El PP consagra a Baltar hijo en Ourense con el beneplácito de Feijóo
Dirigentes populares loan al padre, investigado por el juez y ausente en el congreso
Llegó, vio y venció. Manuel Baltar perpetúa la dinastía baltarista al frente del PP en Ourense tras ser encumbrado con el 94% de los votos en el congreso provincial del partido. Con el apoyo de Alberto Núñez Feijóo y como candidato único, el cónclave nada tuvo que ver con la agitada cita de 2010 en la que los baltaristas vapulearon, entre abucheos e insultos, al candidato de Feijóo, el alcalde de Verín, Juan Manuel Jiménez Morán. Tres años después, el considerado Judas por la dinastía se ha sentado a la derecha del hijo, pero sin el padre. El exbarón todavía no ha perdonado la traición.
Baltar padre, suspendido de militancia tras su imputación por prevaricación, optó por quedarse en casa el día en que su hijo fue aupado, incluso por sus rivales. Ni siquiera asistió como invitado. Y eso que había casi 600. Feijóo explicó a preguntas de este diario que “no vino porque no quiso” y que “mandó recuerdos por su esposa”, que sí estaba. A pesar del ambiente cordial, la saga familiar sigue ejerciendo el bastón de mando. “Que cada uno aplauda cuando quiera” espetó Baltar antes de empezar su discurso. La presidencia había solicitado dejar las loas para el final.
La nueva directiva está sembrada de cargos afines a Feijóo que alimentaban la herida entre las dos familias. Los nuevos estatutos establecen a los miembros del comité ejecutivo autonómico como miembros natos de las directivas provinciales, así que la integración venía impuesta. Sin embargo, el ourensano recogió el guante lanzado por el sector crítico, que pidió “un comité tranquilo”. Baltar mantiene a su núcleo duro, con hombres como Rosendo Fernández o Jorge Pumar. Pero ha colocado a su exrival, Jiménez Morán, como número seis. Cristina Romero, diputada afín al sector gallego, asciende fulminantemente para convertirse en portavoz. Baltar presumió de que su directiva será la primera con mayoría femenina: 40 mujeres frente a 39 hombres. Sin embargo, los puestos más relevantes siguen copados por ellos. El conselleiro, Jesús Vázquez, o la exsecretaria xeral, Carmen Pardo, ajenos al baltarismo, también tienen hueco. El superdelegado de Ourense, Rogelio Martínez, encausado judicialmente, queda fuera.
Feijóo lo felicitó: “Los resultados son tu mejor aval, dentro y fuera del partido”. Remató las cuestiones orgánicas dando las gracias a Baltar “por hilvanar, unir y coser este partido en Ourense”. Por su parte, Baltar llegó a afirmar que “este es el PP de Alberto Núñez Feijóo”. Aunque también lanzó dardos envenenados. “No queremos corruptos. Fuera de la política” sentenció a gritos, mientras el superdelegado de la Xunta en la provincia, condenado y nuevamente imputado, permanece como militante y en su cargo respaldado por Feijóo.
El presidente del PP de Lugo, Xosé Manuel Barreiro, lanzó una retahíla de elogios al baltarismo entre aplausos y felicitó a Baltar por “sentirse orgulloso de su apellido”. “Y hace bien”, espetó. Además destacó que “acreditó méritos propios” para encabezar el PP ourensano. Aunque recordó a Feijóo que “este éxito también es un mérito tuyo”. Nadie aplaudió.
Rafael Louzán, desde Pontevedra, agradeció “alto y claro” a “los que estuvieron antes y que ahora no están” que tanto “dieron por este partido” y permitieron consagrar “la unidad”. Esta fue la primera referencia a Baltar padre en todo el cónclave. Sólo Gerardo Fernández Albor nombró expresamente al exbarón ausente. Hay que reconocer que “Baltar es un gran hombre” aseguró. “Si sigue así, José Manuel ya no será solo el hijo de Baltar” explicó el presidente de honor.
Incluso el hijo obvió citar a su progenitor. Baltar enumeró a figuras clave como Fraga o Victorino Núñez, pero no a su padre. Un video repasó su trayectoria política. Las fotos con Feijóo se contaron por decenas. Baltar padre apareció en tres y siempre en segundo plano. Aunque habló de él sin nombrarlo cuando clamó a favor de “la presunción de inocencia” sin citar la investigación judicial sobre los enchufes de la diputación. También reconoció “lo importante que es la familia” en política.
El partido del cacique sin cacique
Baltar no puede deshacerse de Baltar. El congreso de la consolidación del hijo-sucesor del expatrón del PP ourensano ha sido el de una transición hacia la propia identidad del heredero, pero anclado aún en el baltarismo de siempre.El reelegido presidente de los populares de Ourense intentó sacudirse ayer esa mácula: no mentó a su padre (imputado por la fiscalía por enchufar en la Diputación, supuestamente, a más de un centenar de personas en el entorno del congreso que le dio la victoria al vástago en 2010) pero ese silencio, su clamorosa ausencia, el medio gas del recinto y la falta del referente que hacía vibrar en cualquier cónclave, evidenciaron el poderío vacante del cacique.
Su descendiente acarreó al núcleo duro del mentor (los alcaldes en los que siempre se apoyó el exbarón, salvo imputados) a una ejecutiva en la que la verdadera integración —más allá de la obligada por Feijóo mediante la modificación de los estatutos que sienta en la ejecutiva a sus fieles— fue esa: la presencia de los veteranos espadas de Muíños, Celanova, Barbadás, Cartelle o Xinzo salvaguardando la rentable esencia del baltarismo pasado.
Con ese colchón bajo sus pies, el sucesor intenta dar el salto parapetado en una ejecutiva a su medida: su vicepresidente en la Diputación y portavoz del PP en el Ayuntamiento de Ourense, Rosendo Fernández; su amigo íntimo y asesor del grupo municipal ourensano, Jorge Pumar; su jefe de prensa, Fernando Rodríguez; su amigo y diputado autonómico, Moisés Blanco; su fiel alcaldesa de Porqueira y primera tránsfuga declarada en España, Susana Vázquez o su estrecho colaborador y alcalde de Bande, Alfonso Armada. Tuvo que prescindir del regidor carballiñés, Argimiro Marnotes, imputado en la Operación Pokémon que investiga adjudicaciones irregulares en varios ayuntamientos gallegos. Las concesiones a Feijóo, mínimas. José Manuel Baltar no se desprende de la baza del baltarismo. Solo intenta darle otra pátina: la de una “ourensanía”, vocablo que ayer repitió hasta la saciedad, en busca de una referencia intelectual que lo sitúe en la vanguardia del eterno baltarismo.
Aunque nadie se peleó por los ejemplares de su libro Falemos de ourensanía que puso a la venta dentro del recinto del congreso, los 1.167 compromisarios (la mayoría heredados del ausente antecesor) le devolvieron sin estruendo la capacidad para seguir mandando en el PP del cacique aunque sea ya sin el cacique.
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