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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo de pasado mañana

"Se supone que España está harta de Cataluña y que puede pasarse perfectamente sin ella: es mentira"

Si existe un asunto que ha logrado mantener su vigencia informativa durante un periodo prolongado en toda la prensa española, este es el de la hipotética independencia de Cataluña. Nada más producirse la manifestación de la Diada, se había convertido en una hipótesis, aunque inverosímil; ahora, a dos días de que se abran las urnas, ya es un futurible, uno de los escenarios postelectorales posibles. En medio queda un proceso tormentoso en el que los dirigentes políticos han demostrado una vez más su escasa valía. Habrá que llamar a las cosas por su nombre: entre unos y otros han convertido la desconfianza mutua de ayer en algo que hoy empieza a parecerse al odio puro y simple. Bueno, ¿y ahora qué? No sabemos qué nos ocurrirá pasado mañana y ni siquiera tenemos vela en este entierro.

Insisto en lo de nos. El asunto no solo afecta a los catalanes, afecta a los andaluces, a los gallegos, a los castellanos… y sobre todo a los valencianos. Evitemos las metáforas equivocadas: el proceso no representa el divorcio de dos entes similares, sería más bien una amputación, la de una parte pequeña —el 15% de la población y del territorio— respecto a un todo mayor. Nadie en su sano juicio podría pretender que el cuerpo amputado y el órgano que le falta se queden tan tranquilos. Se supone que España está harta de Cataluña y que puede pasarse perfectamente sin ella: es mentira, no en vano la segunda forma parte inextricablemente del sistema económico y social español desde hace cinco siglos. Nada que ver con Chequia y Eslovaquia, dos países artificialmente unidos tras la Primera Guerra Mundial y que, en efecto, decidieron divorciarse de mutuo acuerdo. También se supone que Cataluña camina hacia la libertad como nuevo estado de la UE: otra falsedad; puede llegar a ser un Estado independiente, cierto, pero no de la UE, según ha hecho saber Bruselas, y ello, fundamentalmente, porque la UE es un macroestado centrípeto que, en plena globalización, repugna los retornos al pasado.

En cualquier caso, el divorcio no siempre es cosa de dos, a menudo hay otros damnificados a los que no se suele consultar. Cuando te cortan una mano, no solo sufre el brazo, también la otra mano, que tendrá que aprender a valerse por sí misma. Pues aquí, algo parecido. Si Cataluña se independizase y poco después se hundiese en la miseria, el independentismo vasco pasaría a mejor vida; pero en el supuesto contrario, la secesión de Euskadi resultaría inevitable. Además, si Cataluña se independizase, el centro de gravedad del Estado agudizaría su desplazamiento hacia el oeste, abriéndose una vía inédita para España y Portugal dentro de un nuevo Estado ibérico. En cuanto a nosotros, si Cataluña se independizase, la Comunidad Valenciana tendría que plantearse la construcción urgente de enlaces rápidos con el resto de la UE por el interior. Si Cataluña se independizase, los sectores económicos valencianos que compiten con los productos catalanes (ahora sometidos a aduana) saldrían ganando, los que los complementan, perderían. Si Cataluña se independizase, la tendencia a subvertir la realidad filológica valenciana ganaría de inmediato fuertes apoyos siguiendo el modelo del croata y del serbio como lenguas distintas. Tantas y tantas cosas. Nada indica que nuestros dirigentes sean conscientes de todo esto. Ellos siguen con sus valores eternos. Por desgracia, los símbolos no se comen.

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