Visibles al volante, invisibles ante la ley
Se subieron al taxi hace más de medio siglo, pero las nuevas normas y sus representantes siguen ignorando a las conductoras profesionales de Madrid
La cuestión ha cambiado, al menos sobre el papel. Año 1961. La publicación El Taxi Español entrevistaba a la única taxista de España, Dolores Trabado. El autor recogía la definición del director de la revista, al que citaba como el señor Calderón: “La mujer española relacionada en el mundillo del taxi es taxista por el mero hecho de conocer extraordinariamente todas las obligaciones de su esposo como conductor de un automóvil”. Entre sus tareas estaba “limpiar los cristales, la administración diaria del coche y lavarle la ropa del trabajo”. Dolores Trabado posaba en una foto en blanco y negro junto a su Citroën 11 largo, el mismo que conducía por Madrid sin vestir uniforme “porque ello tendería a quitarte feminidad”, explicaba. Los usuarios la recibían con “algo de extrañeza y alguna que otra sonrisita”.
Año 2012. A las cuatro mujeres de la fotografía superior, taxistas desde hace entre cuatro y nueve años, también las han recibido “con alguna sonrisita”. Solo en Madrid, son más de un millar las mujeres titulares de licencia (1.021 de 15.700); hay 425 conductoras titulares y 325 asalariadas. Ya no limpian los cristales del coche de otro ni preparan la ropa de trabajo de sus maridos, pero hay cuestiones en las que aún viven de espaldas al sector.
Olga Martín, de 37 años, todavía se indigna cuando recuerda la frase que le soltó a bocajarro un compañero, que la buscó en una parada después de que la eligieran presidenta de la emisora ETaxi: “Tú, como mujer, no tienes nada que hacer”. Sentada con las otras tres en el bar Iberia, recuerda: “Me dolió, pero a esas cosas no hay que hacerles ni caso”. Son las únicas mujeres del local, quitando a la camarera. Hablan rodeadas de colegas en uno de los templos del sector, el lugar de referencia para descansar, tomar café o comentar el día. Decenas de taxis están aparcados enfrente.
La cita con EL PAÍS está relacionada con su nuevo foro en Facebook, El rincón de la mujer taxista, creado al calor de sus quejas por una nueva normativa que las ha dejado fuera. El Ayuntamiento de Madrid aprobará previsiblemente en el próximo pleno la ordenanza del taxi, 60 folios y 68 artículos que renuevan el viejo reglamento de 1980. Pasado el periodo de alegaciones, una veintena de mujeres enviaron una carta el 8 de noviembre a la alcaldesa, Ana Botella (PP), para denunciar dos artículos en los que, a su juicio, no se las tiene en cuenta. El 53, dedicado a la vestimenta, las obliga a llevar medias en verano. El 51, que permite al cliente saltarse una fila y elegir el taxi que quiera, creen que pueden ser discriminadas “por machismo” o conllevar inseguridad por “las malas intenciones de algunos, que verían en esta parte del colectivo un blanco más fácil” en caso de robos.
Ninguna de las cientos de alegaciones presentadas en tiempo y forma aludían a estas dos cuestiones con perspectiva de género. Ni la de las dos asociaciones mayoritarias (Gremial y Federación, con una mujer en cada junta directiva), ni las que Azucena Cabezas, otra de las taxistas sentadas en el bar Iberia, que preparó con su grupo de trabajo, Geetaxi Madrid. “Nos sentimos cobardes para reivindicar, nosotras también nos olvidamos de nosotras”, admite.
“Siempre las tenemos en cuenta a la hora de plantear algo al Ayuntamiento”, sostiene Mariano Sánchez, presidente de la Federación. A renglón seguido, explica que llevan años reclamando “servicios para las compañeras”. Las cuatro mujeres, entre risas, cuentan que no es raro ver a un taxista hacer sus necesidades en la rueda del coche de otro (o de otra), mientras ellas se pasan el día tomando cafés y refrescos en los bares para poder usar el baño. “No contar con ellas ha sido un fallo”, admite Julio Moreno, responsable de la mayoritaria Gremial. “No nos planteamos que temas como el de las medias pudieran incomodarlas”, añade. Ambos aseguran que el viernes pasado les llamaron desde el Ayuntamiento para ver si estarían dispuestos a cambiar el artículo de la vestimenta, una semana después de que llegara la carta a Botella y cuatro días después de que apareciera en EL PAÍS. Una portavoz municipal señala que aún no está decidido.
