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Conduciendo por las carreteras de la improvisación rock

La Orquesta Metamovida aglutina a grupos underground de Pontevedra en su original exploración sonora

La Orquesta Metamovida
La Orquesta Metamovida

Una veintena de músicos se agolpan en el escenario formando un semicírculo. Seis guitarras, dos bajos, dos baterías, dos teclistas, un violín... En el centro, de espaldas al público, un tipo conduce al ejército con sus gestos, sin un plan preconcebido ni estructuras acordadas. Ahora solo los de un lado, ahora menos intensidad, ahora todos juntos in crescendo hasta el estallido final. Las reglas del juego son sencillas, los resultados siempre distintos excepto en una cosa, su capacidad de impacto en el espectador. Es la propuesta de la Orquesta Metamovida, en la que confluyen miembros de la escena underground de Vigo y Pontevedra.

Sin duda, el planteamiento contraviene la tendencia a lo uniforme de la música popular de los últimos 50 años que revelan los algoritmos matemáticos. Hereda el espíritu de la Omega, que hace un lustro utilizaba este tipo de improvisación conducida. No en vano, uno de sus promotores, David Santos, militó en la formación radicada en Santiago. Lo que distingue a la Metamovida, también de otras iniciativas similares a nivel internacional, es la matriz rock –experimental, progresivo, pero rock-- de la que provienen sus músicos. Lo habitual es que este tipo de ejercicios sean ejecutados por gente del jazz y de la improvisación libre, explica el propio Santos. Todo comenzó, relata el también bajista de Cró!, en 2009, cuando su banda y Unicornibot, Why Go y Bough! se juntaron un fin de semana en una casa rural para improvisar. Probaron con la conducción gestual, y como el resultado fue satisfactorio, invitaron a otros colegas de escena. Hoy no solo se limitan a los conciertos con la orquesta, sino que han creado un colectivo como paraguas para la actividad de todas estas bandas al margen de los circuitos convencionales.

Además de las citadas, están Es un Árbol, Durará y Guerrera. Se promocionan, se autoeditan a través del crowdfounding –bajo esta fórmula ya han sacado un recopilatorio o lo nuevo de Cró!--, organizan bolos. Un ejemplo del esfuerzo unitario será la actuación doble que harán en Madrid en diciembre, en la sala referencia underground La Faena II, donde tocarán dos bandas del colectivo y la orquesta cada uno de los dos días. Con la orquesta han dado una docena de conciertos, y tanto Santos como su compañero Xavier Núñez, recién llegados de gira por Europa con Cró!, coinciden en la evolución. Ambos son fijos en la conducción, en la que se van rotando, ahora intentan animar al resto de componentes para ganar en diversidad. Los que han probado a conducir, cuenta Núñez, teclista, atienden mejor a lo que el director pide. Hasta han logrado que los guitarristas se bajen el volumen, comenta irónico. “La improvisación también se trabaja”, reflexiona Santos, que opina que el objetivo es que haya menos dirección, que los músicos “propongan más cosas, que rompan el miedo”.

La respuesta del público, dicen, ha sido buena, y no solo entre la audiencia más selecta. Eso sí, en sus actuaciones hacen una concesión: las “memorias”, fragmentos de canciones conocidas preestablecidos, que irrumpen en medio de algunas piezas para introducir algo “más concreto”. Son conscientes de que lo visual es clave en la buena aceptación. De hecho, rechazan grabar un disco de estudio --”sería un infierno”, bromea Núñez-- y tratarán de lanzar un DVD con uno de sus conciertos. El teclista resume en una frase la paradoja de la improvisación conducida, su capacidad para transmitir con simples gestos un denso discurso musical: “Hay muchas cosas que tienen sentido cuando las ves”.

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