El nacionalismo se afianza en la juventud
Casi 127.000 votantes de 18 a 29 años respaldaron el 21-O al PNV o a EH Bildu El apoyo se duplicó en las autonómicas con respecto las tres elecciones de 2011
Casi dos de cada tres jóvenes de entre 18 y 29 años que acudieron a las urnas el 21-O se decantaron por el PNV (un 31%) o EH Bildu (otro 33%). Si se cruzan este dato del sondeo poselectoral del Gabinete sociológico de Lehendakaritza con el de abstención por tramos de edades que ofrece la misma encuesta y el censo del Eustat el resultado es que casi 127.000 jóvenes eligieron una papeleta nacionalista.
Uno de ellos, que optó por la coalición, fue Imanol R. P., un joven vasco que estudia desde hace años en Barcelona. Antes no había votado a ninguna de las marcas de la izquierda abertzale. “La clase política ha fracasado en esta crisis y EH Bildu, aunque quizá no tenga tanta gente nueva, ofrece un cambio de discurso. Ese aire fresco es posiblemente lo que necesitemos”, responde sobre ese apoyo juvenil mayoritario a la formación soberanista.
El nacionalismo parece reforzar su atracción del voto más joven, precisamente el sector del electorado más descreído de la política y más proclive a la abstención (algo más de la cuarta parte no fue a las urnas el 21-O, el porcentaje más alto por tramos de edad, según el mismo sondeo poselectoral oficial). Con respecto a las tres elecciones anteriores con las que se puede hacer una comparación —municipales, forales y generales de 2011—, el apoyo juvenil declarado al PNV y las distintas marcas con que la izquierda abertzale acudió a cada cita se ha más que duplicado (31% conjunto en las municipales, 30% en forales y generales).
“El discurso alejado de los partidos tradicionales ha atraído a un segmento joven”, destaca Victor Urrutia, director del Gabinete de Prospección Sociológica.
Entre los factores que, en su opinión, explican este hecho está el recambio generacional a unos jóvenes que se han formado en democracia, se han socializado en “una cosmovisión hegemónica nacionalista” y han crecido en el cambio de valores de una política vista como asunción de la responsabilidad a otra que “solo ha visto derechos por delante y se ha encontrado con los grandes problemas políticos resueltos”.
Los partidos clásicos
Esa generación, que además muestra menor conciencia de la violencia terrorista que ha castigado a sus mayores y a los partidos no nacionalistas, se ha dado ahora de bruces con una crisis brutal y su reacción “no ha sido ir a los partidos tradicionales, sino ir a otro sitio”, prosigue Urrutia.
Esos otros sitios han sido la abstención y el voto blanco y a formaciones minoritarias y emergentes con una visión de los problemas sociales más “limpia”, como es el caso de Equo. Una de las bazas que ha jugado en este sentido a favor de EH Bildu ha sido haberse presentado en la campaña como gente que no son políticos. “Es un partido nuevo y la novedad en las formas de hacer política se percibe muy bien entre jóvenes”, apunta el director de Juventud, Ignacio Rodríguez. “No son nuevos, pero se presentan como tales”, precisa Urrutia.
Mientras, los partidos tradicionales han ido perdiendo a lo largo del tiempo la atracción entre los jóvenes, un efecto del que parece salvarse el PNV en esta ocasión, quizá por la gran movilización del conjunto de su electorado en unos comicios en que se jugaba volver a Ajuria Enea. El interés de los jóvenes en su conjunto por el 21-O casi duplica el que mostraron por las autonómicas de 2009, según los sondeos del Gabinete.
Los partidos tradicionales tienen además unos perfiles más proporcionales entre los distintos segmentos de edad, mientras en el caso de la coalición soberanista pesa más el tramo de 18 a 29 años (11 puntos por encima del PNV, 13 de PSE y PP).
Eso sí, como recuerda Urrutia, la cultura política de las nuevas generaciones democráticas, “todavía no está suficientemente madurada”. Quizá ello explique que sea compatible ese respaldo electoral y que solo el 22% de los jóvenes de ese rango de edad se consideren nacionalistas o abertzales, frente a un 26% que se define como “liberal” y solo dos puntos por encima de quienes se consideran ecologistas, según el último Sociómetro de la serie histórica, del pasado junio.
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