Ojalá que llueva café
España, tal como está, ya no gusta ni a los españoles; lo único que se ha movido es el independentismo
Hay aburrimientos cíclicos. Para aquellos a quienes el fútbol nos gusta lo justo, el inicio de la Liga BBVA nos interesa menos que el propio BBVA. Parece que el fútbol quiera morir en agosto, pero el aburrimiento cíclico quiere que la lata continúe en septiembre. La canción del verano pertenece al tipo de aburrimiento intermitente. En este tipo de aburrimiento podrían entrar las declaraciones de militares, las aventuras y las desventuras de la monarquía o de los famosos de la tele. A veces todo junto, canción del verano incluida, claro está.
El aburrimiento continuo va más allá. Es intenso, profundo y casi inamovible, el resultado de ver que nunca sucede nada. Cuando la vida sigue igual y unos llegan y otros se van pero las obras de unos y otros siguen a medio hacer. El hastío de los años de bonanza era viscoso, eran los tiempos del cansancio de escuchar como cualquiera te hacía cálculos con Endesas o Iberdrolas. Visto desde hoy parece increíble pero las sobremesas se llenaban de hipotecas. ¡La gente te hinchaba la cabeza con sus metros cuadrados, con su euríbor y con lo que subía su piso!
La crisis ha sido algo más divertida, pero ya ni en ella podemos confiar. A principios de verano parecía que todo iba a irse al garete pero últimamente se está amuermando. En julio todo era prima de riesgo y el pánico pelma de que si todo se acababa. No sé si se ha acabado o si sí pero no, pero está llegando el otoño y seguimos donde estábamos, con las metáforas de túneles y luces, de Estados que son como familias y de estiramientos de brazos y mangas.
El aburrimiento histórico es el peor. El tedio social, cultural y político que nos envuelve aumenta sin cesar. España, tal como está, ya no gusta ni a los españoles. El Estado autonómico parece un Seat 131, gasta lo que no está escrito, no corre, hace ruido, tiene un diseño horroroso y contiene el tan traído y llevado motor catalán, está cansado y agotado. Lo veo mal aparcado y polvoriento, con la pegatina en el parabrisas para que lo retiren.
Si algo se ha movido en este país durante los últimos años ha sido el movimiento independentista. No es que sea la alegría de la huerta pero algo es algo. Quizás sea el único vector que haya crecido y que puede ofrecer un cambio que, quién sabe, puede que sea positivo para todas las partes. Cuando digo un cambio, claro está, hablo de la independencia, que debería empezar por la convocatoria de un referéndum de autodeterminación. ¡Si lo piden hasta en el PSC después del éxito de la consulta sobre el trazado de la Diagonal! ¿El pacto fiscal? El pacto fiscal no es más que un peix al cove 2.0, es decir, el cachalote que se convierte en boquerón. Nos sabemos tanto la canción que podemos proyectar los tiempos de puta y de Ramoneta de las negociaciones, la reposición del serial del Estatuto, que apasionante, lo que se dice apasionante, no fue. Un par de años de titulares, de declaraciones, de cansancio y de aburrimiento para volver a estar donde estamos.
Oceanografía del tedio: hasta la Diada se nos estaba poniendo la cara sin rostro de Pere Navarro y el gesto torcido y desconfiado de Salvador Alemany o Josep Oliu. La chica que me cobraba la gasolina se expresaba con la desgana de Joana Ortega y el propietario de la gasolinera con la vehemencia falsa y teatral de Milián Mestre. Mientras, flota el hastío de escuchar por enésima vez a Sánchez-Camacho decir cualquier cosa, no importa qué. No les cuento lo que es mirar al oeste y ver que la alternativa a Rajoy es Rubalcaba. Los tertulianos de TV-3 y Catalunya Ràdio repetían lo mismo una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… Si hasta Sala-i-Martín se nos ha vuelto razonable. ¡Con lo epatante que llegó a ser Sala-i-Martín!
Reformar la Constitución, reforzar las estructuras del Estado, federalismo… Vamos, hombre, pero si no han sabido acabar la Nacional II. Con lo bien que nos lo hemos pasado leyendo en la prensa todos los “ya lo decía yo” de los que habían dicho siempre lo contrario. Y es que parece que a partir de ahora todo va a ser un poco más divertido. Que dure.
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