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Industrias para una economía de guerra

La crisis duplica el número de firmas dedicadas a reparar ordenadores

Fernando J. Pérez
Taller de reparación de material de informática en Málaga.
Taller de reparación de material de informática en Málaga.GARCÍA-SANTOS

En el páramo en que la crisis ha convertido a la economía española hay resquicio para una actividad floreciente. Los negocios de reparación de material electrónico y otro tipo de enseres se han multiplicado sin descanso desde 2008 hasta hoy. Las cifras del Directorio Central de Empresas, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), son elocuentes: en los últimos cinco años, los establecimientos de reparación de ordenadores se han duplicado —de 4.845 empresas a 8.046 en toda España—.

 Si atendemos solo a las tiendas que tienen como actividad principal el arreglo de teléfonos móviles, el auge es mucho más llamativo: de 76 negocios en 2008 a 450 en 2012. El incremento no solo afecta a la electrónica: el número de negocios dedicados a arreglar ropa crece un 20% y los zapateros, profesión que antes de la crisis se consideraba en vías de extinción, mantienen, e incluso aumentan ligeramente, su número.

El tirar al contenedor un aparato electrónico y sustituirlo por uno nuevo al primer fallo es una práctica cada vez menos habitual. “La gente repara más y compra menos. Efectivamente, hay un boom de la reparación. De hecho, nosotros hemos cerrado la tienda que teníamos porque las grandes superficies nos destrozan tirando los precios y nos hemos centrado en los servicios técnicos”, afirma Anael Antonio, de la empresa Málaga Computer, de reparación de ordenadores. Aún así, sostiene el empresario, “los clientes, particulares y empresas se las ven moradas para pagar unas reparaciones que cuestan entre 20 y 40 euros por hora, y muchos equipos, alrededor del 60%, acaban en el reciclaje o desguazados”.

La depresión económica, con un 25% de paro, ha traído un cambio de costumbres, pero según el profesor de Sociología Carlos Fernández, de la Universidad Autónoma de Madrid, todavía es pronto para hablar de un cambio de mentalidad. “La crisis disciplina los hábitos de consumo y lleva una especie de austeridad a los presupuestos familiares, pero es por temor al futuro, no porque consumir haya dejado de considerarse una experiencia central en la sociedad moderna”, afirma el sociólogo, experto en consumo.

En un estudio realizado hace dos años con grupos de conversación sobre el impacto de la crisis en el consumo, el profesor Fernández constató referencias continuadas de los participantes a un “sentimiento de culpa por el despilfarro”. “La gente se siente culpable, pero cuando hablaban de que se había vivido por encima de las posibilidades siempre lo hacían refiriéndose a otros, no a ellos mismos”, asegura el sociólogo. Solo algunos individuos, con militancia ecologista o mayor formación académica, planteaban la necesidad de consumir de forma más racional o sostenible al margen de la coyuntura económica.

Fernández opina que, pese a la crisis, en España no se ha roto “el fetichismo de lo nuevo”. “Somos una sociedad de consumo relativamente joven y permanece esa mentalidad de nuevo rico que, por ejemplo, hizo que en muchas casas de pueblo se desecharan magníficas mesas de madera para sustituirlas por muebles de plástico”.

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Crecen las reclamaciones

El aumento del número de empresas dedicadas a la reparación de equipos electrónicos ha llevado aparejado un crecimiento del número de reclamaciones de consumidores sobre esta actividad. Así lo constata la federación de consumidores Facua, cuyo portavoz, Rubén Sánchez, recomienda a los usuarios de estos servicios "no renunciar nunca al derecho a tener un presupuesto". Muchas de las compañías dedicadas a los servicios técnicos de electrodomésticos o computadoras o talleres de coches incluyen cláusulas en sus contratos de reparación en las que el cliente renuncia expresamente a un presupuesto. "Esto es una puerta abierta a modificaciones inesperadas de precio", afirma Sánchez.

El portavoz de Facua considera que el hecho de que los consumidores, aun forzados por la crisis, acudan más a servicios de reparación en lugar de comprar aparatos nuevos cuando los viejos fallan tiene un lado positivo. “Es un elemento bueno porque fomenta el ahorro”, opina Sánchez. Según él, “el principio de alargar la vida útil de los aparatos va a ser a larguísimo plazo, porque va a haber una devaluación del poder adquisitivo por la subida de impuestos y la bajada de los salarios”.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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