Cada uno a lo suyo
No existe alternancia ni ideas compartidas sino solo tres miniconciertos
Poco se sabía de antemano sobre esta extraña convergencia de tres de nuestros rockeros más populares, al margen de que reivindicaban al gran Moris (Rock de Europa) y habían sustituido apresuradamente el emplazamiento inicial, el Palacio de Vistalegre, por otro con la cuarta parte de capacidad, La Riviera. Traducido: las expectativas iniciales no se cumplían, pero al menos cambiaba la acústica infame por otra solo mediocre.
Por lo demás, la emergente gira Uno de los nuestros nada tiene que ver con una alianza entre sus partícipes y más bien podría titularse Cada uno a lo suyo. No existe alternancia, conjunción de fuerzas, ideas compartidas ni nada parecido a una coalición, sino solo tres miniconciertos con sus tres respectivas bandas, intervalos de veinte minutos entre ellas y media docena de colaboraciones muy ocasionales.
Ariel Rot asumió el papel más minoritario y maduro: pocos corearon Hasta perder la cuenta, pero fue lo más elegante que sonó en tres horas y media. Leiva irrumpió con formato de octeto (metales incluidos) y en tropel, acelerado y dispuesto a corroborar su habilidad para el estribillo instantáneo. Y José María Sanz mostró su faceta más guitarrera, chuleta y arrolladora, alternando temas recientes con una catarata de grandes éxitos, aunque cuesta evitar la náusea con La mataré: será un clásico, pero no tiene maldita la gracia. Mejor será enjuagarse la boca con la fiesta final, esta vez colectiva, de Rock&roll star y Qué hace una chica como tú…
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