Sin miedo a los estribillos
El cantautor es tan directo y empático, tan indisimuladamente contagioso, que su talento siempre aflora
Algo le echarán al agua en Granada para que proliferen allí los cantautores talentosos como proliferaban los intermediarios en la trama Gürtel. Bruno Bonacorso no es granadino de cuna, como delata su acento innegociable, pero el argentino de Rosario se dio a conocer a orillas del Genil junto a su paisano Fede Comín y Elena Bugedo en La BBC y los Minicomponentes. Ahora se independiza con un breve y delicioso primer disco, El antídoto, original hasta en su presentación, un tarrito de las esencias que esconde un USB. La entrada en Galileo Galilei fue muy discreta para saludar este compendio reconcentrado de canciones para corear sin remilgos. Pero no nos impacientemos: BB es tan directo y empático, tan indisimuladamente contagioso, que su talento aflorará.
Si Comín y Bugedo apuntaban más hacia Drexler o Vainica Doble, Bruno es directo como un disparo al pecho. “El único camino que hay va de tu colchón a mi corazón”, repite el tema inaugural, travesura pegadiza que parece escrita por Ariel Rot pero deriva en una cita de You shook me all night long’(AC/DC). Los motivos del violín, a veces fronterizo y otras celtoide, se repiten tanto como las alusiones: Te veo bailar, que firmaría con gusto Fito Páez, deriva en With or without you (U2); la balada If you are’acaba convirtiéndose en Can’t help falling in love’y Mundo tarado es un delirio medio rapeado que intercala Los ejes de mi carreta’y Hey Jude.
Todo sea por atrapar al oyente. Bonacorso es tan pop que jamás le tiene miedo al estribillo. “Los chicos quieren una canción, una sola melodía”, canta en la estupenda Pozo profundo como involuntario leit motiv. Y hasta su versión de Nostalgias, ese tango demoledor de Cadícamo, incluye un riff de guitarra. A Bruno aún lo conocemos poco, pero –avisamos– resulta arrollador.
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