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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Vuelo gallináceo

"PP y PSPV se instalaron en lo más mediocre de su argumentario para no comprometerse en nada"

El debate sobre política general que se celebró este martes en las Cortes Valencianas acabó por colocar a cada uno en su sitio. Y, por lo que se refiere al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, y al portavoz socialista, Antonio Torres, no para bien. No es que estuvieran mal; simplemente, no estuvieron. Dos bustos parlantes recitando de forma monocorde una relación de aciertos o de agravios, según el papel que cada cual interpretaba, solo deprecian la cita que, teóricamente, es la más solemne del calendario parlamentario. Justo cuando más necesaria es la política en la Comunidad Valenciana, PP y PSPV se instalaron en lo más mediocre de su argumentario para no comprometerse en nada.

La propuesta estrella del presidente: Reducir el número de diputados autonómicos de 99 a 79, con el argumento de un ahorro de un millón de euros que, en el mejor de los casos, no llegará hasta mediados de 2015, constató la banalidad populista de su discurso. Demagogia que quedó subrayada por el hecho de evitar comprometerse a reivindicar una mejora del modelo de financiación autonómica en la próxima cumbre de presidentes autonómicos. Tras horas de debate, quedó claro para quien lo escuchase que la única política posible para la Comunidad Valenciana es la de Mariano Rajoy, de la cual Alberto Fabra es su profeta.

El portavoz socialista apenas fue un paso más allá del presidente. Cierto es que reclamó un amplio consenso para cambiar el modelo de financiación; pero si alguien esperaba de su intervención una alternativa política a la de los populares que superara los latiguillos más comunes de la socialdemocracia quedó decepcionado. Del cambio de modelo de Estado, Torres no dijo ni una palabra. El intercambio dialéctico entre Fabra y el socialista fue de vuelo gallináceo. A los políticos, como recordaba recientemente un colega, lo menos que se les puede pedir es afición.

El escaso debate político real que se vivió en el Palau de Benicarló llegó de la mano de los grupos minoritarios, especialmente por parte de Compromís. Su portavoz, Enric Morera, llevó al hemiciclo dos cuestiones candentes: la corrupción y la reforma del Estatut con su correlato federalista. Dos temas que no se pueden despachar con el raca-raca del ahorro como única bandera que puede sacar a la Comunidad Valenciana de la crisis ni con el anticatalanismo o la afirmación de que para “valencianos-valencianos” los del PP. Uno, como Bernard Shaw, creía que la barbarie no puede ser eterna. Pero los hay empeñados en que sí lo sea.

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