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La conflictividad aumenta en Picassent por la falta de personal

Los trabajadores de la cárcel denuncian agresiones y amenazas

Ferran Bono
Un vehículo de la Guardia Civil, ante la cárcel de Picassent (Valencia) durante el motin de presos que se desarrolla en el centro penitenciario.
Un vehículo de la Guardia Civil, ante la cárcel de Picassent (Valencia) durante el motin de presos que se desarrolla en el centro penitenciario.Santiago Carregui

La prisión valenciana de Picassent, con cerca de 2.300 personas, alberga el mayor número de reclusos de toda España (hasta hace poco de toda Europa) y es una de las más conflictivas del país. Sin embargo, se ha reducido el número de trabajadores y no ha disminuido su población como en otras cárceles, a pesar de que en los últimos nueve meses se han producido ocho agresiones a funcionarios y más de 127 amenazas, según denunció este miércoles el sindicato mayoritario del sector, Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip), en Valencia.

La conflictividad de Picassent, municipio distante 18 kilómetros de Valencia, se deriva de “la mezcla muy diversa de internos, jóvenes, adultos, mujeres y hombres en primer grado (régimen que se aplica a los internos más peligrosos)”, señala un comunicado de Acaip. Un portavoz del sindicato explicó a este diario que la tasa de reincidencia en los hombres recluidos en Picassent supera la media española y es un 15% mayor en el caso de las mujeres. “El preso reincidente no tiene por qué ser más conflictivo, pero entre los más peligrosos suele haber un gran número de reincidentes”, señaló. Los reclusos con patologías mentales precisan de una mayor atención porque, aunque sin ser más violentos, sí tienen a veces reacciones inesperadas o incontroladas por el cambio en la medicación o porque no se la toman, por ejemplo.

La tasa de reincidencia en los hombres recluidos en Picassent supera la media española

Desde hace dos años ha habido una reducción de 50 funcionarios en Picassent y no se ha arbitrado un sistema de turnos, como sí ha ocurrido otros años, para cubrir las vacantes a cambio de días libres a lo largo del curso, siempre según las mismas fuentes. “Y no es lo mismo entrar un funcionario solo que acompañado en un módulo con un centenar de reclusos”, explica el portavoz de Acaip.

En los últimos nueve meses, el centro penitenciario de Picassent, inaugurado en 1990, ha registrado 1.120 incidentes graves o muy graves, entre ellos ocho agresiones a funcionarios, 127 amenazas y 15 casos de intoxicación por consumo de droga entre internos, según la denuncia de los representantes de los trabajadores, que aseguran que los datos que emplean proceden de fuentes oficiales.

En los últimos nueve meses

“Cabezazos en la cara, patadas, puñetazos son algunos de los métodos utilizados por los internos para agredir a los trabajadores”. Se han producido también incidentes que no han llegado a la agresión “o por suerte o por intervención de otros internos”, añade el comunicado.

El sindicato manifiesta su preocupación por “el déficit endémico” de personal en Picassent “debido al maltrato desde la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias", que “lo considera un centro normal a la hora de dotación de personal”.

Este diario contactó con el citado departamento del Ministerio del Interior en la mañana del miércoles para recabar su opinión, además de recoger más datos, a propósito de la denuncia del sindicato. Sin embargo, no había habido ninguna respuesta de momento.

“Ha quedado demostrado en numerosas ocasiones que cuando el número de funcionarios prestando servicio se reduce, se incrementa la conflictividad, ya que los trabajadores no pueden llevar a cabo una adecuada vigilancia y control de lo que sucede en el Centro, y es quimérico el poder cumplir con los objetivos constitucionales de reinserción de los internos”, apunta el comunicado de Acaip.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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