Un artificio estupendo
'La bête', la última producción del Teatre Nacional, es un juego de máscaras mú
La última producción del Teatre Nacional de Catalunya con Sergi Belbel en la dirección (del montaje y del teatro) es un juego de máscaras múltiple. Su autor, un tal David Hirson, un neoyorquino de cincuenta y tantos años, escribió a los 29 una pieza a la francesa del XVII en inglés y en verso decasílabo; un homenaje a Molière, dice. De hecho, el nombre de uno de los protagonistas, Elomire, es un anagrama del comediógrafo francés. Desde este planteamiento tan artificioso, por no decir rocambolesco, Hirson quiere rendir homenaje al teatro y a sus actores con un ejercicio paródico de estilo que acaba por proponer un debate entre lo culto y lo popular. Por su parte, Belbel, con un pie ya fuera de la institución, quiere con La bête —magníficamente versionada en alejandrinos catalanes por Joan Sellent— poner la guinda a cuatro años de equilibrios en su programación entre el teatro de ideas y el de entretenimiento.
'LA BÊTE'
De David Hirson. Traducción: Joan Sellent: Dirección: Sergi Belbel.
Intérpretes: Jordi Boixaderas, Jordi Bosch, Abel Folk, Carles Martínez, Gemma Martínez, Pepo Blasco.
Escenografía: Max Glaenzel.
Teatre Nacional de Catalunya, Sala Gran. Barcelona, 25 de octubre.
Si por un lado tenemos a Elomire, un dramaturgo intelectual de convicciones muy firmes al frente de una compañía de actores que reside en el palacio de un príncipe, por el otro tenemos a Valere, un cómico callejero charlatán y fanfarrón que, con su bajeza y su estupidez, saca de quicio al primero. Entre ambos media el príncipe Conti, que ha dispuesto que en adelante colaboren juntos. Y para tantear cómo iría la cosa, la compañía de Elomire ha de representar una obra de Valere. La bête supone todo un tour de force, por tanto, entre las dos caras de la moneda y sus exponentes, representados aquí por dos bestias de la interpretación, por seguir con el título. Es muy bestia el trabajo de Jordi Bosch en el papel de Valere, que ha asumido en poco tiempo y en sustitución de Anna Lizaran, quien abandonó el proyecto por problemas de salud; pero no es menos bestia el de Jordi Boixaderas como Elomire. Estupendos los dos y perfecto el equilibrio que consigue Belbel con ambos al final de la función. Bosch consigue que la verborrea excesiva de Valere durante la primera parte del montaje, embêtant para Elomire pero también un poco para el espectador, deje paso al final de la segunda a un patetismo que hace de él un tipo profundamente humano. El Elomire de Boixaderas es tan íntegro como intransigente, lo que le hace perder puntos frente a la casi ternura que acaba por despertar su contrincante; sin embargo, sus últimos argumentos en defensa de sus creencias en el terreno artístico y moral son tan contundentes y los transmite con tal fe que desarma a cualquiera. Tablas, pues, para un dilema que Hirson expone cayendo en los errores de Valere y que Belbel lleva a escena en un atractivo envoltorio reciclado, tanto por lo que respecta al vestuario y a los accesorios, que en parte han salido del almacén del TNC, como por la idea escenográfica de acotar el espacio de la acción, usada en otros montajes con buenos resultados.
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