Ay, si los hubieran toreado
Los toreros dejaron escapar un encierro de Torrestrella para lucirse
Cuando hay toros no hay toreros y cuando hay toreros no hay toros, reza el dicho taurino. La feria taurina de San Sebastián está bien concebida, bien estructurada y con carteles rematados, que tienen interés; pero no acaba de arrancar una tarde en la que haya conjunción entre los protagonistas.
El día que los matadores aprietan el acelerador, los toros no aguantan el tirón y, por el contrario, en días como ayer, que salen toros para hacer un toreo vibrante y unas faenas que lleguen al aficionado, los espadas se olvidan de su condición para pasar de puntillas en una de sus innumerables tardes de la temporada.
Los toros de Torrestrella, la ganadería del legendario Álvaro Domecq, se está recuperando después de unos años flojos y en Illumbe dio un paso adelante. Hubo animales muy en el tipo de este hierro, con buenas hechuras y de condición destacada, como el quinto que le tocó en suerte a Rivera Ordóñez.
Barbacano, un cárdeno muy claro, típico estampa de Torrestrella, fue alegre en la arrancada, tuvo transmisión y siempre quiso tomar los engaños por abajo. Pero se topó con un torero que prefería que el astado saliese suelto en lugar de repetir y buscar otro muletazo.
TORRESTRELLA / PADILLA, RIVERA Y FANDI
Seis toros de Torrestrella, desiguales, bien presentados y buenos, destacando primero, segundo, tercero y quinto. Juan José Padilla, estocada desprendida (oreja con petición de la segunda) y media estocada y descabello (vuelta tras aviso). Rivera Ordóñez, estocada enebrada, estocada caída y trasera y descabello (silencio) y pinchazo y estocada (vuelta). El Fandi, estocada caída (saludos) y pinchazo, estocada atravesada haciendo guardia y descabello (saludos).
El público hizo saludar a Juan José Padilla al finalizar el paseíllo.
Plaza de Illumbe. 16 de agosto de 2012. Media entrada. Quinta de la Semana Grande.
Por eso estuvo incómodo el ahora anunciado Paquirri. Nunca quiso cruzarse y tampoco supo cómo ligar los muletazos de forma acompasada. Tenía problemas que resolver como toro bravo que se precie y eso no dejó estar tranquilo al mayor de los Rivera. Una pena que no supiese entender a un buen toro, de esos que habrían desorejado un buen número de integrantes del escalafón. En su primero, otro buen ejemplar de Torrestrella, tampoco supo esconder sus precauciones y su poco deseo de entregarse para una buena faena.
Tampoco supieron entenderse con sus oponentes El Fandi y Padilla. El granadino tuvo un buen primer toro, lo descubrió cuando se lo trajo desde el mismo centro postrado de rodillas. Allí le recetó dos interminables derechazos de más de 360 grados. El toro pedía humillar, pero Fandi optó por los pases por alto y acabó con el animal protestando y el torero enfrascado en absurdas series de molinetes. ¿Cómo justificar una labor en la que el matador ni siquiera se acordó de torear al natural?
El Fandi no tuvo la misma suerte en el sexto, el astado que peor juego ofreció pues se rajó y no permitió ningún lucimiento.
Una de las características que tiene el coso de Illumbe es la benevolencia de su público, volcado con Juan José Padilla desde el paseíllo. No en vano aquí es donde el jerezano ha logrado algunos de sus máximas cotas como matador. Aquel indulto a un Victorino forma parte de la historia de un héroe que hoy hace el esfuerzo de sobreponerse a un escalofriante percance.
Y Padilla lo hace con gallardía y profesionalidad. Si bien ayer toreó ligero, sin ponerse de verdad ante sus dos enemigos, toreo por alto, con ventajas, con el paso atrás y siempre hacia afuera. Suficiente para tocar pelo, pero muy lejos de aprovechar la condición del primero y de poder corregir el incómodo cabeceo del cuarto.
Hubo cuatro toros para lucirse, para hacer faenas vibrantes y de calidad; quizás todos no hubieran aguantado el tirón, pero lo mínimo que se le puede exigir a un torero es que se ponga de verdad, que se cruce y que intente bajar la mano. Padilla, Rivera y Fandi optaron por sumar muletazos de cualquier manera, siempre despegados y repletos de precauciones; optaron por un toreo acartonado, que entretiene, pero que no arrebata y por eso, las ovaciones también son de trámite. Los tres ponen banderillas y ni siquiera se las intercambiaron para rivalizar en el segundo tercio. Debe de ser mejor pasar de puntillas.
Lástima que no hubiese conjunción porque la Semana Grande donostiarra se merece una tarde completa, no salidas en hombros facilonas ni orejas huecas, la gente que se acercó ayer para ocupar media plaza debió tener el premio de vivir una buena corrida. Los toros tuvieron vibración y clase; los toreros no los supieron entender.
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