“La mentalidad monolingüe pesa demasiado en la historia de España”
Rafael Ninyoles fue un auténtico pionero en el campo de la sociología Es un referente para cualquiera que quisiera conocer cómo es la sociedad valenciana
El eje mediterráneo está hoy en boca de políticos, empresarios y estudiosos. Nadie se quiere bajar del carro. Tampoco es extraño escuchar el nombre de Quebec, nación reconocida en el seno de Canadá, en el debate surgido a raíz de la reivindicación soberanista catalana. Y no se ha dejado de agitar el conflicto lingüístico en las autonomías con lengua propia. Todas estas cuestiones de innegable actualidad ya las estudió y planteó Rafael Ninyoles (Valencia, 1943) hace más de 20 años. “Me alegra que al menos ahora se hable del corredor mediterráneo”, comenta con una sonrisa tímida que ilumina un cuerpo de asceta. Hoy, el sociólogo está retirado de la primera línea, pero sigue atento los acontecimientos.
Pregunta. ¿Cómo ve la deriva soberanista de Cataluña?
Respuesta. Hay que ver desde qué punto de vista se aborda. Si hablamos desde una perspectiva náutica, la deriva de Cataluña se interpreta como un cambio de rumbo. Es difícil ahora calibrarla, porque ha sorprendido la eclosión producida por la confluencia sinérgica de distintas causas incluso a los más expertos. Desde la otra perspectiva, fuera de las de llamadas comunidades históricas, esa deriva implica una situación destructiva, en el sentido de dirigirnos hacia el naufragio. El gran problema es el choque de concepciones por la muy complicada situación política, económica, social como la que atravesamos. Estamos en un punto muy difícil de evaluar. Pero las reacciones son cada vez peligrosas.
P. ¿Por qué?
R. Porque el problema de la estructuración de España en un estado nacional no está solucionado, tal como ha repetido una persona muy poco sospechosa e incuestionablemente competente como el sociólogo político Juan Lynch. Hay un problema de articulación de España, un estado de alguna manera muy antiguo que no ha llegado a consolidar su estructura como estado nacional. Y toda esa cuestión se produce en momentos críticos económicamente y cuando aflora el desequilibrio en la estabilidad social. La estructura social ha cambiado rápidamente en 15 años. Es el mayor proceso de cambio en la estratificación social de la democracia en España.
P. ¿En qué sentido?
“Los valencianos tenemos una
R. Hay una recomposición de la pirámide social. Son muy pocos los que ascienden, los que ganan fortunas y ocupan el poder y los puestos de control social. Por otro lado, son muchos los que descienden en la clase media y también en la clase media-alta. Y recordemos que la estabilidad social depende de este segmento. Y por otro lado, las clases más populares, trabajadoras, han pasado de clase baja o media-baja a la exclusión social. Un segmento muy importante está predestinado a la exclusión. Y la crisis ha acelerado este proceso.
P. ¿Y las reivindicaciones independentistas también se alimentan de ese caldo de cultivo?
R. El caso de Cataluña es revolucionario. Quiere un cambio político pero sin violencia, de manera democrática, lo que no quiere decir que esté prevista en la legalidad vigente. Hay un movimiento de masas espectacular, millón y medio de personas o 600.000, da igual, es extraordinario y por ahora no es violento, porque los demagogos pueden ir muy lejos y ser muy peligrosos. En Cataluña predomina una actitud bastante de seny. Creo que se puede llevar la cuestión sin ejércitos, ni violencia. Se puede pactar.
P. ¿Como en Quebec?
R. Sí. Recuerdo que en la Universidad de Laval de Quebec tenían como referente las reivindicaciones de Cataluña en los setenta. Hay un camino para recorrer sin violencia.
P. ¿A través de la autodeterminación?
“Es el mayor proceso de cambio en
R. La autodeterminación es un derecho y una ideología liberal. El presidente norteamericano Bud Wilson escribió mucho sobre ella. Desde el 90 han nacido países en Europa, con o sin follón.
P. ¿Sería posible una España sin Catalunya?
R. Ahora es imposible. El caldero está hirviendo. Vamos a ver qué pasa cuando pase la crisis.
P. Si no se hubiera modificado el estatuto catalán, ¿se habría contenido ese independentismo?
R. Creo que sí. Pero se tocaron los puntos más sensibles de Cataluña… Todo aquello que se dijo del catalán, de que se persigue el castellano. ¡Pero si en Cataluña el nivel en castellano es superior a la de otras autonomías! Además, si se enseña una lengua de relación internacional, como el inglés, qué problema hay con que el catalán sea la lengua vehicular. En India, el indio es la lengua del país y hay una lengua auxiliar para todos que es el inglés. Una persona que llegue a la universidad ha de saber, además, el idioma de su región y de su estado, cuatro idiomas. Y qué pasa aquí en España. En España, la psicología monolingüe ha pesado, y pesa, demasiado en la historia.
P. ¿Hay sentimiento de pueblo unido entre los valencianos?
“La autodeterminación es un derecho
R. Tenemos una fidelidad y una adhesión vegetal a la tierra, pero no en el plano económico, industrial, social... No hemos tenido una experiencia como en Cataluña, donde sentirse catalán ha tenido una traducción política de todos los colores, transversal. No ha habido nunca un aprendizaje de nación. No hay ni vocabulario. Bueno, sólo Blasco Ibáñez y Azatti hablaron del federalismo...
P. Pero los valencianos dicen sentirse más valencianos que españoles, según alguna encuesta.
R. Sí, según la encuesta del CIS. Puede ser significativo y también se pueden decir cosas contradictorias. Sabemos que buena parte del valencianismo más localista de Valencia, el blaverismo, dice ser más valenciano que ninguno, pero no actúa en consecuencia, no impulsa determinadas valores como la lengua. Hay gente que se dice supervalencianista y te habla en castellano y no sabe escribir en valenciano. Aquí se puede ser de todo, sentirse más valenciano que español y ser al mismo tiempo un nacionalista español. Vete a saber.
P. ¿Ha mejorado el uso del valenciano?
R. Tengo la impresión de que no. Entre 1992 y 1995 es el punto más alto de toda la serie de encuestas en el uso y aprendizaje del valenciano. El proceso fue espectacular. Después, el único segmento constante, que ha incrementado el conocimiento y uso, es el del colectivo de gente con estudios universitarios. Ahora, el mayor grado de conciencia viene por la alfabetización. Al que no sabe leer y escribir, la lengua le tiene sin cuidado. Es muy complejo. El turismo de masas, el desclasamiento social, la dispersión en núcleos de relació, la pérdida de un sistema de valores, la asunción del consumismo… Todo ello va contra la recuperación de la lengua como un interés colectivo.
P. Usted ya postulaba una relación con Cataluña en su libro El País Valencià a l’eix mediterrani en 1992.
R. Hablaba de lo que hay en común, además de la cultura, la historia o la lengua. De economía, ordenación del territorio, medios de comunicación. Hay una gran potencialidad, si hubiera una cultura cívica determinada y un nivel de implicación política. Aquí no existe.
P. Ahora todos se apuntan al eje mediterráneo…
R. Vicent Ventura y Paco Bruguera escribieron artículos diciendo que los empresarios deberían considerar el libro. Pero estaban en otras cosas. Ahora me alegra mucho, como mínimo hablan del corredor, que ya es algo. Pero el eje es un conjunto de relaciones, no sólo comunicaciones.
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