Necropsia de una sociedad
La compañía andaluza La Zaranda estrena ‘El régimen del pienso’, su último desgarro poético sobre los deterioros contemporáneos, en el María Guerrero
Que un grupo que desde hace casi 30 años está considerado como uno de los exquisitos malditos del teatro español llegue al escenario del Teatro María Guerrero ya dice mucho del grupo. Y quizá también de los programadores del Centro Dramático Nacional.
El caso es que La Zaranda Teatro Inestable de Andalucía la Baja es una rara avis de la escena española, que no se casa con nadie, que no calla ante nadie, cuya poética del desgarro (más bien del desgarrón) nunca llegó a los teatros comerciales, aunque en los últimos 15 años fue introduciéndose, poco a poco, como una droga irresistible, primero en el Teatro de la Abadía, luego en el Teatro Español, ahora en el templo sagrado del María Guerrero, sede del CDN. Ahí representan hasta el 7 de julio su último vómito esperpéntico: El régimen del pienso, escrito por el autor de cabecera de este grupo, Eusebio Calonge, una suerte de poeta escénico, y dirigido (¡cómo no!) por el antilíder Paco de la Zaranda. Y en la memoria de ambos el germen ideológico de la compañía, Juan Sánchez, fallecido hace tres meses. Y sus actores emblemáticos, Luis Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez, a quienes se ha unido en este espectáculo Javier Semprún. Y sus músicas tan antimoda, en esta ocasión de Pablo Luna, J. N. Hummel, Orlando Portocarrero y su Banda el Coro de Monges do Mosteiro de São Bento.
Para hablar de El régimen del pienso apelan a las palabras de Tolstoi en Sonata a Kreutzer: “Si hay mucho hierro y qué metales hay en el Sol y las estrellas, eso se puede saber pronto; en cambio, denunciar la vida de cerdos que llevamos resulta difícil, demasiado difícil... Usted, al menos, me escucha y, aunque solo sea por eso, ya le estoy agradecido”. Claro que también recurren a Nostradamus y sus profecías para apuntar: “Hombre yacerá con Cerdo en desorden. Pestilente tufo recorrerá el reino”.
Lo que tienen claro es que este espectáculo refleja una realidad que ellos tratan de plantear como algo muy cercano a un compromiso social y de hecho hay algo de metáfora orweliana en su trabajo: “Manejamos otro tipo de códigos distintos que no es más que una consecuencia de nuestro intento de rescatar lo poético para aplicarlo a nuestras obras, a sabiendas de que el resultado es algo ajeno al teatro actual, pero La Zaranda asume ese riesgo ya que nuestra intención no es otra que contagiar, fundamentalmente a los espectadores, la pulsión del teatro”, señalan Calonge y Paco de La Zaranda.
Este grupo de culto con fieles seguidores que piensan que si existe dios, es muy probable que sea el que ha mandado a La Zaranda a que nos enseñen a los humanos cómo se hace teatro, y cómo convertir el arte escénico en un ritual donde no falta la oración, los lamentos, el recogimiento y, lo que quizá para ellos sea más chusco, el voto de pobreza al que se ven obligados desde hace 35 años, unas veces porque no eran considerados, otras por ser mucho más conocidos fuera de España que dentro, otras porque no estaban en los circuitos comerciales, otras porque no se contaba con ellos en los teatros públicos, otras por los recortes, otras…..
En esta ocasión han podido coproducir con el Festival Temporada Alta de Gerona, donde se estrenó el espectáculo hace unos meses. Un montaje en el que se habla de una epidemia porcina provocada en principio por un factor nutricional. Hay investigadores que sostienen que la causa es el engorde rápido, el exceso de pienso, otros apuntan al mal reparto de este. Las teorías veterinarias enfrentan pero no frenan el índice de mortandad en las pocilgas... Se inicia, una simulación medioambiental para clarificar las causas. La industria porcina comienza a verse afectada, su personal eliminado según los índices de rendimiento. La lucha por el puesto, con el único horizonte de un horario rutinario y vacío, sin más esperanza que la de una muerte indolora, hace que las vidas del cerdo y el hombre se crucen, se confundan. “Archivos, necropsias, el simulacro de existencia que representamos, en la que los artistas son forenses o los forenses simulan ser artistas, meros burócratas tramitando la nada oficial, científica o financiera”, dice Calonge de este trabajo que califica de necropsia de una sociedad.
Una vez más La Zaranda, que recibió el Premio Nacional de Teatro en 2010, quiere ser un grupo que sea discernidor, que preserva lo esencial y desecha lo inservible, desarrollando una poética teatral que, lejos de fórmulas estereotipadas o efímeras, ha consolidado en un lenguaje propio, que siempre intenta invocar a la memoria e invitar a la reflexión.
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