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La fragmentación del voto desafía el dominio de los tres grandes partidos

Las escisiones del nacionalismo, el auge de Izquierda Unida y el desgaste del PP abren las opciones más que nunca para el 21-0

Xosé Manuel Beiras
Xosé Manuel BeirasANXO IGLESIAS

Una reforma electoral durante el primer mandato de Manuel Fraga Iribarne solidificó el mapa electoral de Galicia. La ley, vigente desde entonces, elevó la barrera para entrar al Parlamento del 3% al 5% y se llevó por delante diversas formaciones galleguistas y de izquierdas. Al mismo tiempo empujó a la confluencia dentro del Bloque Nacionalista Galego (BNG) a distintos grupos nacionalistas. Esta geografía, limitada a PP, PSdeG-PSOE y BNG, dura ya dos décadas. Pero con la crisis económica y sus derivadas políticas las elecciones del próximo 21-O pueden abrir las puertas del Parlamento de Galicia a nuevos partidos o coaliciones.

Las entradas al escenario se encuentran a derecha y a izquierda, aunque este último flanco parece más vulnerable. Las dos grandes escisiones sufridas en el último año por el Bloque —Máis Galiza, de corte socialdemócrata, y Encontro Irmandiño, liderado por Xosé Manuel Beiras y más a la izquierda— buscan una vía por la que romper el actual paisaje político. Los beiristas, transmutados en una organización de programa independentista, funcionamiento asambleario y de nombre Anova Irmandade Nacionalista, llamaron a un “frente amplio de izquierdas” en el que cabrían formaciones “de ámbito estatal “que reconozcan el derecho de autodeterminación”.

Esquerda Unida, la franquicia gallega de IU, no tardó en recoger el guante. Su coordinadora, Yolanda Díaz, reformuló la propuesta y habló de la necesidad de constituir una “alianza anticapitalista, una Syriza gallega”. La referencia a la coalición de izquierdas griega que subió como la espuma en los últimos comicios en Grecia caló en el debate público y las conversaciones comenzaron. Y continúan, no solo con Anova. Todo ello cuando las encuestas manejadas por diferentes partidos pronostican que, por primera vez desde la época del Partido Comunista de Galicia, Esquerda Unida podrá sentarse en la Cámara. “Nuestra oferta de alianza no es solo para el Parlamento, es algo más profundo”, explicó Díaz a este periódico.

La otra rama desgajada del BNG, Máis Galiza, acabó nucleando la plataforma Compromiso por Galicia, junto a un pequeño grupo ecologista y a los centristas de Acción Galega. No quieren ni oír hablar de “la izquierda anticapitalista”, pero durante meses han intentado atraer a su cartel electoral a un Xosé Manuel Beiras que conserva popularidad y pegada discursiva. La gran incógnita reside ahora en si los beiristas optan por aliarse a EU en un frente de izquierdas o a Compromiso en un pacto de corte nacionalista y políticamente más heterogéneo.

Tan heterogéneo que en la dirección de Compromiso por Galicia se encuentra Rafael Cuiña, exmilitante del PP e hijo del fallecido delfín de Fraga Xosé Cuíña, la exconselleira nacionalista del bipartito Teresa Táboas o el exsenador del BNG Xosé Manuel Pérez Bouza. Y acaban de alcanzar un acuerdo con la pequeña organización de “centro progresista” Terra Galega para presentarse a las elecciones del 21 de octubre. Su estrategia de fondo, revestida de galleguismo, no descuida los caladeros de la derecha. Aunque para pescar en ellos existen otras opciones más ajustadas.

La actividad de UPyD en Galicia resulta prácticamente inexistente. Su respaldo a las tesis de Galicia Bilingüe, una asociación contraria a la promoción del gallego y que en 2009 sirvió a los propósitos de campaña de Feijóo, le granjearon alguna repercusión mediática. Pero no demasiados sufragios. Galicia fue la segunda comunidad que menos los apoyó en las pasadas generales. Esta vez, la ola sobre la que cabalga Rosa Díez se centrará más en los comicios vascos. O eso calculan, al menos, fuentes del PP gallego. Y el último en hacer acto de presencia se llama Mario Conde. Aún no ha confirmado candidatura —el adelanto lo dificulta—, pero su cercanía a los Baltar, los barones de la derecha orensana enfrentados a Feijóo, preocupa en la cúpula popular.

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