana era casi inexistente. Hubo una apuesta desde el Instituto de Teatro y también desde el Ayuntamiento: El resultado es que han salido hornadas de creadores muy bien preparados, que no aspiran a un contrato en el TNC o en el Teatre Lliure. Saben que tienen que buscarse la vida.”

El Miniteatres, inaugurado en mayo en la calle Robador 18, cuenta con actores y directores muy reconocidos de televisión y cine. Allí reina el microteatro: obras de unos 15 minutos en salas de 9 metros cuadrados con un precio de cuatro euros. “La crisis ha permitido que accediéramos a artistas de mucho tirón mediático que antes encajaban solo en un teatro convencional, donde se paga hasta 50 euros la entrada y el público es minoritario. Ahora se relacionan con un público heterogéneo y mayoritario” explica Pablo Ramos, uno de los fundadores del Miniteatres. Según Ramos “el actor ha vuelto a centrarse en la pura interpretación y a muchos directores les atrae el reto de condensar una obra en poco tiempo y con un aforo de máximo 16 personas.”

La Sala Fènix, activa desde marzo en la calle Riereta 31, se ha dedicado al teatro de máscaras, el cabaret, las marionetas y la comedia del arte. Hasta ahora 1.979 espectadores se sentaron en la sala de 45m² con un aforo de 50 personas. Entre ofertas y promociones la entrada vale 10 euros. Los socios trabajan todo el tiempo y sólo contratan al técnico de luces y sonido. También los ocho responsables del Àtic22 hacen de todo: “Yo soy el director artístico y también estoy en la taquilla. Es una vuelta a los orígenes, pero lo hago desde el convencimiento de que es lo que hay que hacer. Estamos abriendo una vía importante”, relata Àlvarez. El espacio quiere ser un modelo alternativo de gestión cultural.

Para septiembre el Miniteatres sacará una franja diurna para captar al público infantil y proponer cursos de marionetas, coctelería e interpretación. La Sala Fènix generará más ciclos teatrales y colaboraciones alrededor de la programación principal. El Àtic22 desarrollará proyectos fijos de dramaturgia y danza para todo el año. El objetivo a largo plazo es convertir el edificio entero en una fábrica de creación.

 

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