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Espriu, en su laberinto

Una biografía de Agustí Pons se adentra en la simbólica vida y obra del poeta

Carles Geli
Raimon, en casa de Espriu, en 1966.
Raimon, en casa de Espriu, en 1966.arxiu picap-jordi fornas

Si en la infancia está la clave de lo que nos marcará para siempre, los momentos de Salvador Espriu son dos: las tertulias de su padre Francesc, notario, que exhibe como si de un Mozart se tratara a su hijo pequeño, que ya con americana oscura y corbata es mostrado para que recite y responda a casi todo como superdotado que es, para satisfacción de los notables de Alella. El otro es un poco antes, cuando con nueve años, un sarampión le asomó a la muerte. Su hermana, Maria Isabel, no escapó de la parca; poco después, por una herida mal curada, el hermano mayor, Francesc, también fallecería. El carácter de Salvador cambió: todo se le antojó precario y el niño mudó en alguien quedo y reflexivo, apesadumbrado.

Lo recoge con riqueza de detalles el periodista Agustí Pons en la biografía (764 páginas) de provocativo título Espriu transparent (Proa), que trenza vida y obra de uno de los más significados, en lo literario y en lo simbólico-civil, personajes del siglo XX catalán. “He querido situar a Espriu como uno de los grandes catalanes de todos los tiempos, si bien contradictorio, obsesivo, corrosivo, inteligentísimo y con una influencia decisiva”, apunta el biógrafo.

Diseñó su liderazgo civil pero temió que éste tapara su faceta literaria

Los tres años que Pons ha invertido en la biografía del autor, del que ahora se celebra su centenario, dan para dibujar la trayectoria de un personaje con los dotes, pero también la voluntad, para liderar de un joven marcado por la intransigencia del padre para con “los estúpidos” y por los grabados en madera sobre la historia bíblica de Esther que tenía su madrina en casa y que, tras la posterior lectura de la Biblia, tanto señalarían vida y obra de Espriu. Ese joven que con sólo 15 años escribirá (el único, en castellano) su primer libro, Israel, Antiguo Testamento, historia del pueblo judío y experiencia de la muerte tan próxima todo en uno, base de su discurso posterior. Ese chico marcado por Spengler y Spinoza que formará parte del crucero por el Mediterráneo de 1933 con la flor y nata de los universitarios españoles, líder del grupo de los catalanes ante los que llorará de emoción en Israel o Delfos.

Con los Fets d’Octubre de 1934, que calificará de “disparate vergonzoso” y, ya más claramente, con la Guerra Civil, algo en lo personal, pero también en lo político, se rompe: ese chico que ha hecho “una entrada de caballo siciliano”, como lo describirá Josep Pla por obras como El doctor Rip o Ariadna al laberint grotesc (“la traicionada y engañada democracia” en el laberinto hispánico de la República, la definirá la estudiosa Rosa Delor) forma parte de una generación que intenta la liquidación estética del Noucentisme y que estaba alcanzado su posición en el ámbito cultural; pero, de golpe, ve que ese mundo se desintegra.

Representación de la primera versión de Antígona, de 1958, con un jovencísimo Josep Maria Flotats, de pie, tras la mesa.
Representación de la primera versión de Antígona, de 1958, con un jovencísimo Josep Maria Flotats, de pie, tras la mesa.arxiu serra d'or-pau barceló

“A Espriu le interesa que la guerra termine como sea, pero no se hará franquista como su hermano”, matiza Pons, que constata concordancias filofascistas entre los jóvenes Llorenç Villaronga y Espriu y recuerda los esfuerzos posteriores del poeta para que el mallorquín destruyera su correspondencia). También influirá el saqueo del patrimonio familiar en Arenys de Mar por anarquistas.

Casi un cuarto de siglo invirtió en el anonimato más absoluto Espriu desde la muerte de su padre, en 1940, en una notaria para que su hermano José pudiera acabar Medicina y su otra hermana, casarse. Constata Pons que Espriu, que antes de la guerra sólo aborda la prosa, estalla como poeta en 1946 con Cementiri de Sinera, como si la ausencia de su querido (a pesar de las diferencias cuando la guerra) Bartomeu Rosselló-Pòrcel fallece. Otro superdotado con el que mantuvo un duelo tácito por Mercè Muntanyola, amiga del grupo y que forma parte de lo poco que se sabe sobre la vida sentimental de Espriu. “Descarto episodios de homosexualidad entre ellos”, cree el biógrafo.

Espriu irá labrando su camino, partir de 1952, inexorable hacia el liderazgo cultural y moral de Cataluña, chocando con el aún titular de esa cátedra, Carles Riba (los educados menosprecios de uno al otro se suceden en los cenáculos domésticos en los que se cruzan) y, ya más decididamente, a partir de la muerte del autor de Elegies de Bierville. Así, dejará que un doble tándem —el de los críticos literarios formado por Josep Maria Castellet y Joaquim Molas y el teatral de Maria Aurèlia Capmany y Ricard Salvat— acentúe la vertiente de su poemario civil (Inici de càntic en el temple, el libro La pell de brau…) y la de su obra dramática (Antígona) para consolidar la imagen de autor comprometido.

“Su Cataluña es la ‘anti-Polònia’ del programa de TV-3”, dice el biógrafo

Con los años, quien se quejó del escaso eco de su obra fuera de Cataluña pese a sus esfuerzos por la entente entre los pueblos ibéricos (lo que ayuda a entender radicalismos del tipo: “El diálogo con Madrid es imposible”); quien “defendió la cooficialidad de catalán y castellano”; quien criticó al exilio (“no tiene ni la más pequeña autoridad moral”), tenía el resquemor de que su obra quedara enmascarada por lo político; su amistad con Raimon hizo que éste popularizara su faceta lírica, también.

En esa línea sólo Joan Ferraté le cuestionó un liderazgo poético a quien “nunca renunció a salvar els mots, lo que le costó caro”, y de quien vivió las 24 horas del día para su obra, revisándola y acentuando su trasfondo cabalístico”, dice el biógrafo. Y todo con “una altísima exigencia: la Cataluña de Espriu es la anti-Polònia del programa de TV-3”, ejemplifica Pons. ¿Y el acento del Año Espriu en su vertiente más política? “Su proyecto de vida no pasaba por eso pero seguro que defendería que Cataluña no se puede dejar avasallar”.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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