De lo familiar y lo anónimo
El escritor, que recientemente ha publicado la novela ‘Lo que no está escrito’, vive en la capital desde hace 20 años y se delata a sí mismo con su peculiar estilo de humor negro e irónico
1. Hotel Kafka. Es mi lugar de trabajo y mucho más. Aquí nos reunimos a conspirar, como en un juego de química, nos juntamos elementos subversivos y dispares a ver si algo explota. Mi lugar favorito es el vestíbulo, donde nos juntamos a charlar con los alumnos y a tomar unas copitas (Hortaleza, 104)
2. Bar Maracaná. Es un bar de toda la vida, de los de cañas y torreznos, y todos nos conocemos. He pasado muchas tardes allí jugando al ajedrez con los amigos entre copa y copa. Y la plaza es un oasis dentro de Madrid, un círculo perfecto y acogedor que parece dibujado por un niño (Plaza Olavide, 1)
3. El teleférico. Hay pocas cosas que no cure un viaje en teleférico. Sobrevuelas la ciudad y dejas de estar enfurecido con la vida. Después de 18 minutos llegas a un descampado de la Casa de Campo donde hay un bar que sirve buen whisky. Lo que nunca he intentado es echar un casquete, que eso se mueve mucho y yo soy muy fogoso (Pintor Rosales, s/n).
4. Museo Sorolla. La antigua casa del pintor es un palacete que se puede visitar de arriba abajo, desde la cocina, el despacho y el salón hasta el jardín. Me gusta que, para ser un museo, hay muy pocos cuadros, solo 10 o 15. Yo es que si veo más de 20 ya pueden ser de Rubens que me aburro y me parecen todos el mismo (Paseo del General Martínez Campos, 37).
5. Parque del Retiro. El quiosco del Retiro frente a la estatua de Benito Pérez Galdós. Es mi lugar favorito del parque. Tiene un bar con una terraza muy agradable donde echar una cerveza teniendo por contertulio al dramaturgo y viendo caer la noche sobre el Retiro. Además, a los críos les encanta subirse a la estatua y sentarse en las rodillas de Pérez Galdós.
6. La Parrilla de María. Soy asiduo porque está justo enfrente del Hotel Kafka, pero además es un restaurante sencillo, de los de buenos cortes de carne a la parrilla, buenos vinos y mejores licores. Y es alucinante porque aunque esté lleno de gente nunca hay ruido, se puede charlar con tranquilidad (Hortaleza, 81).
7. Iglesia de San Francisco el Grande. Eso sí, vista de lejos porque no me gusta entrar en iglesias. Pero esta me encanta. Es como gordita, nada aérea, parece una gabarra de pesca varada al final de la cuesta (Gran Vía de San Francisco, 1).
8. Cafetería del Hotel Florida Norte. Y las cafeterías de los hoteles humildes, en general me gustan mucho. Es lo contrario al Maracaná, donde todos te saludan por tu nombre. Aquí todo es impersonal, robótico, estás solo entre desconocidos ensimismados, y me encanta (Paseo De La Florida, 5).
9. Calle de Bravo Murillo. Son varios kilómetros desde Quevedo hasta la plaza de Castilla y es como dar la vuelta al mundo. Los escenarios van cambiando y lo mismo parece una capital de provincia que una carrera de Bogotá o de Caracas. Y en el recorrido encuentras muchos buenos bares, porque claro, ¡uno no puede andar tanto sin hacer alguna parada!
10. Las Vistillas. La atmósfera de Madrid desde este punto, con la vista del viaducto, el géiser del lago de la Casa de Campo, la Almudena. Sentarse a ver caer la tarde comiendo una buena tortilla de patatas, ¿qué más se puede pedir? (Bailén, 14).
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