La sonrisa del cono sur
Kevin Johansen y sus inseparables The Nada presentaban, por fin, su ambicioso ‘Bi’
Nada es convencional en las peripecias de Kevin Johansen desde el día mismo en que asomó al mundo, y eso es bueno para quien pretenda pasarse la vida deambulando por los escenarios. Este personaje nacido en Alaska, destetado en California y hecho hombre en su Buenos Aires querido ha integrado el pop y los ritmos folclóricos con tal empeño que suele hablar de su música como "desgenerada”. En realidad, su canción infectada de cumbia, milonga o son cubano tampoco no queda lejos del territorio que habita el ahora barbudo Jorge Drexler, que supo camuflarse anoche en una Sala But bullanguera. Ni del brasileño Paulinho Moska, con quien compuso recién Waiting for the sun to shine, una de las piezas al tiempo más sencillas y deliciosas de su repertorio.
Johansen salió aferrado al charango y adscrito a la veta terruñera, pero sus miras son eclécticas y carentes de complejos. “No me pasa como a Álex Ubago, al que siempre alguna mujer le tiene a mal traer”, ironizó en una de sus puyas más gloriosas. Pero Kevin ya no siente la necesidad de resultar gracioso en cada verso o parlamento, y se agradece. Incluso Fantasmas de carnaval aporta oscuridad sinuosa, todo un hallazgo para un temperamento tan expansivo.
Johansen y sus inseparables The Nada presentaban, por fin, su ambicioso Bi (¿alguien se ha parado a pensar en la presente avalancha de álbumes dobles, justo cuando la industria lo daba casi todo por perdido?). “Tranquilos, no queremos atosigarles”, anunció el insólito cantautor, que alternaba las perlas de nuevo cuño (No digas quizás y ese verso glorioso: “Sigo buscando un amor sin peros en la lengua”) con los clásicos. Desde que te perdí relata con perfidia el éxito sobrevenido a una ruptura sentimental, Modern love transfigura a Bowie en baladista porteño y No me abandones fue la fiesta de los bailongos autorizados a subir a escena. Pero nada tan celebrado como Anoche soñé contigo, un himno encantador con el que nuestro hombre esboza la sonrisa del cono sur. Hermoso comprobar que aún quedan latitudes donde sus pobladores encuentran motivos para sonreír.
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