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crítica | teatro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La crisis griega comenzó en Troya

En 'La Odisea', El Brujo, narrador, protagonista múltiple y exégeta, conduce al público de risa en carcajada, con inteligencia emocional

Javier Vallejo
El Brujo en su versión de 'La Odisea'.
El Brujo en su versión de 'La Odisea'.JAIME VILLANUEVA

El Brujo trabaja siempre solo, siguiendo la tradición transversal de los narradores orales que antaño nos contaban quiénes éramos y de dónde veníamos, y que aún lo siguen haciendo en culturas a las que llamamos “primitivas” con occidental suficiencia. Mucho antes de que Homero lo pusiera por escrito, el retorno de Ulises lo cantaban por esas ágoras los aedos, poetas y recitadores por tradición familiar, hermanos de los narradores del Mahabharata y tatarabuelos de los griots del occidente africano actual.

Este actor juglar ha ido extractando y haciendo suyos los grandes relatos de nuestra cultura para, una vez batidos con ingredientes frescos de la actualidad política y social, devolvérnoslos recompuestos, y revitalizados con un humor chispeante. Cuando El Brujo hace El Lazarillo de Tormes, no encarna al personaje, sino al espíritu liberal y cáustico que anima el libro del genio que omitió su autoría para salvar el pellejo. Igual sucede en esta Odisea, que nos narra cual si fuéramos feligreses reunidos en torno a un santón morabito, en el bosquete de la sala verde de los teatros del Canal.

LA ODISEA

Versión, dirección e interpretación: Rafael Álvarez El Brujo. Teatros del Canal. Hasta el 10 de febrero.

En lo que va de Troya a Ítaca, entre la bella Helena, el joven Telémaco, la princesa Nausica y la ninfa Calipso (“diosa sin papeles, top model de antaño”, la llama El Brujo), en esta Odisea se cuelan como Pedro por su casa y sin hacer chirriar las puertas, porque les da paso elegantemente y los saca de escena con rapidez, personajes y circunstancias de la más rabiosa actualidad: el talón de Aquiles y los talones de Bankia se enredan en zarzas parejas, y a la inmortalidad que Calipso ofrece a Ulises, El Brujo le llama “botox divino”.

El actor se biloca: es narrador, protagonista múltiple y exégeta que va poniendo interesantes notas a pie de página. Me seduce más cuando cuenta que cuando explica, pero engatusan, sobre todo, las numerosas digresiones que introduce: cuando habla de estatuas de contemporáneos de Homero poniendo el cazo, cuando vuelve sobre sus muy productivos nueve días de retiro en el monasterio de Silos o cuando rememora cómo le fue (de mal) con una novia de 26. En la función del domingo, recién conocida la muerte de Anna Lizaran, no se privó de recordarla interpretando La bella Helena. A veces dan ganas de que se extienda un poquito más con tales cosas, pero pronto vuelve al cauce, que para eso el espectáculo tiene el título que tiene.

El caso es que La Odisea queda bien resumida, que la plástica naíf del espectáculo (el decorado marino de Roberto García, iluminado por Miguel Ángel Camacho) hermana con el espíritu juguetón de su intérprete, que éste lleva al público de carcajada en carcajada con inteligencia emocional y de la otra, que la música en vivo de Javier Alejano y compañía puntea bien el juego escénico, y que al cabo de las dos horas se ha producido una suerte de comunión de la que todo el mundo sale con las facciones y el ánimo relajados. Así da gusto.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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