Más gallegos que nunca
Ya no cotizan las caravanas de ministros ni aquellos grandes mítines de líderes españoles
Las elecciones gallegas acaparan la atención política dentro y fuera de esta comunidad; de hecho, encuentran más eco en Madrid que las vascas. Lo fácil es decir que eso se debe a la práctica desaparición de ETA, pero quizá hay algo más: el PP se juega mucho en Galicia y poco en Euskadi, como le sucede al PSOE. Lo que pase en Galicia puede influir en el proyecto político de Mariano Rajoy, con todo lo que supone para la gestión de esta crisis galopante.
Curiosamente, lo que en otros momentos fue tabla de salvación para los dos grandes partidos, ahora es denostado: la españolización de las elecciones gallegas no cotiza al alza ni para el PP ni para el PSOE. En el primer caso, a Feijóo poco o nada le aporta Rajoy —más bien le resta—, y en el segundo, Pachi Vázquez viaja mejor solo que mal acompañado. Atrás quedan los tiempos en los que el PSdeG lo fiaba casi todo a si Felipe González venía a dar mítines. Estamos ante unas elecciones que España mira con atención y en las que los dos partidos con opciones de presidir la Xunta quieren desarrollar sus campañas en clave gallega. Ni cotiza el líder del PP ni sus ministros del Gobierno, que poco o nada tienen que ofrecer, salvo tijeretazos. Y tampoco se espera demasiado del actual secretario general del PSOE, que depende más de Pachi Vázquez que Pachi Vázquez de él; máxime cuando una carambola electoral socialista le daría oxígeno a Rubalcaba para seguir respirando.
Dentro de Galicia también pasan cosas: algunas ruidosas pero con escaso contenido político real y otras de cierto nivel. Lo mejor para la democracia es que eluda los populismos. Sería una lástima que Galicia se adentrase ahora en caminos que otros países ya probaron para volver a la centralidad; es el caso, por ejemplo, de los últimos comicios holandeses. Los tres grandes partidos siguen teniendo su peso y está por verse que su larga era esté al borde de la extinción. Puede que funcione alguno de los experimentos, pero no todos, porque es casi imposible matemáticamente. Tal vez hay ahora demasiadas opciones de cambio en un país poco habituado a cambiar. Pasamos de la parálisis a una efervescencia casi ilimitada, otra clara señal de la crisis.
Una mirada a los grandes partidos, que son los que van a definir el futuro de Galicia en los próximos cuatro años, aflora claroscuros. Una cosa es la imagen que proyectan los medios y otra, muy distinta, puede ser el resultado de las elecciones. La izquierda, por ejemplo, está mejor en resultados que en imagen. Y así lo ha demostrado durante años, hasta el punto de superar en votos al PP o de conquistar el gobierno de las grandes ciudades e incluso de la Xunta. Sin embargo, sus luchas internas, a veces acompañadas de escisiones, lastran ese potencial que prácticamente iguala a la derecha y a la izquierda en Galicia, por mucho que desde Madrid se crea que Galicia es un feudo inexpugnable del PP. Lo es, pero no hasta ese punto.
Puede que de cara al 21-O la izquierda socialista y nacionalista acuda con problemas, pero no sería menos inútil negar las dificultades de la derecha, ya que la crisis primero castigó al PSOE y ahora amenaza al PP, con Mario Conde al acecho. ¿Conclusión? Todo indica que será decisiva la capacidad de unos y de otros de movilizar a los suyos; es decir, de combatir la abstención —la gente está muy quemada— y de ilusionar a los votantes con medidas para salir de la crisis. Porque la clave es cómo crecer y crear empleo. ¿Quiénes harán mejor ese trabajo? Los ganadores.
PSOE y BNG, si meditan cómo lograron viejos éxitos, aprenderán. Saben que, si quieren, pueden hacerse con los gobiernos de todas las grandes ciudades e incluso de la Xunta. Y el PP también sabe que, si se emplea a fondo, puede mantener el poder en Galicia e incluso reconquistarlo, que es más difícil. La racha más reciente (2009-2011) favorece al PP, mientras que la anterior, de 2003 a 2007, había aupado a la izquierda. No es fácil pronosticar qué pasará el 21-O pero tal vez lo es menos reconocer dos evidencias que, siendo elementales, se pregonan poco: la primera, PSOE y BNG solo colocarán a Pachi Vázquez de presidente si se complementan —por separado carecen de votos suficientes—, y la segunda, una cosa es la buena imagen personal de Feijóo y otra la confianza en el PP como partido de gobierno en España y en Galicia. @J_L_Gomez
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