Ilustrado, exiliado y mecenas
Una exposición en el Palacio Real recrea la vida del infante Luis de Borbón, protector de Goya
La realeza posee también una dimensión virtual. Modos, ademanes y costumbres regias son asumidas por personas que, por distintas razones, no llegaron nunca a reinar, pero desenvolvieron sus vidas con igual magnificencia que si poseyeran tronos propios. Fue el caso del infante don Luis de Borbón, hijo menor del primer Borbón, Felipe V, y de Isabel de Farnesio. Apartado a rastras del cetro y de la púrpura cardenalicia por voluntad propia, a la postre se vio abocado a convertirse en titular de otra corona, la del Arte, con la que imperó con grandeza de excepcional mecenas. A su figura, semejante a un poliedro de ricas facetas, dedica Patrimonio Nacional una exposición dispuesta en siete espacios, que ha llevado hasta el Palacio Real de Madrid una forma nueva de exhibir arte y objetos suntuarios en un atrevido montaje propuesto por sus comisarios Francisco Calvo Serraller y María Luisa Martín de Argila.
Con 300 obras expuestas procedentes de una treintena de instituciones públicas, 18 museos y colecciones privadas, con el patrocinio del Banco de Santander, la sala que más llama la atención es la denominada Cámara de las Maravillas. En ella se muestra al público una serie de elementos que dan idea de la pluralidad de afanes que singularizaron a aquel hombre, prototipo del ilustrado de las Luces, el mismo que diera amparo, en sus difíciles comienzos, al genio ya veterano de Francisco de Goya; al también pintor cortesano Luis Paret y a Luis Meléndez, uno de los mejores bodegonistas de todos los tiempos.
Detrás de 21 vitrinas, cuya disposición se parece a la de un gabinete científico, el visitante descubre aves cuidadosamente taxidermizadas, animales de concha, corales exóticos, instrumentos musicales, libros de exploraciones, ornamentos suntuarios, ropajes de tejidos nobles, artefactos de todo tipo…. Estamos ante un gran coleccionista, presumiblemente entre los más importantes de la Historia española, cuyo ajuar se ha conservado razonablemente en buen estado y hoy se muestra al público en toda su diversidad.
Junto a esta cámara, insólita en un infante de la realeza de España, la exposición exhibe en otras salas distintos aspectos de la vida de aquel hombre, señaladamente la de su familia, y otras que reflejan sus refinados gustos más los imperantes en su época entre los próceres y ricos hombres como él. Dada su lejanía inicial en la línea de sucesión, Luis de Borbón iba destinado en principio a regir la diócesis primada de Toledo, la más rica del mundo en rentas, después del propio Vaticano. Pero ya a los 27 años, el hartazgo del capelo cardenalicio —que no de sus tesoros, ya que amasaría gran fortuna— le llevó a destocarse de la mitra y abandonar los hábitos. Luego, el fallecimiento consecutivo de tres hermanos y hermanastros mayores le colocó en una segunda línea de sucesión que al poco se trocó en línea primera, habida cuenta de que su sobrino Carlos, futuro Carlos IV, nacido en Nápoles e hijo de Carlos III, no podría reinar en España por no haber sido alumbrado aquí, según fijaba la ley sálica. Todo señalaba a Luis de Borbón y Farnesio como candidato a la Corona del Reino, pero un sacerdote persuadió al monarca para que apartara del trono a su hermano, al que imputaba vida licenciosa: se trataba del cura Eleta, consejero áulico de Carlos III, cuyo rostro torvo aparece retratado en uno de los numerosos cuadros que pueblan la muestra. Luis fue extrañado de la Corte y pasó a residir en cuatro palacios, sobre todos en el de la abulense Arenas de San Pedro, donde murió en 1785.
17 lienzos de Goya
La oferta pictórica de la exposición es fastuosa: hasta 17 lienzos de Francisco de Goya, destacadamente semblantes del propio infante; de su impuesta esposa, María Tresa de Villabriga, con quien Luis contraería matrimonio morganático, es decir, invalidante ya para que él reinara; y retratos de cuerpo entero de sus hijos, Luis María, futuro cardenal primado; María Luisa, duquesa de San Fernando; y de la bellísima condesa de Chinchón, esposa de Manuel Godoy, que posaron ante la paleta inmortal del aragonés, otras de cuyas telas mejores ensalzan la exposición junto con lienzos de Luis Paret, pintor este muy íntimo del infante de Borbón: tanto, que sería desterrado a Puerto Rico por haber presumiblemente cebado la orgiástica vida de su regio protector.
Lienzos de Lorenzo Tiépolo, verdadero precursor modernista, otros de Corrado Giaquinto, Antón Rafael Mengs, Manuel Salvador Maella y de José de Madrazo, todos ellos de impronta todavía neoclásica, más siete espléndidos bodegones de Luis Meléndez, jalonan la muestra que exhibe además una escena de las denominadas luego “de conversación”, captada por Joseph Wrigth de Derby; representa un experimento científico en torno a una mesa rodeada de personajes, bajo los cuales surge una luz potente que baña de intimidad al conjunto. Data de 1768 y la retina asocia su composición al retrato múltiple, pintado por Goya en 1784, donde la familia del infante don Luis, condenado a no reinar, parece cerrar filas ante una adversidad que solo la familiaridad con el arte y la belleza suntuaria, procurada por su crematística fortuna, pudieron mitigar.
Goya y el infante don Luis: el exilio y el reino. De lunes a domingo, de 10.00 a 20.00. Entrada: 5 euros. Sala de exposiciones temporales del Palacio Real.
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