Malos, cómplices y tontos
"Estamos ante una de las últimas posibilidades, si no la definitiva, para salvar una radiotelevisión pública valenciana como herramienta clave para nuestro autogobierno y nuestra democracia"
Cuando hace cuatro meses publiqué en este periódico un artículo titulado Epílogo, daba por hecho que iba a ser el último que firmaba como periodista de Canal 9. Me equivoqué. La dirección de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) está gestionando nuestro expediente de regulación de empleo (ERE) con tanto sadismo, además de la incompetencia habitual, que todavía no se han producido los despidos. Una filtración dice que hoy; otra, que mañana; después, que ya veremos, que no hay ni para indemnizaciones; luego te piden que justifiques por escrito tu derecho a conservar el puesto de trabajo; luego expedientan selectivamente a 60 compañeros por distintas protestas pacíficas; más tarde se asegura que será el día 10, el 20, el 30. Llevamos así más de un año mientras quien lo dirige todo, el president de la Generalitat, Alberto Fabra, junto a su lugarteniente José Ciscar y su fiel responsable de medios Paula Meseguer, contempla impasible desde palacio esperando que la sangre no le salpique, que para eso ha llenado los despachos de la casa de esbirros de guante blanco y ha logrado la complicidad de un par de sindicatos amarillos como son USO y CSIF.
Esta actitud cómplice es la que ahora no puede tomar de ninguna manera la oposición. El Partido Popular pretende que inmediatamente después de la carnicería laboral de RTVV, que viene a cerrar el círculo del abuso, la manipulación y el atraco al que han sometido a la empresa durante los últimos 17 años, se renueve el consejo de administración como si nada hubiera pasado. No deberían poder hacerlo o, en todo caso, hacerlo solos. La renovación del consejo no es más que una nueva maniobra de distracción, la enésima compra de voluntades. Así que, antes de entrar en ese proceso, de lo que se debe hablar es de condiciones previas. Repito, condiciones previas. Y hacerlo ya. Marga Sanz, Enric Morera y Ximo Puig, como líderes de los tres grupos parlamentarios opuestos al PP, están obligados a un ejercicio de coherencia y de honradez. A ellos me dirijo: sean ustedes de una vez por todas consecuentes con sus años de críticas y lamentos y digan que “se acabó”. Pacto o nada. Lo contrario es ser cómplices o aceptar el papel de tontos útiles. No sé que es peor. No nos vuelvan con el soniquete de que si no están en el consejo no podrán fiscalizar. Llevan 17 años calentando esos sillones y ¿de qué ha servido? De nada. Luego, ¿qué pasará si dejan de estar? Nada, no pasará absolutamente nada. La fiscalización, incluso mucho mejor que la realizada hasta ahora, se puede llevar a cabo también desde fuera. Es cuestión de capacidad y ganas. Estos últimos meses de lucha contra la dirección de RTVV nos han demostrado que siempre es mejor la dignidad que el oportunismo, el orgullo que el gregarismo. Hacer las cosas bien no garantiza el éxito pero hacerlas mal sí asegura el fracaso. Es estúpido perseverar en lo que no ha funcionado.
No hablo de echarse al monte. Digo, simplemente, poner condiciones para pactar una nueva RTVV y, si no se dan, no entrar en su consejo
No hablo de echarse al monte. Digo, simplemente, poner condiciones para pactar una nueva RTVV y, si no se dan, no entrar en su consejo. La primera condición de todas ha de ser la inmediata congelación del ERE. No se puede despedir al 75 % de una plantilla y dejar una empresa en una situación totalmente irreversible e inviable para, a continuación, ponerse a consensuar un proyecto. Es justamente al revés. Antes que nada hay que saber adónde se quiere ir y cómo, y luego adecuar la dimensión empresarial a lo que se pretende; y por supuesto que, en este caso, adecuar quiere decir reducir.
Por favor, no nos entretengan diciendo que la clave está en profesionalizar el consejo. Sabemos lo que esto quiere decir. En el mejor los casos, desaparecerán los concejales para dar paso a “prestigiosos profesionales” que tendrán como bagaje 20 años en un gabinete de prensa, cuando no, y ya sería sangrante, un currículo labrado a base de manipulaciones y censuras en Canal 9 o Ràdio 9. ¿Qué se apuestan?
Las cosas van por otro lado. Estamos ante una de las últimas posibilidades, si no la definitiva, para salvar una radiotelevisión pública valenciana como herramienta clave para nuestro autogobierno y nuestra democracia. La responsabilidad es grande. Es preciso tomárselo muy en serio. No voy a detallar aquí un nuevo modelo para RTVV, ni concretar cómo debe reformarse su ley. Pretendo simplemente señalar que todo pasa por más democracia y por que los partidos políticos dejen más espacio a la sociedad civil y a la autogestión. Esa ha de ser la referencia para RTVV y sirve igual para Telemadrid, Canal Sur o TV3. Solo así hay futuro. Ya no basta con que el nuevo director general sea elegido en las Cortes, urge que sea la sociedad civil quien lo proponga. Por ello, lo primero que ha de crear el Parlamento es una comisión que abarque desde los sindicatos a la patronal, desde las universidades a los consumidores, desde las asociaciones del sector audiovisual a los organismos profesionales; una comisión con el encargo hacer de hacer llegar a las Cortes una terna de candidatos. Entonces sí, la Cámara, por mayoría cualificada, que elija.
Están también superados los tiempos de organización piramidal en RTVV. Solo estaremos ante un proyecto viable si se llega a un acuerdo en el sentido de que sean los propios trabajadores del ente los que escojan a sus jefes directos. Los trabajadores de RTVV hemos cometido muchísimos errores, hemos sido en ocasiones irresponsables e indolentes pero, después de 23 años en la casa, tengo muy claro que, pese a todo y con mucha diferencia, lo más digno de RTVV está entre sus trabajadores. Nosotros, mejor que nadie, sabemos quienes son.
Julià Álvaro es periodista de Canal 9.
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