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Diagnósticos y recetas

Elecciones ya, y que sean los partidos ganadores los que gestionen la salida de la crisis.

Mercados, Merkel, ladrillos y ladrones podrían ser la exégesis del desplome económico que nos está abocando a la miseria. La solución para dejar de cavar nuestra fosa se comprime en una suerte de apotegma: mucha fe y paciencia. El presidente Mariano Rajoy le añade euforia a modo de música, y los críticos quejidos, pero ni uno ni otros conjuran el avance de esos cuatro jinetes de la Apocalipsis mencionados. El análisis político, que es la otra cara de la crisis, todavía suele ser más comprimido y se resuelve condenando casi sin excepción a todos los partidos, por incompetentes y predadores. El juicio no es descabellado. Esta semana, sin embargo, y acerca de este capítulo político, hemos tenido ocasión de escuchar o leer reflexiones más elaboradas, aunque no menos desoladoras. Los juegos florales se reservan para la fauna gobernante.

La cátedra Josep Lluis Blasco ha patrocinado estos días una jornada de debate político en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de Valencia con la intervención de cualificados ponentes, de cuyas propuestas anotamos apenas unas pinceladas. El profesor Joan Romero, con acreditada experiencia académica y partidaria en el PSPV, diseccionó las corruptelas que vician la democracia y la esclerosis de los partidos, sobre todo los hegemónicos, que tan de consuno han neutralizado en su propio beneficio los controles y fiscalizaciones de la gestión política, propiciando la oleada de corrupción que nos anega. Las recetas que propone se cifran básicamente en recuperar las credenciales democráticas, empezando por garantizar mediante instancias independientes la transparencia en la gobernanza y en la organización partidaria.

El periodista y profesor Manuel S. Jardi se desahogó ajustándole las cuentas al sector mediático valenciano desde la Transición, invocando los intrépidos y provisorios papeles que se editaron en el tardofranquismo así como el liberticidio informativo del primigenio PSPV, puro calco de la derecha secular en este —y otros— apartados. Confiemos en que los socialistas indígenas —decimos nosotros— se hayan sacudido aquella vergonzante propensión intervencionista. La demolición de RTVV y algunos de sus delirantes episodios —de los que el ponente ha sido víctima y testigo— completó la disertación que ilustraba la ruina y desaparición del sector de la información con matriz y capital valenciano. Una hazaña en la que socialistas y populares han competido con similar frivolidad.

El eminente politólogo Josep Ramoneda expuso el corolario de todas las prédicas afirmando que el sistema vigente, parido hace más de 35 años en aquellas azarosas condiciones, ha caducado y se necesita una segunda transición, una refundación. Las dudas sólo se suscitan acerca de su alcance institucional y de cómo ha de llevarse a cabo para que no labremos en terreno baldío —¿tiene vigencia la monarquía?— ni volvamos a perder los de siempre. El diagnóstico ha sido preconizado por el exministro Jordi Sevilla que el pasado lunes, en una sesión de Seu Oberta, espacio patrocinado por este diario y la Universidad de Alicante, postuló la necesidad de un pacto de Estado para salir del atolladero en que nos encontramos.

Pero, ¿por qué pactar? Elecciones ya, y que sean los partidos ganadores los que gestionen la salida de la crisis. Si la derecha pierde, y es lo previsible, que se retire a la oposición, y la ejerzan aquellos de sus elementos que no estén en la cárcel por chorizos.

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