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El fuego se quedó a las puertas

Las llamas no alcanzaron el núcleo de Chulilla ni el edificio del balneario

Ferran Bono
Monte quemado junto al núcleo urbano de Chulilla, al fondo.
Monte quemado junto al núcleo urbano de Chulilla, al fondo. TANIA CASTRO

Los campos de almendros, viñas, olivos, naranjos, algarrobas o caquis guardan múltiples caminos. Por ellos se escaparon este lunes del control de la Guardia Civil, que había cerrado los accesos principales, algunos vecinos de Chulilla para comprobar el estado de sus cultivos, de sus caballos, de sus propiedades. Hombres de avanzada edad, en su mayoría, que conducían un tractor, una furgoneta, una moto. Las columnas de humo ya se habían desplazado hacia Bugarra y Pedralba, y tan solo se vislumbraba un foco vivo en una de las laderas de la Muela. No parecía peligroso, pero con el fuego y con el viento racheado nunca se sabe. Por eso se cortan siempre los accesos en cualquier incendio.

Paco tiene campos de caquis y naranjos. Este lunes vio que el fuego había entrado en sus cultivos a través de los márgenes de los bancales y de las “tierras perdidas”, es decir, baldías. “También he perdido injertos que me han costado mucho”, se lamentaba en la plaza vacía de un pueblo pintoresco, encajado en la falda de una montaña, coronado por un castillo medieval y recayente a una espectacular hoz de roca por debajo de la cual discurre el río Turia. Los aficionados a la escalada y los profesionales de salvamento conocen bien sus empinadas paredes.

Brigadistas, bomberos y miembros de la Unidad Militar del Emergencias (UME) del Ejército atravesaban la plaza del pueblo evacuado, con todos su comercios cerrados. El fuego se quedó a las puertas. Afectó a algún chalé de las afueras, pero los propios propietarios y los profesionales antiincendios lograron que no penetrara en los hogares.

“Mirad, allí arriba hay llamas”, gritó Nacho, otro propietario que no se resistió a ver por sí mismo y a vigilar sus bienes. Brigadistas y bomberos, apoyados por medios aéreos, tuvieron que emplearse a fondo para evitar que las llamas que asolaban una ladera de la Muela se colasen por la parte alta de la población, de unos 750 habitantes censados.

Chulilla ha sido el epicentro del incendio que el intenso viento de poniente contribuyó a propagar por términos cercanos. Las primeras llamas se detectaron en las inmediaciones de la estación eléctrica de la población, ubicada en la carretera que une Chulilla con su conocido balneario. Este lunes, las instalaciones de la central eléctrica no presentaban signos externos de haber sido pasto de las llamas.Sí estaba completamente arrasada toda la zona inmediatamente posterior de la estación.

Según el testimonio de Carlos Martínez, que intentó apagar, junto a otros vecinos, el foco original, las llamas partieron de esa zona para extenderse rápidamente en dos direcciones, Una hacia Sot de Chera y Gestalgar, y otra hacia Chulilla.

El balneario también se ha salvado de las llamas, pero ahora le envuelve un paisaje lunar. Donde antes había maleza, hierba, verde, hoy hay tierra quebrada y humeante que presenta toda la gama alta de los grises hasta confluir en el negro. “Es increíble. No sé qué decir, es tan triste y desolador”, comentaba impresionado Carlos.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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