Disparando a los relojes
En Monte Pío confían en que, con nuevos espejismos y anuncios de caos, los ciudadanos aplastados por la crisis encuentren solos, y mansamente, el camino del matadero
Su reino ya no es de este mundo. Soutomaior, sábado 1 de septiembre, los antidisturbios dispersan rudamente a varios cientos de víctimas de la estafa de las preferentes que se manifiestan pacíficamente. En el sarao de complacencia con el que inaugura el curso político y la precampaña electoral, Núñez Feijóo tranquiliza a la parroquia conservadora: los que protestan llaman a la puerta del PP porque su gobierno es la única esperanza que tienen para recuperar el dinero. En Monte Pío confían en que, con nuevos espejismos y anuncios de caos, los ciudadanos aplastados por la crisis encuentren solos, y mansamente, el camino del matadero. Los damnificados por el incumplimiento del Contrato por Galicia del PPdeG son legión, pero Alfonso Rueda y Feijóo creen que tienen margen para salir victoriosos del 21-O si se combina adecuadamente mano dura, miedo y la negación de toda alternativa.
Ante la nomenklatura de su partido, Feijóo nos agasaja con una nueva promesa: “Presento mi candidatura a la Xunta teniendo a los parados y a la gente que lo está pasando mal como mis principales prioridades”. La hemeroteca persigue sin piedad a los líderes del PP. Febrero de 2009, ante la selecta audiencia empresarial del Club Financiero de Vigo, Feijóo, a quien los sondeos del PPdeG dan ya por ganador, habla de recuperar la confianza, diagnostica —“tenemos una herida abierta en canal, que se lleva por delante a miles de personas que no tienen trabajo”— y pontifica: “Empleo y bienestar van unidos. No quiero ser el presidente que gobierne el paro, quiero ser el presidente que gobierne el empleo”. Sí, es el mismo presidente que meses después, todavía gobernando Rodríguez Zapatero, aseguraba en O Hórreo que el paro no era cosa suya porque tenía pocas competencias, por no decir prácticamente ninguna, en materia de empleo. El mismo líder que ahora quiere enarbolar orgulloso la bandera de la esperanza de los más desfavorecidos.
Walter Benjamin refirió un hecho insólito en las jornadas revolucionarias de junio de 1830. Con el atardecer, de manera independiente y en varios lugares de París, varios insurrectos dispararon contra los relojes de las torres. Una copla anónima cantaba: “Disparaban contra las esferas para detener el día”. Convocando las elecciones el 21-O, nuestro presidente dispara a los relojes para detener el tiempo de la protesta ciudadana y el derrumbe de su credibilidad política. El adelanto de las elecciones aspira a suspender el tiempo político y la memoria. Un intento desesperado para frenar la falta de confianza en su gobierno. Don DeLillo dice de sus cuentos que no acaban, solo se interrumpen. Feijóo cree que a su mandato presidencial le ocurre otro tanto, piensa que no acaba, cree que, simplemente, está interrumpido por una molesta consulta electoral.
Para triunfar, la campaña de los conservadores tendrá que ser amnésica y anestesiante. En el centro de su war room estará Rueda, un maestro del cinismo político, que, como Feijóo, entiende que la única obligación de un político es conservar el poder a cualquier precio. Sin gestión milagrosa que vender, su inversión fundamental será para exculparse con el mismo ingenio de Mariano Rajoy: “La realidad me ha impedido cumplir mi programa electoral”. No será un ejercicio de juego limpio. La batalla electoral se librará entre el deseo de cambio y el miedo. Miedo y basura, el primero para movilizar y reforzar las lealtades de los propios y el ventilador de lodos para deslegitimar toda alternativa de gobierno que no pase por el PPdeG.
En la prensa amiga, la derecha gobernante invertirá en negativismo mediático recurriendo al ataque al contrincante antes que a la defensa y promoción de las alternativas propias, toda vez que están tullidas por el fracaso tempranero del cambio conservador prometido el 20-N. En 2009 todo valía porque tenían mucho que ganar. En 2012 todo valdrá porque tienen mucho que perder. Está asegurada la proscripción de la filosofía que Will McAvoy y Mackenzie MacHale defienden en The Newsroom, la nueva serie televisiva de Aaron Sorkin: será difícil encontrar, en la inmensa mayoría de los medios, informaciones que sean realmente relevantes para fijar las preferencias de los ciudadanos cuando entren en la cabina de votación. La desinformación será el recurso estrella de la estrategia de disuasión. El Partido Popular prefiere que los gallegos elijan enclaustrados en una isla de plácida ignorancia. Un ciudadano bien informado es el enemigo más temible de un gobierno fracasado. La información libre hace que el tiempo del cambio no se detenga por mucho que Feijóo y Rueda disparen a los relojes.
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