“Los taxistas arrastran vicios machistas porque históricamente ha sido una profesión de hombres en las que ellas son minoría”, analiza Javier Leralta, historiador del taxi. “Es un sector muy endogámico”, añade. Justa Montero, de la Asamblea Feminista de Madrid, no da crédito: “Es anacrónico imponer normas e ignorar a las mujeres. Las están invisibilizando”.
“¡Uy, qué bien, una piba!”. A Teresa García se le encendieron las alarmas hace unos días cuando dos clientes se subieron a su taxi a las afueras de Leganés con esta frase. “Me dio mala espina”, explica. Escribió por WhatsApp (el sistema de mensajes gratuito) a su cuñada, Rosa Herrera, otra taxista a las que tanto su marido (también en la profesión) como su suegra, mujer de taxista, intentaron disuadir de ponerse al volante. El episodio acabó bien, pero todas aseguran que han pasado miedo más de una vez y que no se sienten respaldadas por las grandes asociaciones, aunque trabajen igual y manejen el argot al dedillo. Teresa, por ejemplo, es trilladora, pasa el día conduciendo por la ciudad en busca de clientes. Azucena es más de aplastar, de quedarse en paradas transitadas, como una estación. Olga cuanta que lo peor del día es tener una cornada (una carrera corta y barata después de esperar un buen rato), y Rosa replica que tampoco sale a cuenta ir con el mudo, es decir, viajar sin cliente durante una carrera larga, por ejemplo, al aeropuerto.
Han creado un grupo en WhatsApp para estar siempre en contacto. Begoña Marigán, profesora de Sociología del Trabajo de la Universidad Carlos III, cree que esa unidad es el primer paso para defenderse. “Les viene bien una red de apoyos, constituirse como grupo de presión. Es lo que pasó las mariscadoras gallegas, que se juntaron tras darse cuenta de que los hombres no les daban valor”. La Ley de Igualdad, que obliga a tener planes de igualdad en las empresas, no les ampara por ser autónomas, añade.
De momento, debaten frente a un café y en El rincón de la mujer taxista, con más de 70 socias. Algún compañero ha pedido que le dejen participar. “Ah, no, esto es cosa nuestra. Los hombres se quedan fuera”, resume Cabezas. Esta vez la sonrisita les sale a ellas.
Los artículos de la polémica
- La nueva ordenanza del taxi, que el Ayuntamiento de Madrid prevé aprobar en el próximo pleno municipal, incluye dos artículos que un grupo de mujeres taxistas critican por discriminatorios.
- El artículo 51, sobre los derechos de los usuarios, señala: "Los usuarios del servicio de taxi tienen, además de los derechos de carácter general reconocidos en la legislación de defensa de los consumidores y usuarios, los siguientes: k) Elegir en las paradas de taxi, salvo en aeropuertos y estaciones ferroviarias o de autobús, el taxi con el que desea recibir el servicio". Las taxistas advierten de que esta fórmula "puede llevar a casos de discriminación por sexo y raza". "Algunas de nosotras ya hemos sufrido por las calles que se nos rechace por ser mujer, y no es agradable". Y añaden que puede ser inseguro: "Estaríamos más expuestos a las malas intenciones de algunos que verían en esta parte del colectivo un blanco más fácil".
- El artículo 53, obligaciones de los conductores, recoge en su apartado d): "Cuidar su aspecto personal y vestir adecuadamente durante la prestación del servicio, quedando prohibida la utilización de prendas y calzado deportivo y de baño, así como los pantalones cortos, camisetas sin mangas y sandalias. El calzado deberá llevarse con calcetines o medias". Las mujeres lo ven "restrictivo", y recuerdan que en verano, usan calzado abierto y sin medias, pues hay "temperaturas de más de 30 grados". Las conductoras apelan a la comprensión de la alcaldesa, Ana Botella: "También hemos podido ver en diferentes fotografías que usted, y otras personas de su entorno laboral y altos cargos del Estado en esta época del año, en actos institucionales y públicos, también asisten con sandalias y sin medias".
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