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crítica | Clásica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Diálogos que arrebatan

María Joao Pires y Antonio Meneses conversan sin palabras, con la música como lenguaje

Ella es portuguesa, él es brasileño. La pianista María Joao Pires y el violonchelista Antonio Meneses hablan la misma lengua. Dialogan sin palabras, con afectividad desde la música. Entre ellos se produce algo así como lo que el cineasta portugués Manoel de Oliveira llama en una de sus películas “amor de perdiçao”. Es un amor que arrebata y contagia a la audiencia. El concierto fue de una hermosura íntima. En la Sonata Arpeggione, de Schubert; en la Opus 38, de Brahms; en la Romanza sin palabras, de Mendelssohn; en una musicalmente deliciosa Pastoral, de Bach, que regalaron como primera propina.

17 Ciclo de Grandes Intérpretes

Maria Joao Pires y Antonio Meneses. Obras de Schubert, Mendelssohn y Brahms. Fundación Scherzo-El País. Auditorio Nacional, 10 de diciembre.

Los grandes intérpretes sienten de cuando en cuando la necesidad de tocar juntos. Si entre ellos existe la complicidad que ayer demostraron Pires y Meneses, sucede lo que sucedió: una velada en el más puro espíritu de la música de cámara. Una demostración de música sosegada, de conversación artística más allá de lo evidente. Pires, en solitario, abordó con sensibilidad los Tres Intermezzi, opus 117, de Brahms. Sin un ápice de virtuosismo, buscando en todo momento las esencias más ocultas de la música. Era la misma actitud que desplegaba en los diálogos con el violonchelista.

Meneses se inclinó por el lado más cantabile de su instrumento en el fraseo. Cantaba el violonchelo, acompañaba el piano. Pieza a pieza la sensación de una belleza cercana se imponía. Una atmósfera de familiaridad acabó por llenar la sala. Qué bonito Schubert, qué vital Mendelssohn, qué interiorizado Brahms, qué luminoso Bach. Es curioso. Con su actitud de sencillez compartida, los intérpretes transmitían continuamente una sensación de verdad. No les hacía falta el exhibicionismo. Su planteamiento iba en otra dirección. Y de esa manera fueron conquistando a un público cada vez más entregado. De Pires sacaba a flote su lado más pedagógico y solidario, de Meneses la pasión melódica de su tierra. Fue un concierto de los que arrebatan, de “perdiçao”.

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