La travesía de Luis Moya
Diez años después de retirarse del Mundial de Rallys el mítico copiloto coruñés se mantiene activo entre la natación y el automovilismo
Hace poco pasó durante dos días una ITV en un hospital de Barcelona y el resultado no arrojó dudas: Luis Rodríguez Moya, que cumplió 52 años la pasada semana, está hecho un chaval. Así que ahí sigue tan hiperactivo como denota su apresurado compás al hablar, el mismo que guió a Carlos Sainz hacia dos títulos en el Mundial de Rallys, pero sobre todo hacia la leyenda, el mismo que pone en un brete al periodista que se atreve a recoger bolígrafo en mano sus palabras. Complicado seguir el ritmo de Moya, que lo mismo atraviesa el estrecho de Gibraltar a nado, comenta partidos de fútbol por la radio o se sube de nuevo al coche con Sáinz para probar prototipos de Volkswagen. Ayer nadó diez kilómetros en aguas abiertas en A Coruña, desde la dársena hasta San Amaro, ida y vuelta. Tardó poco más de dos horas y media y fue uno más de los cien participantes en la quinta edición de una travesía a nado que se consolida en el calendario y que ayer por la condiciones del mar no pudo rodear la ciudad como tenía previsto.
Casi resulta accesorio preguntarse a quién se le ocurrió parir algo semejante: rodear a brazadas la ciudad desde el Orzán hasta el puerto pasando ante la Torre de Hércules. “No teníamos una prueba de este tipo y la primera idea que tuve fue la hacer una entre Ferrol y A Coruña, pero en Comandancia de Marina me hicieron ver, con muy buen criterio, que cerraríamos el canal de entrada de los buques en una zona con mucho tráfico. En cuanto vimos que dando la vuelta a la ciudad podíamos hacer una distancia de unos diez kilómetros me pareció más bonito todavía”, explica Moya, que establece un paralelismo con las distancias terrestres para ilustrar la dureza del desafío. “Más o menos es como si se multiplicara el metraje por cuatro. Podemos decir que la travesía entre el Orzán y la Dársena sería como una maratón sobre el asfalto”.
Con todo, hay condicionantes que traslada el reto marino de la categoría de único a la de imposible. Ayer los planes cambiaron, la mañana lucía espléndida, pero la temperatura del agua a 14 grados y el fuerte oleaje y mar de fondo en la zona del faro aconsejaron variar el itinerario. “Esa parte de la prueba próxima a la Torre es muy dura porque apenas ves el horizonte y pierdes las referencias”. Lo dice Moya, hombre curtido, que cuando atravesó el estrecho a beneficio de la Cocina Económica coruñesa llegó a nadar 24,5 kilómetros. “La mayor distancia que he hecho”, apostilla. Entonces estuvo cinco horas en el mar, sometido a fuertes corrientes. Resolvió el envite gracias a su fortaleza mental, pero también a su preparación. Ayer tras dos y media le costó salir del agua, mareado tras el esfuerzo, calado hasta los huesos por el frío.
“Entreno nueve veces a la semana: seis sesiones en el agua y tres de rodillo o bicicleta”. Moya necesita moverse. Retirado de la competición hace diez años no cesó en buscar nuevos retos. Esa inquietud le acercó al triatlón. Pronto percibió que en esa liza lo que mejor dominaba era la natación. “Correr me sienta peor porque las articulaciones sufren y además no hace mucho tuve un esguince mal curado que fui arrastrando durante tiempo”, explica. Le gusta entrenar y siete u ocho veces al año se prueba como fondista en travesías de al menos diez kilómetros. “Y no me privo de nada: me gusta el vino tinto, la cerveza y las patatas fritas”.
Pero al fondo siempre aparece un coche y el asiento del copiloto, también la amistad con el gran Carlos Sainz, forjada durante episodios de éxitos y desdichas. Tras la retirada pasaron por una etapa de descompresión hasta que hace menos de un año resolvieron que era el momento de rejuvenecer en el asfalto. Juntos ganaron una prueba del Rally de España Histórico y se aplican para desarrollar el Volkswagen Polo con el que la firma alemana reaparecerá en el Mundial tras 25 años de ausencia, un trabajo diferente para alguien acostumbrado a cantar notas tramo a tramo. “Sí que es distinto, pero creo que también nos complementamos bien. Carlos es el mejor en la puesta a punto de un vehículo de competición y en Volkswagen lo sabe. Y él me llamó porque sé bien lo que él busca en un coche”. Sainz siente que siempre hay alguna cuestión en la que la palabra de Moya tiene peso: algún muelle o alguna amortiguación que genere sensaciones sobre las que intercambiar una opinión. “Es una cuestión de confianza”, describe el copiloto, feliz de pasar unos días en casa, de disfrutar de “la comida de mamá”, de subirse al autobús y cruzar Los Cantones para acercarse a entrenar a La Solana, de rodear su ciudad a nado.
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