Con el gato de la suerte
Los dos hombres, de físicos potentes y expertos, capean el trabajo experimental, son viejos lobos de la escena del ballet contemporáneo
Todo sucede en una sala rectangular con cortinas negras y tiras de luces led bordeando el perímetro. Sobre el mostrador del operador de sonidos, un gato dorado chino de la suerte moviendo implacable su bracito mecánico. Primero era un pas de deux emocional, de pulsión y respuesta, con flor roja (de plástico). Fallieri, expresivo y sinuoso; Carter, hierático y observador. La disposición de las sillas sugería un laberinto, un encuentro de casión. Después, es un pas de trois con gato: todos moviendo el brazo a compás: ¿Un código? ¿Ironía? ¿Juego de faunos?
Una zona del trabajo a dúo no parecía pura improvisación: ellos se conocen mutuamente en profundidad. Se hablaba a retazos en inglés. ¿Acaso nos avisan los bailarines del regreso diagonal a un underground glamuroso?
Los dos hombres, que poseen físicos potentes y expertos, capean el trabajo experimental, son viejos lobos de la escena del ballet contemporáneo, al punto que se puede pensar que se sienten cansados, agotados de los grandes escenarios convencionales y están buscando acercarse a su público militante, un sector de espectadores que evidentemente les adora y les sigue allá donde vayan con admirada ansiedad.
Michael Carter es australiano y estuvo en la compañía titular de su país. Ha colaborado con famosos DJ y su último trabajo en la Compañía Nacional de Danza, Barba con bici, no gustó a la mayoría, pero la verdad es que no dejaba indiferente, tenía una precisa intención rupturista.
El brasileño Allan Falieri partió de su Río de Janeiro natal para una aventura que le trajo a Europa Sigue en la capital. El que amalgama el invento es un diseñador gráfico a la moda, Renato Seixas (Oporto, 1975). La verdad es que cuesta un poco de trabajo llamarlo música a secas, aunque el creciente uso de maquinaria (sintetizadores, platos, grabaciones alternativas y otros chismes de la electrónica puntera) hagan creer en un sesudo trabajo de creación conceptual, no es que el ingenio mecánico lo haga todo, pero sí aporta gran parte de la rítmica y del bloque temático, pero manda el gato dorado y el estampado preferido de Fallieri: el leopardo ecológico (es decir, de plástico) que viste en grueso abrigo a juego con las zapas y la erótica camiseta canotier. El fraseo sonoro jugó a una desesperante intermitencia.
Esos sonidos, se llamen como se llamen, son el tema de las improvisaciones, del desarrollo corporal dado en cortejo por los bailarines, que a veces queda mejor imbricado y que en otras ocasiones quiebra, donde se dispara una cierta anarquía espacial y visual. Es probable que lo quieran así, que sea una vía de intelectualizar la copa medio vacía, ya que nadie la ve medio llena.
Al descorrer las cortinas hay espejos y, naturalmente, a estos chicos les encanta mirarse, no pueden escapar de ello. Da la sensación de que este es el canto de cisne madrileño de estos artistas, sus despedidas, deseándose buena suerte, representando el albur en el gato dorado, como su particular hilo de Ariadna a través de un honesto aunque oscuro despliegue energético.
NOW!
Coreografía y baile: Michael Carter y Allan Fallieri; elementos sonoros: Renato Seixas. Sala La Perla Negra. Palacio de Gaviria. Hasta el 21 de octubre.
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