_
_
_
_
_
POP | CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La serena madurez de Los Secretos

Los Secretos tienen tanto callo que hasta La Riviera no sonaba mal del todo

Foto: atlas | Vídeo: ÁLVARO GARCÍA | ATLAS

Cualquier aficionado al pop español no solo conoce de sobra a Los Secretos, sino que podría enumerar sin titubeo cuatro o cinco de sus títulos más emblemáticos. En realidad, se estaría quedando muy corto. A lo largo de estos más de 30 años de existencia honesta, coherente y azarosa, la formación madrileña nunca se ha caracterizado por el estruendo ni la altanería, pero sí por diseminar una nómina de composiciones imborrables que ronda ya las dos docenas. Por eso, su concierto de anoche en la Riviera se planteó como una fiesta inevitablemente extensa (imposible bajar de las dos horas) y, si acaso, un tanto predecible: los éxitos más o menos obligatorios son tantos que el margen para la sorpresa resulta exiguo.

Desde que Enrique Urquijo se nos fue (y de eso, cielo santo, han transcurrido casi 14 otoños), el trío que comanda su hermano Álvaro ha aminorado la carga de congoja, porque el carácter de cada cual es intransferible, pero se comporta con elegancia impoluta sobre las tablas. El menor de los Urquijo es poco proclive a solemnidades o elocuencias y se limita a anotar alguna dedicatoria o confesión, como que la soberbia Pero a tu lado, saludada con el primer gran karaoke colectivo de la noche, es su título favorito de toda la discografía. Pero la eficacia del cantante, sus dos viejos camaradas (Jesús Redondo y la exquisita guitarra de Ramón Arroyo, ese dandi casi siempre imperturbable) y los otros dos músicos que completan la alineación en directo ofrece pocas dudas.

Los Secretos tienen tanto callo que hasta La Riviera no sonaba mal del todo. Y ayer solo dejaron abierto el debate de su escaso apego por el cancionero posterior a la pérdida de Enrique: modesto de por sí (solo tres discos de estudio entre un marasmo de recopilatorios y entregas en directo, acústicas u orquestales) y timidísimo, una vez más, en el repertorio. Si es por falta de confianza en él o por conservadurismo tendrán que calibrarlo los interesados.

En este mundo raro, el tema que titula el muy correcto último álbum, es un irreprochable ejemplo de ese country-rock a la californiana que la banda siempre ha cultivado con buen tino. Cosa distinta es compartir su tesis argumental, según la cual "la ignorancia es a veces hermosa"; en todo caso, puede ayudar a vivir en la inopia y ahorrarnos desazones de otro modo insalvables. Hay, en general, atisbos de positivismo en estos Secretos que transitan por su cuarta década: la inaugural Buena chica suena más eléctrica y chisporroteante que nunca, con el bonito contrapunto de las imágenes históricas en la pantalla gigante; la fantástica No me imagino se intuye más esperanzada que derrotista, como si la inevitabilidad de la pérdida conllevara la posibilidad de la reconciliación, e incluso la facción mexicana (Agárrate a mí María, La calle del olvido, Ojos de gata) amortigua algo el acento dramático de las rancheras.

La única sorpresa monumental la proporcionó Tu tristeza, un tema del último disco de Enrique Urquijo y Los Problemas que Los Secretos rescataron anoche para complacer a un seguidor que, por lo que explicaba Álvaro, les ha acompañado en un centenar largo de conciertos. Todo lo demás no hizo sino certificar la solvencia de un grupo que, con su serena madurez, aún puede contar historias a pie de carretera.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_