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RUTA | SERPIS

Senderos de agua y carbonilla

De la sierra de Mariola a la mar, el río Serpis inspira decenas de rutas que descansan sobre las vías del desaparecido ferrocarril Alcoi-Gandia

Joaquín Gil
Vista del pantano construido en los 50 del pasado siglo
Vista del pantano construido en los 50 del pasado sigloJESÚS CÍSCAR

Hubo un tiempo en el que la vida entre Alicante y Valencia pivotaba sobre un ferrocarril, el que levantó en 1892 la compañía inglesa Railway and Harbour Company Limited. Sus vagones, presurosos y elegantes, transportaban harina, vino y aceite de estraperlo junto a los rescoldos de la guerra y el hambre. La línea Alcoi-Gandía desapareció en 1969, pero sus raíles espectrales siguen recorriendo los 50 kilómetros que conectan las dos ciudades en forma de rutas cicloturistas y senderos verdes. Bajo la mirada del río Serpis, entre Mariola y la mar, el trayecto se erige versátil. Una ruta para cada gusto. Beniarrés, L’Orxa, Planes, ... Perseguir el sendero agua supone una eclosión de itinerarios. El que une a pie o en bicicleta L'Orxa y Villalonga, de 12 kilómetros y sin complicaciones, es el preferido de Óscar Martí, montañista y coautor de A un tir de pedra. (Ediciones Bullent, 2010). Sólo es una sugerencia. Cada municipio guarda secretos, historias de túneles con carbonilla que toman cuerpo en derruidas estaciones de tren o antiguos transformadores de luz.

Pistas

Para llegar. Beniarrés se convierte en un punto de arranque para sumergirse en la ruta del Serpis. Desde Valencia se puede llegar a esta población en una hora y media desplazándose hasta Gandia por la AP-7. De ahí hasta Castelló del Rugat y, tras cruzar el puerto de Salem, se accede a la población. Beniarrés conecta con la vecina L'Orxa mediante una carretera de nueve kilómetros. Desde Alcoi se llega a Beniarrés por la carretera nacional 340 en dirección a Valencia. En Muro, hay un desvío a la derecha que conduce a la localidad.

Para desgustar la gastronomía sin sopletes. Consistencia y sabores vigorosos confluyen en la centenaria gastronomía de El Comtat. Sin artificios, el bar Xitxarra de L'Orxa, en el número ocho de la calle de las Escuelas, ofrece al exhausto senderista del Serpis reponer fuerzas con su potente blat picat, un guiso de trigo, garbanzos y pie de cerdo, que cocina a fuego lento durante una hora Luisa López. El arroz caldoso o los minxos de dacsa en su versión de bacalao, completan una carta que incluye callos de cerdo, albóndigas de carne, sang amb ceba, o caracoles. Platos auténticos, ajenos a sopletes y espumas impostoras. Cocinados a fuego lento, con ingredientes naturales, y concebidos con una actitud que parece recorrer el ADN de los 700 habitantes de este singular municipio entre montañas: paciencia y sencillez. "Si vas con prisas, mejor no entres en la cocina", advierte la cocinera del Xitxarra. Beniarrés. Concertación de visitas en el museo climatológico (96 551 50 59). L'Orxa Bar Xitxarra: (Calle de las Escuelas, 8, 96 651 18 65).

Recalar en Beniarrés supone una concesión a la calma. Desconexión en estado puro. La vida en este municipio de 1.400 vecinos avanza a cámara lenta. Y eso impregna cada rincón. Asentado sobre una pequeña colina a la entrada de la Vall de Perputxent, la localidad recuerda su origen agrícola con su Cova de L’Or, en la vertiente meridional de la Serra del Benicadell, que concentra uno de los yacimientos neolíticos más importantes y desconocidos de la Comunidad. Un misterio vigente desde antes de Cristo y hasta hoy por culpa del presupuesto. Cerrada al público, la cueva abrirá en los próximos meses cuando llegue la financiación para su acondicionamiento, según confía el alcalde, Luis Tomás. Hasta entonces, el visitante debe conformarse con apreciar las réplicas de sus antiquísimas cerámicas decoradas en un “centro de interpretación” -exposición en castellano- o visitar el primer museo del clima de la montaña, radicado en la localidad, y que desgrana los principios de la convulsa meteorología.

Atraídos por su imponente pantano, construido a mediados de los 50 del pasado siglo y donde bañarse resulta una temeridad, centenares de cicloturistas visitan Beniarrés cada fin de semana para reponer fuerzas y degustar en los cinco bares de la localidad el potente blat picat o espencat, un asado de berenjenas, pimientos y cebolla, que se sirve como entrante y se revela como emblema de la gastronomía sencilla y sin florituras. Desde el Ayuntamiento se sugiere no perderse el barranc de L’Encantada a su paso por la población, que nace en Beniaia (Vall d’Alcalà), y recorre ocho kilómetros de vía verde que pasan por Planes, de unos 900 habitantes.

La cocina tradicional y el senderismo actúan también como polo de atracción de la vecina L’Orxa, a la que se llega en coche tras 20 minutos de zigzagueante carretera de montaña. Se recomienda prudencia y llenar el depósito para no quedarse tirado, ya que la gasolinera más cercana se encuentra en Villalonga. El trayecto en vehículo supone un sacrilegio para ecologistas como Óscar Martí. Y también se puede realizar en una de las múltiples rutas cicloturistas por la antigua vía del ferrocarril Alcoi-Gandia.

El río Serpis a su paso por el pueblo
El río Serpis a su paso por el puebloJESÚS CISCAR

El Castell de Perputxent, a un kilómetro de L’Orxa, se levanta como vigía de esta localidad donde el visitante puede hospedarse por 25 euros en casas rurales como La Trinquetera (con capacidad para seis personas) o Teresa (de 12). Su propietario, el transportista jubilado Luis Bonet, de 74 años, recomienda sumergirse sin complejos en la ribera del Serpis, donde al entorno natural y la quietud se suman activos como la antigua estación de tren o el espectáculo de los pescadores de truchas. El turismo rural, admite Bonet, ha alegrado la monolítica economía de este municipio, escenario del único coto de la provincia para pescar la trucha con mosca, según una guía local. Maravilloso.

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Sobre la firma

Joaquín Gil
Periodista de la sección de Investigación. Licenciado en Periodismo por el CEU y máster de EL PAÍS por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene dos décadas de experiencia en prensa, radio y televisión. Escribe desde 2011 en EL PAÍS, donde pasó por la sección de España y ha participado en investigaciones internacionales.

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