¿Quién mató a la enfermera?
Tras ocho meses encarcelado, el juez deja en libertad al hombre acusado de asesinar a su esposa
El conocido como crimen de la enfermera amenaza con convertirse en otro de los muchos casos que en los últimos años han quedado sin resolver en Jaén. Antonia González Osuna, una conocida enfermera de 46 años, apareció muerta en su domicilio de la capital jiennense el pasado 9 de octubre. Fue encontrada con una jeringuilla clavada en una de sus muñecas, lo que hizo sospechar que se trataba de un suicidio. Pero la autopsia reveló que podría tratarse de una muerte violenta y, varias semanas después, se detuvo de forma sorpresiva a su marido, Jesús Arteaga Parras.
Después de ocho meses encarcelado, el único inculpado por el crimen ha abandonado esta semana la prisión provincial de Jaén tras un auto del Juzgado de Violencia de Género. Ha sido decisivo un informe pericial en el que se ha rectificado la hora de la muerte de Antonia. La decisión judicial ha dado una vuelta de tuerca a este caso rodeado desde el principio de un halo de misterio que ahora se agrava aún más.
Al salir de la prisión, Arteaga, funcionario de la Universidad de Jaén, fue recibido por numerosos familiares y amigos que han creído en su inocencia desde el primer momento y que han protagonizado varias concentraciones frente a los juzgados pidiendo su libertad. En ese grupo había incluso personas del entorno familiar de Antonia.
Pero la Fiscalía ha anunciado un recurso contra la decisión del juez ante lo que considera “persistencia de indicios” que le llevan a “seguir pensando” en que es el autor de la muerte de su mujer.
Juicio por el procedimiento del jurado
El juicio por el crimen de la enfermera será por el procedimiento del jurado, según determinó el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Jaén. Jesús Arteaga está imputado por el Ministerio Fiscal y por la Junta de Andalucía, que ejerce la acción popular a través del Instituto Andaluz de la Mujer.
A expensas de que se pida alguna prueba nueva, las partes deben presentar ahora su escrito de calificaciones provisionales y, tras su remisión a la Audiencia Provincial, se fijará la fecha del juicio. Sorprende que en este caso no exista acusación particular tras la renuncia de la familia de la enfermera. De hecho, en el momento de su imputación, los cuñados de Arteaga renunciaron a presentar acusación y también a recibir indemnización alguna. “Es significativo que la familia de Antonia lo vea incapaz de cometer el crimen”, señala Diego Ortega, abogado del imputado. La Universidad de Jaén, donde trabaja Jesús, ha respetado la presunción de inocencia y no le ha suspendido de su empleo. La defensa venía pidiendo la puesta en libertad de su cliente desde el pasado noviembre, pero no ha sido hasta ahora, con el nuevo informe forense, cuando el juez ha atendido la petición.
Tanto el Ministerio Público como el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), también personado en el caso, sostienen que Jesús asesinó a su esposa y calculó hasta el más mínimo detalle del crimen. Todo lo contrario de lo que opina la defensa del acusado, que ejerce el letrado Diego Ortega, que pide su libre absolución por falta de pruebas.
Según el informe que elaboró en su día la policía, el marido de la enfermera trazó una “minuciosa coartada” para eludir su responsabilidad en el crimen. Jesús testificó que llamó al 061, informando de que se había encontrado a su mujer con una jeringuilla clavada en una de sus muñecas y que había intentado reanimarla sin resultado positivo, sin percatarse de que estaba muerta. Le dijo a la Policía que mantenía una buena relación con su esposa, aunque, como en todos los matrimonios, ocasionalmente tenían sus desavenencias. No existía ninguna denuncia por violencia de género.
El día anterior a la muerte de Antonia González, el 8 de octubre, habían discutido, motivo por el cual el marido se marchó del domicilio conyugal para pasar la noche en casa de un compañero de trabajo. Al día siguiente fue a trabajar, almorzó con unos compañeros y realizó diferentes visitas y compras a lo largo de la jornada. En varias ocasiones, pasó por la calle del domicilio familiar, observó que no había luz en el mismo y efectuó diferentes llamadas telefónicas a su mujer sin resultado alguno. Alarmado por la falta de respuesta, se dirigió directamente a la vivienda y encontró a su esposa tendida en la cama.
Antonia tenía clavada una jeringuilla con restos de un anestésico que, al parecer, usaba para dormir. Al principio, la policía tomó el caso como un suicidio. Sin embargo, los primeros informes forenses revelaron que la inyección se la habían puesto después de muerta y que su fallecimiento se habría producido 24 horas antes de que la encontrasen. Los forenses mostraron su certeza de que la muerte fue por asfixia. Además, la mujer tenía bajo las uñas restos de ADN masculino, que análisis biológicos posteriores determinaron que eran de su marido.
Pero un estudio encargado por la defensa y realizado por forenses de la Universidad de Málaga apuntaba a que la causa de la muerte fuera el consumo de Propofol (el anestésico que mató a Michael Jackson). Según la defensa, no se tomaron suficientes muestras en órganos como hígado o riñones como para confirmarlo o descartarlo con certeza absoluta. El Instituto de Medicina Legal de Jaén determinó en un primer informe pericial que la muerte de Antonia se produjo entre las 17.00 y las 18.00, pero el mismo instituto ha rectificado ahora ese informe y fija la hora del fallecimiento en torno a las 21.00. Tras ese informe, que el juez Miguel Sánchez Gasca admite en su auto como “sorprendente”, Jesús ha quedado en libertad sin fianza a la espera del juicio.
La defensa de Arteaga ha sostenido desde el principio que su cliente no estaba en la vivienda cuando se produjo la muerte de su esposa. Jesús siempre ha declarado que salió de casa a las ocho de la tarde y que su mujer estaba con vida. La nueva hora determinada por los forenses avala su línea defensiva.
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