Un audiovisual de pesadilla
Una versión de la novela de Cervantes apresurada y poco enjundiosa en la trama
La novela de Miguel de Cervantes ha probado fortuna tanto en la ópera como en la música, el teatro y en el ballet, donde, desde mediados del siglo XVIII, constan numerosas e importantes adaptaciones (Angiolini, Noverre, Milon, Taglioni) que fueron formando el perfil teatral-danzado del personaje principal y sus réplicas. Esto hasta llegar a Marius Petipa en 1869 con el suyo en el teatro Bolshoi de Moscú, que se ha hecho canónico del género. En la danza española propiamente ha habido varios intentos, y el de más logros es el que hizo Luisillo (Luis Pérez Dávila) primero en 1964, estrenado en el teatro de la Zarzuela y luego para el Ballet Nacional de España en 1982, en la época en que lo dirigía Antonio Ruiz Soler, usando siempre la música de Federico Moreno Torroba. Antonio Gades confesaba que era su asignatura pendiente.
Esta versión algo apresurada y poco enjundiosa en la trama toma cosas del estilo de Gades (el galope, las lavanderas) y también toca el montaje de Luisillo, pero de lejos. Hay cosas de una ingenuidad poco profesional, empezando por el audiovisual que quiere hacer de telón de fondo y cortinillas: se lo podían haber ahorrado. A veces es un cómic y otras una postal poco eficaz como decorado. Tanto la escena de los molinos como de los odres de vino parecen de broma.
Hay bailes de grupo con empaque, pero luego el producto se alarga demasiado y se vuelve plano y repetitivo, con un sinfín de cierres corales que marean al espectador. Lo mejor es la música, tanto la flamenca como la sinfónica, a veces incidental, pero ajustada al argumento. Manuel Díaz hace un Quijote basado en sus giros, que ni son tan virtuosos ni tan necesarios en ese carácter, y Alejandro García ha encontrado el papel de su vida en Sancho Panza, pues se esmera y está convincente.
QUIJOTE AL COMPÁS DEL SUEÑO
Compañía Prodigio BAF; coreografía: Javier Latorre y Concha Jareño; música: Gabriel Expósito, Sandro Rucio y otros; audiovisual: Oscar Gómez. Teatro Coliseum. Hasta el 26 de agosto.
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