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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El tren de toda una vida

La gestión de las líneas de cercanías es compleja, por culpa de unos y de otros, y más en la que une el Ripollès con Barcelona

Ramon Besa
Aspecto de la estación de Centelles.
Aspecto de la estación de Centelles.albert alemany

El bar está cerrado y las cortinas tiradas no disimulan que echaron la llave deprisa y corriendo, en busca seguramente de la fiesta dominical. Tampoco quedaría muy clara la entrada al hotel de al lado si no fuera por la bandera catalana y la europea que ondean sobre una puerta chapada. Y a nadie se le ha ocurrido en mucho tiempo sentarse un minuto en el fotomatón que se levanta junto a una placa conmemorativa del centenario de la inauguración de la línea: la firma el Ayuntamiento de Vic con fecha 5-10-1980. No hay más signo de vida propia en la estación que la de un vigilante de seguridad y un empleado que atiende en una taquilla a los usuarios.

Un señor mayor se queja porque el interventor no ha querido dar continuidad a su billete hasta La Molina y ha tenido que bajarse en Vic. Una, dos y hasta tres señoras le reprenden porque la cola no avanza y el tren no tardará en pasar. Ninguna se atreve con dos máquinas automáticas que expenden billetes a través de la tarjeta de crédito o en metálico. Al minuto se anuncia por megafonía la partida del tren con destino a L’Hospitalet por la vía 1. El rótulo luminoso de la vía 1, sin embargo, pone en mayúsculas: Ripoll. Los pasajeros desconcertados se mezclan poco a poco con los impasibles hasta que unos y otros se montan a tiempo en el vagón correcto.

A menudo se impone un silencio sobrecogedor, paso previo al miedo a confundirse; a llegar tarde

Algunos necesitan constatar que no se equivocan de tren y no paran de preguntar a cuantos ya han tomado asiento, acostumbrados a que la información oral y escrita sea contradictoria, cuando la hay, porque no siempre se dan explicaciones. A menudo se impone un silencio sobrecogedor, paso previo al miedo a confundirse; a llegar tarde después porque la media de retrasos es de 20 a 30 minutos; a que el tren se pare por una avería nunca solucionada o no arranque por falta de electricidad en la catenaria; a que pase alguna de las muchas cosas que pasan siempre en la línea R-3 de L’Hospitalet a Puigcerdà.

El inventario de incidencias resulta sorprendente para quien disfruta también de un viaje puntual y correcto. Aunque la mayoría son técnicas, también se cuentan las incívicas y hasta las más insospechadas. Los viajeros las denuncian porque si no nadie se creería que se puede anular un tren porque el maquinista se ha quedado dormido en Puigcerdà. Al personal de Renfe y Adif se le acusa a veces de fomentar huelgas encubiertas como protesta contra la futura liberalización del transporte ferroviario y los trabajadores se quejan por su parte de actos incívicos protagonizados por usuarios alborotadores, como ocurrió el lunes pasado, o denuncian demoras por obstáculos en la vía.

La gestión de las líneas de cercanías es especialmente compleja, por culpa de unos y de otros, y más en la que une el Ripollès y Osona con Barcelona. No se culmina el traspaso de Fomento a la Generalitat y, mientras tanto, se impone la sensación de provisionalidad y a veces de desmantelamiento, por más que se invierta en accesos, andenes y demás infraestructuras. A corto plazo se anuncia que solo quedarán dos estaciones con personal (Vic y Granollers) y se sabe que en las demás difícilmente se renovarán las concesiones a los bares que se ganan la vida a cambio de expender los billetes y, en contrapartida, funcionan como hogar y en algún caso ofrecen servicios como el wifi y ejercen de librería.

Aspecto de la estación de Centelles.
Aspecto de la estación de Centelles.albert alemany

Ya no quedará negocio para la localidad de paso, a menudo más pendiente de la vía que de la carretera, ni habrá guarida para resguardarse del frío desgarrador y de la negra noche en espera del tren. Imposible preguntar, quejarse o encontrar consuelo en la taquilla. La duda está en saber si todavía quedará algún valiente capaz de subirse al tren desde una estación fantasma, entreabierta, mal cuidada o sin mantenimiento, a la larga sustituidas por las máquinas. Ninguna cámara podrá garantizar la seguridad. Ni siquiera la figura del revisor, todavía en nómina y en danza, atempera una imparable deshumanización.

Hoy el interventor todavía riñe a un joven por no haber picado el billete cuando al parecer la máquina expendedora se ha quedado sin tinta. La discusión sube de tono cuando un estudiante se interpone para recordar al revisor que alguna vez modifica su reloj a la hora de marcar el ticket para que no conste el retraso y evitar así que el viajero pueda reclamar un billete gratuito si la tardanza supera los 15 minutos. El control resulta imposible cuando el tren llega a Mollet. La gente se va amontonando, no hay quien encuentre asiento ni se añaden más vagones y el griterío de pequeños y mayores, móviles de por medio, hace imposible escuchar el aviso de las paradas para desespero de una turista francesa que quería bajarse en Parets y está en Torre Baró.

El tren ha llegado esta vez puntual, de manera que ha tardado más o menos el mismo tiempo que hace treinta años, o hace cien, porque la vía continúa siendo una e igual de lenta y ahora hay que fichar a la salida de la estación término. No hay manera de alcanzar Barcelona desde Vic en menos de una hora y cuarto u hora y media, por 5,70 euros. No mejoran las cosas y aumentan las acciones de protesta y solidaridad de los usuarios, siempre perseverantes, desquiciados porque Renfe no tenga capacidad de respuesta al menor problema, como cuando un viajero pide que le extiendan un billete para llegar a La Molina.

¿Y cómo es que usted viaja en tren, con tantos inconvenientes, y no toma el coche o el bus?, pregunto a mi compañero de viaje, ilustrador de mil y una aventuras de la línea. “Viajo en tren desde mi época de estudiante, hace ya más de veinte años, cuando nos juntábamos los lunes y los viernes en un vagón que funcionaba como cordón umbilical entre Vic y Barcelona. Allí declaré un día mi amor a la chica que me tenía loco y me pidió tres días de tiempo para responderme. Hoy es mi esposa. Me acostumbré a esperar, a la incertidumbre, a viajar sin necesidad de llegar a tiempo sino simplemente de llegar cuando se llega”.

No es una cursilada sino la historia de una aventura que indefectiblemente, desde toda la vida, con o sin personal en la estación, haya o no bar, exista o no un apeadero de por medio, nunca va más de prisa. Hay mucha gente que a diario aguarda al tren. La R-3 movió 6,4 millones de viajeros en 2011.

“¿Sabe cuál es mi miedo?”, acaba un viajero habituado a las incidencias y a la despersonalización de la línea. “Que nosotros seguiremos aguardando al tren, pero un día no pasará y será para siempre”.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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