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El triunfo de los rockeros raros

El cuarteto madrileño Toundra agota el aforo de la Joy Eslava en el concierto de presentación en Madrid de su tercer álbum con su propuesta instrumental y ultraindependiente

Los componentes del grupo Toundra.
Los componentes del grupo Toundra.LUIS SEVILLANO

No se consideran compañeros de grupo, sino amigos incondicionales. Se gestionan ellos mismos sus propias actuaciones, sin representantes ni intermediarios. Invierten poco tiempo en decidir los títulos de sus álbumes: los tres hasta ahora publicados se denominan I, II y III. Diseñan personalmente las portadas y miman al detalle las ediciones físicas, pero cuelgan sus discos en Internet para que cualquiera los descargue sin coste. Tienen tan claro que no quieren convertir la música en un negocio que han rechazado algunas propuestas tan insólitas como lucrativas. Y practican un rock enteramente instrumental porque han tenido algunos problemillas con los cantantes y sus egos. Por eso mismo, ellos practican la democracia asamblearia y carecen de líder. “¡Ni siquiera Esteban!”, avisan sus compañeros en referencia al primer guitarrista, un moreno guapete y carismático que, tras la mención, se sitúa al borde del sonrojo.

En efecto, el cuarteto Toundra es una de las bandas más atípicas, independientes y autogestionarias que pueblan en los locales de ensayo de la ciudad (el suyo, un nada fotogénico cuartucho en El Lobo de Sanabria, plagado de humedades). Se saben unos raros, en el sentido nada peyorativo del género; lo asumen y no les disgusta. Y parecerían destinados al circuito más underground de la Península, pero ya no es del todo así. Las 900 entradas para el estreno en Madrid de III, esta noche en la Joy Eslava, están agotadas desde un par de semanas atrás. Y dos publicaciones especializadas y con predicamento, Mondosonoro y RockZone, destacaron ese trabajo como el segundo mejor álbum español de 2012.

“Puede sonar pretencioso, pero hacemos la música pensando en nosotros”, anota Víctor García-Tapia, de 29 años, guitarrista y diseñador gráfico. “Eso sí, hacemos digerible un género como el hardcore: no somos los típicos intérpretes pajilleros que solo están ahí para lucirse”. El resultado es un rock áspero o ruidoso, pero vigorizante y generoso en referencias; perfecto para admiradores de Explosions in the Sky, ISIS u otras bandas de culto. “Nuestra audiencia oscila entre los 20 y los 35 años, pero también se nos están apuntando seguidores de la generación de nuestros padres a los que, por algún motivo, les recordamos a Pink Floyd o Led Zeppelin”, anota el batería de la banda, Álex Pérez (Madrid, 1983), que también asume la contabilidad en la familia Toundra.

El ascendente de los Zep se refleja sutilmente en esos títulos con números romanos. “El paralelismo nos agrada, aunque esperamos que nuestro quinto disco no sea una puta mierda ni que el batería muera prematuramente”, se carcajean mientras comparten el menú del día en una taberna de la calle Huertas. Ellos, además, jamás aceptarán que un Robert Plant se enrolase en sus filas. “Estábamos hasta las narices de los cantantes”, resume García-Tapia entre el asentimiento general. Y el bajista, Alberto Tocados —27 años, informático y exdocumentalista de Abc, “donde teníamos más fotos de Norma Duval que de Aznar”— recopila anécdotas: “Conocíamos a un vocalista que se negaba a cantar en locales con demasiada humedad u otro que pretendía interpretar por segunda vez el mismo tema en directo porque la primera no se le había escuchado lo suficiente…”.

Pese al progresivo reconocimiento de su obra y al llenazo en la Joy Eslava, llegará el domingo y los Toundra seguirán fieles a sus votos de independencia a ultranza. “Cuando terminamos nuestro concierto en el último Dcode”, revela el asturiano Esteban J. Girón, el benjamín (25 años), “se me acercó el representante de una marca de ropa para ofrecernos que posáramos en una revista. No me hizo falta ni consultar a los demás: nosotros sabemos componer y tocar, no ejercer de actores o modelos”. Más inesperado aún fue que les contactara la actriz porno Silvia Rubí para confesarles su devoción y proponerles poner música a escenas de la productora Cumloader (literalmente, Cargador de Semen). “Sin el porno no habría vida en el papel higiénico”, se guasea García-Tapia, “pero también declinamos la oferta…”.

¿Garantizarían unos ingresos elevados la mayor longevidad e independencia de Toundra? Los cuatro sacuden sus cabezas. “Los grupos de rock nacemos para perder. ¿Qué rebeldía habría en lucir una ropa multinacional?”, anota Víctor. Esteban le secunda: “Somos amigos que ensayamos por el mero placer de hacer ruido. Ya está”. Y el cuarteto se evapora calle Huertas arriba, camino del concierto más importante de sus vidas. Por ahora.

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