Excesivo y machacón

El ciclo entero de Shoot / Get Treasure / Repeat de Mark Ravenhill, estrenado en el Festival Fringe de Edimburgo en 2007, incluía 17 piezas cortas de unos 20 minutos cada una que exploraban los efectos de la guerra en la vida cotidiana y que se presentaron a lo largo del festival a una por día. Los textos nos sitúan en distintos lugares del mundo para mostrarnos las visiones contradictorias de la realidad que se tienen a uno y otro lado del mismo. Josep Maria Mestres ha montado siete de ellos de un tirón, o casi si tenemos en cuenta la pausa de 15 minutos entre los cuatro primeros y los tres restantes. Y los siete, aunque intuimos que los otros diez también lo hacen, cuestionan la idea de bondad que se exporta desde occidente y que legitima invasiones, torturas y abusos varios. Todos insisten en poner en evidencia la falta de significado de los conceptos ‘democracia’ y ‘libertad’. Todos tienen la misma estructura: exponen un conflicto desde una cierta ambigüedad que hace que el espectador se pregunte qué es lo que está pasando exactamente hasta que la situación se desvela del todo y a partir de esa evidencia, la misma situación se alarga cansinamente. Todos se sirven en algún momento de un humor muy negro, thank God!, y de tópicos para representar el modelo de bienestar occidental, que es desde donde escribe el autor y en el que nos situamos nosotros; así, los 4x4 y los garden-center se repiten, junto a los conceptos mencionados, hasta la saciedad. Todos incluyen escenas violentas que Mestres no nos escatima: disparos, gritos, golpes, sangre. Y todo ello, con la pausa, se va a las tres horas.

Excesivo y machacón. Y, aunque no quiera caer en lo panfletario, finalmente este alegato contra la guerra, lo es. Contribuyen a la propaganda las imágenes que constantemente se proyectan sobre los paneles que conforman el espacio escénico. La puesta en escena de Dispara / Agafa tresor / Repeteix, aunque atractiva, no hace sino subrayar la obviedad de los textos. El trabajo de los intérpretes no escapa a la pauta marcada. La Machi, por ejemplo, y que por cierto se desenvuelve admirablemente en catalán, está estupenda protagonizando La mare; aporta ese punto cómico que ella domina, pero su desgarro final es innecesario. Àlex Casanovas es otro que le sabe pillar el humor negro de Ravenhill y la pieza Terror i miseria que comparte con Mónica López es, para mí, de las más redondas. Sílvia Bel se sitúa con la misma fuerza y eficacia tanto en oriente como en occidente y El crepuscle del déus junto a Mar Casas es otra que se aguanta bien. El exceso se acentúa con las tres piezas de la segunda parte, que acusan el hecho de estar en ella.