Tan hermoso, tan nuestro

Tiene un largo camino recorrido el grupo Raíces, siempre con el mismo rigor y la misma frescura en el tratamiento de la tradición musical. El acercamiento al mundo sefardí se remonta a los primeros años de la formación, allá en 1972, y tiene su punto álgido de contribución a la memoria histórica en una antología de la canción judeo-española grabada en disco en 1998. Con estos mimbres se presentaron ayer en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes para, bajo el título Palavricas d’amor, hacer un recorrido por cantigas, romanzas, cantos de boda, nanas o rituales de baño, en los que el espectador español se reconoce de inmediato, tal y como el grupo desea.

En el sexteto actual hay dos parejas padre-hija, el mayor homenaje posible a la continuidad familiar en este repertorio. La maestra de ceremonias y cantante María Luisa García derrocha simpatía en sus didácticas intervenciones y un melodismo poético que conmueve en el desarrollo de los diferentes temas. Carlos Montero la arropa desde su guitarra de ocho cuerdas y asimismo los González y los Lorenzo ponen desde el laúd contralto, la bandurria, la guitarra y el violín toda la fantasía necesaria para que la música fluya con tanta afectividad como respeto a los valores de toda la vida.

El concierto fue de una gran hermosura. Todo se desarrolló con naturalidad, con ternura. Había también cierto toque de melancolía. Tenía la velada sabor añejo, una sensación de recuperación de otros tiempos y otras maneras de hacer. El grupo Raíces mantiene sin concesiones su filosofía y su estilo. Hay que agradecérselo de corazón.